Entre la erotema y la erotomanía. (Sobre la poesía de Carlos Merchán)
La poesía del poeta Carlos Merchán es totalitaria e intimista.

Entre la erotema y la erotomanía. (Sobre la poesía de Carlos Merchán)

El lector que se acerque inocentemente a la poesía del colombiano Carlos Merchán, sentirá de entrada, como si hubiese ingresado en el caos primigenio del que emergió la vida. Una especie de aluvión poético capaz de arrastrarnos hacia las entrañas del proceso creador, allí donde inicia la existencia; donde el tiempo y la verdad; la vida y la muerte; el ser y dios, coexisten como materia ígnea que dará su forma al mundo. Forma que adopta un estado de indeterminación con una simple pregunta: ¿Por qué?

 

“De forma sionez” cuarto poemario de Carlos Merchán Basabe, bien puede parecer un inventario lírico de todo el trabajo literario realizado por el autor a lo largo de su vida, pero en su poética se decanta una preocupación artística seria, revestida de un profundo tono filosófico, erótico y religioso, que nos recuerda a la poesía mística del español San Juan de la Cruz, de la italiana Alda Merini y de la mexicana Sor Juana Inés de la Cruz.

 

El poemario, divido en siete partes como siete fueron los días de la creación; inicia su discurso poético con Mínimas una serie de veinte poemas cortos de imágenes poderosas donde todo el caos y la oscuridad son desplazados por la palabra, por la poesía que da nombre a las cosas. Allí nace la naturaleza, los árboles, los animales, la música y la historia. Y nace también la fe, el temor a un dios/poeta que no solo nos ha dado un cuerpo, sino también las emociones; desde las más simples y benéficas (la sobriedad y la esperanza) hasta las más complejas y destructivas (la soledad, la ira, la desesperación y la locura); todas, emociones necesarias para enfrentar ese corto orgasmo llamado vida.

 

La segunda parte del poemario lo compone la serie De forma sionez, que da nombre al libro. Se trata de poemas con una estructura desenfadada, cuyo principal hilo conductor es la erotema, una interrogación retórica hacia un ser –llámese creador- por parte de una voz poética totalmente desencantada: ¿Por qué estas deformaciones de tu amor insano? / ¿Por qué elevarte mis oraciones, si decidiste abandonarnos?

 

Además del evidente tono de reclamo hacia una divinidad, esta serie reflexiona sobre el sinsentido de la existencia, de cómo ni el arte, ni la juventud, ni el amor; logran sacarnos de la profunda tristeza en la que vivimos: “Es hora de morir abandonado / en los rincones de una calle sin luces. / Donde todo, antes joven, suele perecer.” La poesía, que era el último resquicio, tampoco sirve de consuelo.

 

La soledad ha des-formado al poeta, provocándole ira y angustia; de él ya nada puede esperarse, ha cometido todos los pecados; su intención es importunar a Dios. “Con mis deformaciones le he arrancado los ojos a Cristo / he roto los pactos / He matado un hijo / y sin la labor del sacrificio no me ocupa ninguna redención”. Todo lo que podía llamarse humano en él ha desaparecido; su inocencia, sus esperanzas. Lo único que puede hacer es advertirnos, pedirnos que dejemos de luchar: La derrota tiene un nombre: resignación. / Y es tan bella. / La acoges, la amas como una hija perpetua / y sigues con tu vida siendo invisible. / El mundo, siempre, te echará toda su mierda.

Sin embargo, lo que en esta parte parece sólo mostrar señales de un “porvenir lóbrego”, el poemario se abre camino hacia otras lecturas. Así llegamos al tercer bloque de poemas titulado: “Perspectivas”.

 

En este grupo de poemas nos enfrentamos a una voz poética diferente, tal vez un tanto más madura que aquella voz nihilista que cruzó los dos primeros bloques del poemario.

 

Se trata de una voz que ha conocido el amor; los poemas de pronto se vuelven eróticos; la amante, la prostituta, la mujer desconocida se vuelven herramientas para alcanzar la trascendencia, tal vez sentido a la existencia o simplemente una forma de certificar que se está vivo.

