¡Es relativo, Einstein! (artículo de opinión)

Todos asociamos la relatividad al científico alemán, y hemos apropiado un término a nuestro cotidiano vivir que antes no era parte de la cultura general. Sin embargo, poco conocemos del verdadero fondo de esa expresión. La usamos para todo: a la hora de ponderar el valor de algo, cuando evaluamos la importancia de un asunto, y en varios otros momentos. Allí, con frecuencia, y casi como un latiguillo, puede escucharse a modo de conclusión el decir “y… es relativo”. Así cuán valioso puede ser para una persona la formación de una familia, o qué tan importante es empezar un proyecto propio y terminarlo, pueden ser “relativos”. ¿Qué pensaría de todo esto el ilustre Einstein? ¿Estaría de acuerdo con esas expresiones? ¿O su respuesta también sería relativa? ¡Qué confusión!

Vamos a intentar acercarnos al gran concepto de relatividad que hay detrás de la teoría que revolucionó nuestra manera de entender el mundo físico… ¡pero a no asustarse! Solo vamos a introducirnos discretamente en ella con el propósito de esclarecer la idea de qué es relativo y qué no lo es. Las ecuaciones difíciles las dejamos para otro momento.

Tiempo atrás, allá por el siglo diecisiete, Isaac Newton sentaba las bases de la mecánica clásica. Fue un gran avance para la ciencia y para nuestra capacidad para entender cómo funciona el universo. Hoy en día inclusive, habiendo transcurrido más de tres centurias, la influencia de sus ideas permanece y nos permite comprender muchos fenómenos de la naturaleza, además de aprobar exámenes de Física en la secundaria. Esto hace que la figura de Newton se realce entre los grandes científicos de la historia.

Aún así, y sin interés en rebajar el mérito de sus aportes, con el trancurrir del tiempo y las incesantes investigaciones acerca del universo que nos rodea y del que formamos parte, aparecieron fenómenos que no podían ser explicados con los conocimientos existentes. Aquí nos adelantamos en este relato histórico, para no extendernos más allá de la cuenta, y para introducir la idea de que a través de los trabajos de Einstein esas aparentes incongruencias que no se podían explicar pasaron a poderse comprender bajo una nueva óptica.

Este nuevo entendimiento de la realidad implicó la revisión de conceptos que parecían inamovibles, como tiempo y espacio. Este es un ejemplo de los tantos que pueblan la historia en que se evidencia la tendencia que tenemos a definir algo como verdadero, y aferrarnos a ello, aún cuando se nos ofrecen posibilidades de superar nuestra forma de entender las cosas. Una de las declaraciones claves de Einstein fue afirmar que la velocidad de la luz era la misma, independientemente de quien la observara. Esto era válido si se estuviese quieto presionando el interruptor de la luz de una habitación, o encendiendo una linterna estando arriba de un avión viajando a altísima velocidad. Esto trae consigo muchas implicaciones que no viene al caso desarrollar, pero es importante decir lo siguiente: hay un parámetro que puede tomarse como referencia, que es la velocidad de la luz. Las relaciones se establecen con la velocidad de la luz, por eso es que se dice que son relativas a ella.

Entonces, ¿todo es relativo? No… en el ámbito de estas leyes físicas, hay un parámetro de referencia que es absoluto, invariable. Tal vez a nuestros oídos “relativizados” esto suene muy tajante, pero en verdad, estamos rodeados de indicaciones de que la realidad en la que estamos inmersos no es tan subjetiva como creemos.

Tomemos el caso de una persona que tiene en su zapato una piedrecita y que al andar le lastima el pie. Podrá hacer muchas cosas para calmar el dolor, incluso tomar un analgésico, pero la solución, o lo que debe en verdad hacer, no es tan relativo, tiene que actuar sobre la causa que origina su malestar.

Una persona que decide por propia voluntad alimentarse en base a hamburguesas, papas fritas y gaseosas, todos los días, para todos sus almuerzos y todas sus cenas, es claro que va a tener todos los inconvenientes de salud que uno pudiera imaginarse: obesidad, problemas intestinales, malestares en el hígado, etcétera. En este caso, no hay manera de relativizar qué es lo que le hace bien o qué es lo que le hace mal al organismo. Nuestro organismo tiene definidos inteligentes equilibrios, que cuando se alteran, se producen enfermedades. Si los desoímos, las consecuencias no tardan en llegar.

