Escala de grises
Blanco y negro, dos términos contrapuestos que a priori, me aventuro a decir, todos entendemos del mismo modo y permiten alinearnos sobre lo que representa lo uno y lo que representa lo otro (cierto que alguna vez leí que los esquimales distinguen una amplia gama de blancos, jeje). Para mí el kit está en la escala de grises, y me explico.
Cuando uno comienza un proyecto, en mi caso en el ámbito tecnológico, sabe que tiene unos cuantos retos por delante. La tecnología no es sencilla, a pesar de estar acostumbrados, cada vez más, a utilizar variedad de apps en nuestros smartphones de lo más intuitivas y fáciles de utilizar, pero lo que hay por detrás es complicado, os lo aseguro. Si a esta ecuación le añadimos que el proyecto entra en el ámbito de la innovación, la cosa se complica más.
Alinear las expectativas de todos los implicados, la idea de lo que cada uno tiene, y ser partícipes de las decisiones que se van tomando, para llegar a un destino aceptado por todos, es fundamental.
Es muy importante mantener una retroalimentación continua con los usuarios, hacerlo todo de manera muy visual, que uno pueda percibir en cada paso como va evolucionando el producto final, entender la usabilidad de este, y de esta manera recorrer el camino juntos.
Del blanco al negro existe una amplia escala de grises. Cada uno interpreta esos grises de modo diferente, y las circunstancias nos llevarán de algún modo a un gris “final”, antes que al negro imaginado inicialmente.
Una buena comunicación, un aprendizaje continuo sobre un producto/servicio que evoluciona de manera iterativa e incremental, y una colaboración empática, transparente y sincera nos acercarán más a una escala de grises “común” para todos.