Cada noche me abandono al deseo de tu nombre

y retiro este cuerpo que me estorba

para amarte en la masa de mil dedos

e inundarte con fuegos de sobra

con el tripaje de hambre de cuervos

deshacerte entre migas de abeja

en las brisas sanadoras del sueño,

que solo el pensamiento inútil dota.

Cada noche te forjo en mis deseos:

a mi goce de mil formas

sin obligación, sin miedos.

 

Son textos donde el sexo adquiere un papel reivindicatorio. El poeta entiende que la vida no es unidimensional y existe un otro donde puede refugiarse, a quien puede salvar y al mismo tiempo ser salvado: Antes que ultime el día / y la barrendera tus miserias barra, / yo te amaré, amor mío. / Sanaré / tus cuchilladas de vidrio, / el pútrido pedazo de manzana. (…) Conmigo serás feliz, / amor mío. / Y yo, lo seré contigo.

 

Pasamos de la erotema a la erotomanía. El encuentro amatorio, revestido de íntima ternura, también se vuelve cruda verdad que puede ser dicha sin ambages, y que en ambos casos es verdad liberadora.

 

Quítame, Chatica, este antojo, y deja en esa esquina el enojo 

y júntate pa’cá que está tu amor que te ama

y seamos, seamos felices los dos

 ¡seamos felices los dos como merecen las ganas!”

 

“Quebranta el himen del silencio

al trocar mi nombre por vulgaridades

Que las sábanas se ruboricen de cansancio

y el martilleo en la pared

repita el coro

que inventó del barro al hombre

y todo

y todo, todo, redunde

en formas diferentes

hasta el cansancio de las estrellas.”

Resuenan en los versos escritos por Merchán, la poesía de la italiana Alda Merini (1931-2009), cuyos textos de carácter místico, abordan temas recurrentes de la poética del colombiano. Temas como la piedad, la fe y la crueldad, comparten espacio con otros tópicos: la locura, la soledad, el sacrificio y el amor.  

 

Soy cruel, lo sé,

pero la jerga de los poetas es ésta:

un largo silencio encendido

después de un larguísimo beso.

                                                   Alda Merini

 

Es necesario destacar, además, el cambio de apariencia que poseen los textos de este bloque. La estructura poética que antes se mostraba irregular y con estrofas variables; ahora da la posibilidad de jugar con el ritmo de lectura, intercalando versos.

 

El poema “Perspectivas” es un ejemplo de ello. Se trata de un poema multidimensional, porque puede leerse como un único texto o en su defecto, como dos poemas independientes. Como el diálogo entre dos voces poéticas.  

 

Adivino, rencor en tus uñas;

Lo sé, tu amor persistente

me hiere la sangre, tus dientes;

cual segundero que palpita

y tu voz, gallina clueca,

es un abrazo roto,

agrieta mi luna sombría

un pie que besa cada piedra

¿no ves acaso

un dedo que sana la herida.

mi amor,

¿Adivinas

insano?

mi despreciable epifanía?

¿por qué negarte?

¿Por qué persistes?

La piel de Dios

Este es mi infierno

te daría ¡La piel!

no insistas.

 

 Después del tercer bloque nos encontramos con “Pandémicos”, otro grupo de poemas  que mantienen una preocupación similar a la de los textos anteriores, aunque con una voz poética que ha cambiado su visión de mundo. El tono desesperanzador, lleno de angustia y de ira; es reemplazado ahora por un cinismo descarnado que, aunque añore un tiempo anterior, no se enfrasca en él, ni le produce dolor, solo cansancio.


“La palabra está harta:

Cansada, cruza una cuerda en la cercha.

Se jala

hasta la asfixia alarmante.”

De pronto las palabras se vuelven motivo de molestia, porque provienen de los malos poetas; de aquellos que deberán ser “despellejados” como una ofrenda a los dioses locales.

“Deberá escupir los huesos del poeta odiado

con cada silbido de sus lenguas bifurcadas

Derramará su veneno entre los comensales descuidados

Hablará a espaldas con los riñones oscuros de odio

Hablará mal nunca bien

Sígase este protoculo a píe de letra

Expóngase el cuero de poetas despellejados

mientras termina el lanzamiento…”

 

Así, los catorce poemas que conforman esta sección, son el intento de una voz lírica por reivindicar la buena poesía y la figura del poeta originario.

