ESPAÑA-INCENDIOS. ¿Quiénes se benefician de este desastre medioambiental?
Por Zairus Mont
Año tras año vemos con tamaña impotencia, como nuestros montes, bosques y parques forestales son pastos de las llamas, que además de todo el daño que ocasionan a miles de personas, destruyen el hábitat natural de la flora y la fauna de todos aquellos entornos víctimas de este desastre medioambiental.
A día de hoy ya se contabilizan cinco comunidades, de las 17 existentes en el país, que arden devoradas por los incendios, en los cuales han muerto ya varias personas y cientos han tenido que ser evacuadas de urgencia, muchas con lágrimas en los ojos por el sufrimiento de haber perdido sus recuerdos de toda la vida, sus bienes materiales y sobretodo sus hogares.
Pero hay un punto en donde los expertos, y los profesionales que se dedican a extinguir el fuego, coinciden: la mayoría de estos son intencionados y provocados por la mano del hombre en un 90 por ciento. Pero ¿Por qué?, ¿a quién o a quienes benefician estos incendios?, ¿es cierto que existe todo un negocio a consecuencia de que ardan nuestros bosques?
Los motivos pueden ser varios; campesinos que quieren quemar matorrales y residuos para regenerar los pastos para el ganado; el abaratamiento del precio de la madera calcinada, o conseguir el cambio del suelo son algunas de las razones que se esconden detrás de esta calamidad, que cada año nos afecta, y que ahora además cuenta con otro aliado mortal: el cambio climático y las cada vez más persistentes y tempranas olas de calor, que ayudan a expandir el fuego con mayor rapidez debido a las altas temperaturas, así como la falta y escasez de lluvias que dejan los terrenos cada vez más secos, convirtiéndolos en auténticos polvorines.
Las autoridades judiciales han abierto en lo que va de año, expedientes a más de un centenar de posibles culpables, cuya mano se esconde detrás de estos sucesos que acaparan las portadas de diarios y noticieros, durante la temporada estival que va desde Julio hasta septiembre.
Pero, remontémonos al 2015, el año en que la conocida como Ley de Montes (del 2003) sufrió una enmienda. “Esta ley tiene por objeto garantizar la conservación y protección de los montes españoles, promoviendo su restauración, mejora, sostenibilidad y aprovechamiento racional, apoyándose en la solidaridad colectiva y la cohesión territorial.”
Pero al ser reformada en uno de sus puntos, la enmienda permitió el cambio de uso de los terrenos “por razones imperiosas de interés público”, con lo cual se abrió la veda que obstaculizaba construir en suelo forestal incendiado, sin que hubiesen pasado los consabidos treinta años de moratoria que establece dicha ley.
Los ecologistas comparan esta situación con las guerras. “Del mismo modo que estas benefician a los lobbies de la industria armamentista y a los de la reconstrucción, los incendios forestales benefician a todos aquellos grupos interesados en que se propaguen los incendios.
Ecologistas en acción ponen de manifiesto la llamada “Economía del fuego”, donde las llamas provocadas tienen un beneficio económico detrás, que se convierten en una “gallina de los huevos de oro”, que da empleo y aporta dividendos a todos aquellos que se aprovechan de este desastre.
Por poner ejemplos, comencemos por los aviones. Todos hemos visto cómo pasan las naves hidráulicas que lanzan agua desde el cielo para sofocar las llamas. Pero cuando estas se expanden los equipos existentes no dan abasto, incluso aquellos destinados por el ejército para apoyar la labor de apagarlos; por lo que se hace necesario acudir al sector privado.
El precio para sofocar las llamas desde el aire se dispara cuando el Ministerio de medio ambiente tiene que acudir a estas empresas no públicas, cuya factura asciende de 4 mil euros la hora a 6 mil, por el uso de helicópteros o hidroaviones privados.