Una planta, tiene necesidades particulares para crecer de forma saludable, entre sus necesidades, podríamos mencionar el sustrato, la exposición al sol o la frecuencia de riego. Aun desconociendo cuáles son esos requisitos, frente a nuestros diversos intentos de cuidar la planta, ella nos va a indicar si estamos procediendo bien o no. Aquí también la realidad, expresándose a través de la salud de la planta, nos comunica que los cuidados que le dispensemos son relativos, o tienen relación, con la naturaleza propia de lo que nos proponemos cuidar.

Quien se propone aprender a tocar el violín, por ejemplo, porque gusta de su sonido y acaricia la idea de convertirse en músico, debe primero aprender su técnica y dedicar un tiempo generoso de su vida a tal propósito. En una ocasión, una mujer emocionada por un gran concierto de violín, se acercó al músico y, elogiando sus virtudes, le expresó cuánto le gustaría tocar como él, y que podría dar la vida para conseguirlo. El músico, a esto le respondió ­-Señora, precisamente, yo dediqué mi vida para hacerlo­-. Esto nos muestra que hay condiciones ineludibles para que un querer se transforme en realidad, como lo es dedicar inteligentemente el tiempo al cultivo de aquello que anhelamos. Si queremos conseguir algo, debemos ser dignos de la naturaleza de ese querer.

Y así como estos ejemplos, puede haber muchos más que nos señalan que la realidad tiene su lenguaje para hacernos llegar sus expresiones, a veces en forma de sugerencias, y en otros casos en forma de indicaciones más contundentes.

Lo cierto es que, si prestamos atención, no todo es tan relativo como creemos. Hay parámetros de referencia, el mismo Einstein los tenía, a pesar de que culturalmente entendimos (o quisimos entender) otra cosa. En el fondo, relativizar las cosas puede tener que ver con diferentes intentos de evadir la realidad, que se nos ofrece generosa para aprender gradualmente a transitarla con más conciencia. Y así, como para la Ley de Relatividad existe la luz como parámetro de referencia, en nuestras vidas la variable de referencia es nuestro propio recorrido, y todo lo que en él vamos aprendiendo. Lo que hagamos para nuestro bien o no, es relativo a ello.


Ingrid Danylow

Consultora en gestión de calidad y normas ISO 9001- 27001 - 21001. Coach ejecutiva (ICF certificated)

1 año

Que interesante Marian! Ver el origen de las palabras que usamos 😃

Claudio A. Ramirez Berlt

Dpto. Creativo en Mastv Canal 51

4 años

Me encantó! Gracias Mariano

Julian A.

Senior Multilingual DTP Specialist | Quality, punctuality and tranquility for your global projects.

4 años

Muy bueno tu artículo Mariano, importantes reflexiones y bien escritas. Seguí compartiendo! Abrazo!

Miguel Dimase

Profesor | Autor | Intento ayudar a mejorar el estudio, el aprendizaje y la comprensión. Dicen que lo logro.

4 años

Recordé "Relatividad" ("Uno y el universo") de Ernesto Sabato (Dr. en Física, que abandonó por la literatura) que dice respecto de la teoría: "[...] prueba que los viejos conceptos de espacio y tiempo son relativos y que es menester reemplazarlos por el concepto de intervalo, ente absoluto e independiente del observador y del sistema de referencia. Según esto, la doctrina de Einstein debe ser considerada como una verdadera teoría de la absolutidad, y es lástima que no se la denominara así. El uso de la palabra relatividad constituyó una de las más memorables calamidades filosóficas de este siglo, pues, por un malentendido tenaz —como todos los malentendidos— todos los relativismos filosóficos resurgieron con brío, como si se les hubiera renovado el crédito en el Banco de la Epistemología. José Ortega y Gasset, en un largo ensayo, reivindicó para sí la paternidad de las ideas einstenianas, creyendo cándida y apresuradamente que de algún modo Albert Einstein afirmaba la equivalencia de las perspectivas china y griega para juzgar un jarrón o la nariz de una mujer. Si no he entendido mal a Einstein y a Ortega, la relatividad no tiene nada que hacer con el perspectivismo. Mejor dicho: son exactamente lo contrario".

Muy Buneo!! Hace bastante venia con esa inquietud y no encontraba forma de poder expresarlo y darle un giro. Me ayudo mucho.

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