 

Avante, poetas

 

Sangre aborigen que palpita

en las cuerdas ignotas de nuestra entraña:

música eterna y colectiva.

Hijos de una misma cama.

La América india nos define

su poesía nos reclama.

 

Si bien la quinta sección titulada “Enunciaciones originarias” es la que menos parece tener relación con el tono general del poemario; en realidad halla sentido por la manera en que Merchán hace uso de sus propios referentes culturales y religiosos, cuando invoca la teogonía de la cultura Muisca o Chibcha, originaria de Colombia.

En estos poemas, cuyos títulos hacen referencia a los nombres de diversas deidades de la cultura Muisca (Bachué, Furachogua, Chiminigagua, Huitaca, etc) son el intento del poeta por reconstruir una voz propia, alejada del discurso colonizador. El poeta se vuelve aquí, una nueva palabra y toma conciencia de su nueva forma. “Soy el aire calmo que habita Casa desnuda. / Atravieso las paredes. Susurro. / Muevo cosas sin permiso. / Me hago palabra.”

 Finalmente, la voz poética puede reclamar todo aquello que le ha sido quitado, empezando por su identidad.

“Me miro desde tu adentro

agazapado como tigre

arañando tu tiempo

durmiendo en tus entrañas

para fundar la tierra

que históricamente nos adeuda

un lugar donde dormir.”

  El poeta, consciente ahora de su nueva condición; se encuentra en otro estadio de la vida. Su encuentro con las deidades le ha brindado una nueva perspectiva del mundo. Ahora todo lo ve con claridad y se atreve a ser guía de otros. Nosotros, los lectores, desarrollamos también una nueva conciencia.   

 De esta manera, llegamos al penúltimo bloque de poemas que se titula “Instrucciones Inútiles”. La voz poética ahora, trascendida, es capaz de decirnos cómo se alcanza la felicidad y la vida eterna; cómo se escribe un poema o cómo se debe vivir.

Sin embargo, todo esto resultará en vano, porque el poeta sabe que no existen fórmulas; porque el dolor y la tristeza son condiciones necesarias de la especie; porque lo que nos vuelve humanos, es justamente nuestra posición frente aquello que no podemos controlar.

Mófate de tus propias desgracias, no tienen salvación

¿para qué combatirlas?

No gastes lágrimas.

(…)

Finalmente, ríndete y ama.

Sonríe

es la mejor venganza contra la muerte.

A ella, le atormenta la felicidad.

 

Al final, el poeta hallará su nueva forma, trocando su alma a Golondrina. Los poemas de este bloque confirmarán lo que ya en versos anteriores se venía diciendo. La intención de la voz poética es alcanzar a su dios, pero para eso resultaba preciso de-formarse, porque únicamente a través sufrimiento el alma expía sus pecados. Pero muy contrario a la vida del ascético, este camino no puede ser recorrido desde la negación de los placeres. El poeta necesita escudriñar en su dolor, vivirlos hasta dejarse destruir por ellos.   

“Olvidarlo.

Ayudarlo a llorar hasta evacuar toda esa mugre infamia.

Embriagarlo para celebrar su muerte.

Enseñarle de nuevo todo. Hasta vestirse.

Insistir en la esperanza, hasta cultivarla.

Desechar sus destrozos.

Fue necesario matar a ese hombre.

Reinventarlo.”

Tal vez Carlos Merchán logró entender que el acto mismo de la escritura permite, como catarsis, mudar el cuerpo a la sencillez de las aves. Porque todo lo que el poeta escribe sigue siendo el intento por encontrar respuestas al porqué de su existencia; logrando la comunión entre nuestros dioses y nuestros propios demonios. 

O tal vez, como dice el poeta, tampoco sean necesarios mayores “análisis metafísicos” ni “bastarán sabia lexicografía y sintaxis” si al final lo que se escribe sólo es poesía.


“Son poemas. Poemas. Poemas, lo que escribo”

 

Omar Balladares Rodríguez

Guayaquil-ECUADOR

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