Escuelas efectivas, equidad e inclusión: hacia un cambio en el paradigma de las políticas públicas educativas.
Carlos Anríquez[1]
La investigación desarrollada bajo el enfoque de las escuelas efectivas ha constatado que existen centros escolares de sectores vulnerables, con rendimientos por sobre el potencial que el origen y entorno cultural de su matrícula permiten predecir, identificando factores del contexto, la escuela, el aula y el profesor que influyen en los resultados escolares.
Esta teoría ha sido la base para el desarrollo de prácticamente todas las actuales políticas públicas educativas, llevándolas a enfatizar la focalización y desarrollar intervenciones basadas en la discriminación positiva. La ley SEP es lo más representativo de este enfoque, que sostiene que reforzando los procesos de los establecimientos vulnerables, los resultados escolares mejorarán y se logrará la esperada igualdad de oportunidades en la sociedad como un todo.
Pero, por una parte, aunque se observan reducciones significativas de las brechas de rendimiento de los deciles extremos de la población escolar, tenemos que preguntarnos si ello es tan prometedor como supone la teoría y la respuesta es negativa. Si consideramos como indicador válido de este cambio la clasificación por niveles de desempeño que realiza la Agencia de Calidad[2], se puedeconcluir que la proporción de escuelas vulnerables que llegan a los más altos niveles de desempeño, difícilmente permitirá cerrar en plazos razonables las brechas entre los establecimientos de alto y bajo nivel socioeconómico.
Por otra parte, aun si los progresos en los rendimientos de las escuelas más vulnerables fueran significativos, cabe preguntarse, desde el punto de vista de la equidad y la inclusión, si una mejora tal permitirá modificar la naturaleza segregada del sistema educativo chileno. La respuesta parece ser negativa. Las evidencias disponibles dan cuenta de una muy alta segregación en el sistema, que no se reduce por cambios en el rendimiento escolar de las escuelas más desventajadas.
Lo problemático de esta distribución segregada de la matrícula,es que además de dificultar que las escuelas más vulnerables logren mejores resultados, impide que el sistema cumpla adecuadamente el rol de formar para el ejercicio de la convivencia social respetuosa y democrática.
Así entonces, el objetivo de mejorar los aprendizajes curriculares de sectores vulnerables aunque necesario, no es suficiente para lograr mejoras sistémicas en la educación chilena.
Por lo antes expuesto, es posible sugerir que estamos ante una revolución paradigmática en las políticas públicas educativas, similar a las que describe Thomas Kuhn para las ciencias, según la cual el paradigma de la focalización basado en el modelo de escuelas efectivas debería dar paso a otro, que privilegie explícitamente las medidas de inclusión escolar intramural universal, como una estrategia para alcanzar la meta de educación equitativa y de calidad para todos. Este paradigma renovado no se agota en lo intramural ni en lo pedagógico, ya que el cambio del sistema hacia uno más inclusivo y equitativo, se basa en que un volumen creciente de escuelas con proyectos educativos institucionales inclusivos, lo que debería ser incentivado y apoyado por las políticas públicas educativas.
En este sentido, la ley 20.845 abre un camino e inclina el marco normativo hacia el paradigma inclusivo, al eliminar barreras de acceso igualitario a la educación, entre otras formas, eliminando el financiamiento compartido y atacando la selección adversa a través de un sistema de selección escolar centralizado,que se basa en los modelos de mercados diseñados.
Sin embargo, debemos tener cuidado con la proverbial tendencia de las políticas públicas chilenas a confundir el cambio social con la instalación de medidas legales y procedimientos burocráticos. Si se analiza bien, la teoría de esta norma legal es que a través de un dispositivo de selección aleatoria, los hijos las familias más vulnerables podrán acceder a los establecimientos que prefieran sin ser discriminados por los proveedores y se impondrá así la inclusión educativa.Esta conclusión es errónea. Una escuela inclusiva no es solo aquella que tiene matrícula heterogenea, sino aquella que se hace cargo, activamente de esta multiplicidad de características personales, educativas y culturales y genera una cultura en la que se naturaliza la diversidad y desarrolla procesos educativo eficaces y adecuados a cada estudiante. Por lo tanto, aunque es verdad que dicho sistema incentiva una mayor heterogeneidad en la matrícula, producto de la visión mecánica y reduccionista propia de las políticas públicas chilenas, no se observan disposiciones sustantivas que impulsen ni apoyen el cambio paradigmático intramural, que es en definitiva un cambio en los modos de gestión, la cultura y enfoques de trabajo pedagógico de todos los establecimientos educativos del sistema.
Así entonces, más allá de disposiciones legales y dispositivos burocráticos, lo que se necesita para que se imponga el paradigma inclusivo en el sistema educativo chileno, es un abordaje integral del problema, con más investigación temática y generando incentivos y condiciones para que se expanda la cantidad de establecimientos educativos que desarrollen con eficacia proyectos educativos inclusivos, en lo pedagógico, lo convivencial y lo formativo.
Santiago, julio de 2019
[1]Profesor de Estado. Administrador Público. Diplomado en Investigación Pedagógica. Magister en Pedagogía.
[2]La Agencia de Calidad de la Educación clasifica a los establecimientos escolares reconocidos en 4 categorías, que van desde alto, hasta insuficiente, basándose en los datos de rendimiento en el SIMCE y un conjunto de otros indicadores indirectos de desempeño escolar de los establecimientos.
Doctora en Ciencias de la Educación mención Educación Intercultural de la Universidad de Santiago de Chile
5 añosHola Carlos, el camino hacia la inclusión requiere un trabajo colaborativo de todos. También me encuentro en este camino con mi especialidad y también con mis proyectos de trabajo!!