Eso que el surf me aporta y me hace sentir

Siempre que llega el momento me pongo nerviosa. Es un nervio bueno, como el de la noche de Reyes cuando eres niña, aunque con algo más de respeto. Y el nervio, va en aumento. A veces incluso tiemblo, tiemblo eso sí, con una sonrisa tallada entre una y otra oreja.

Puede hacer un sol de justicia que no perdone la quemadura ni a medio centímetro de piel. Puede hacer frío, incluso con lluvia, en el que cada paso apretado de neopreno y pesado por la carga de la tabla, me pregunto qué demonios hago ahí. Cualquiera pensaría que un domingo así de madrugón a 400 kilómetros de casa son ganas de sufrir.

Sin embargo, desde el instante en que meto el pie en el mar, todo cambia, noto como me recargo y renuevo por momentos. Nos sonreímos unos a otros, sin esconder la emoción, y remamos al fondo hasta encontrarnos con las olas.

Días de preparación del plan, puesta a punto del material, para unos segundos que están a punto de llegar. Veo la ola, comienza a elevarme y empiezo el viaje con ella y con todos y cada uno de los músculos de mi cuerpo y mi mente. A veces, algo falla y debo volver a empezar. A veces el fallo duele.

Pero otras, cuando la sincronía es perfecta, acompaño a la ola hasta el final de su viaje. Un viaje que termina entre el ruido de la ola que se apaga y el de los gritos de los compañeros que se encienden emocionados por mí, como yo me emociono por ellos, porque el sentimiento es compartido. Horas acumuladas de preparación y esfuerzo, para ese viaje. Y vaya si merece la pena.

Se trata de una experiencia muy personal, estoy conectada con el mar desde que nací, pero vivo en Madrid desde hace 10 años. La experiencia del surf es para mí la auténtica y más completa reconexión con el mar, cada vez que me es posible.

Una experiencia liberadora y regeneradora con la que veo la vuelta al trabajo distinta, con una energía nueva. Retomo los proyectos sin viejos bloqueos, con claridad, conectando mucho más con las emociones de mis clientes, sus consumidores y audiencias, con mis compañeros, porque traigo mis propias emociones en paz y a flor de piel. Así, se transforma mi día a día hasta que comienza una nueva cuenta atrás para volver a empezar.