En el caso de la madera quemada, se convoca a estas entidades privadas para que agilicen la tala de árboles y así evitar las plagas. Esto provoca que el precio de la madera se rebaje a cifras inverosímiles por su retirada, por un valor de entre cinco y ocho euros la tonelada. Una vez extraída, la misma empresa que la retiro la pone en el mercado por valor de entre 30 y 40 euros la tonelada. Negocio redondo. Una práctica además, que los biólogos critican, pues la misma madera calcinada sirve a su vez como fuente de abono que ayuda a fertilizar los suelos.
Pero la cosa no para ahí. Los ganaderos también cogen su parte del pastel, pues una vez que se anula los acotamientos de las zonas quemadas, sueltan los animales en estos terrenos para que se alimenten de las primeras hierbas que nacen tras el fuego cuando el monte reverdece, de modo que se ahorran la compra de piensos alimentando al ganado de manera natural.
Y también están los cazadores, que aumentan su coto de caza al tener zonas más despejadas, o los vendedores de piezas y maquinarias pesadas que negocian con los campesinos para trabajar en los terrenos de siembras que quedan libres de árboles. Todo esto, y tal vez más, conforman esta “Economía del fuego “, que en lo que va de año ya ha arrasado más hectáreas que en todo el 2021, y aún queda mucho verano por delante.
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¿Qué se está haciendo mal? Hemos abierto una encuesta sobre este tema, y muchos coinciden en que la dejadez de las administraciones y la mala organización de prevención, también son culpables de esta monumental tragedia, que desafortunadamente se ha vuelto habitual verano tras verano.
En cada zona visitada por los gestores políticos, estos terminan siendo abucheados por los afectados al ver impotentes, como no se ponen en prácticas efectivas medidas de prevención que impidan llegar a este descalabro donde la negligencia también juega su papel.
Falta limpieza en el campo por la escasez de medios humanos para desbrozar los campos y quitar toda la mala hierba, los arbustos secos, y la limpieza de matorral. Un trabajo duro que muchos ciudadanos españoles –aun siendo desempleados- se niegan a realizar, y tampoco se organiza esa gran masa de inmigrantes sin trabajo a los que ni se les ofrece un sueldo digno por hacerlo, ni una documentación legal para que puedan ejercer dichas labores de mantenimiento con toda la seguridad que ello requiere.
Cada año se recolecta menos leña, que queda abandonada en el monte por los recortes de presupuestos, y que demuestra además que en muchas ocasiones el dinero invertido se malgasta con notable dejadez. Montañas de leña seca con abundante pinocha y piñas, llevan meses abandonadas como combustible perfecto para arder sin control. Al servicio de cualquier pirómano.
Luego están los desperdicios dejados por cazadores, ciclistas, excursionistas y senderistas, que se convierten en vertederos incontrolados de basura de fácil combustión, ya sea en medio del monte o en muchos contenedores que están días sin recoger a consecuencia de la misma falta de personal o reducciones de plantillas por la crisis de la pandemia.
Muchos vecinos de las zonas siniestradas están acostumbrados a que el monte esté lleno de restos de poda y de zonas con acumulación de desperdicios y se quejan: «Es una vergüenza. Es inconcebible que se hagan tareas de limpieza y se abandonen allí los restos de poda. Esto es pólvora. Limpian las orillas de los caminos y los cortafuegos y dejan abandonada toda la leña y en muchos sitios pasan cables de alta tensión que cualquier chispa puede provocar un incendio».
Por otro lado, es imprescindible hacer quemas controladas, que es un fuego beneficioso hecho por los profesionales para facilitar la renovación de la tierra. Una tarea que -a día de hoy- se ha dejado rezagada.
Más de mil 600 hectáreas han ardido hasta la fecha y se piensa que ardan otras tantas porque el fuego avanza imparable, al punto que pueda llegar a destruir otras seis mil hectáreas, equivalente a seis mil campos de futbol, una verdadera atrocidad.
Pero España no es la única que sufre esta situación. En toda Europa se está viviendo algo similar, pues muchos mapas aparecen en rojo debido a la voracidad del fuego en todo el continente que vive una dramática ola de calor.
Mucha agenda del clima, muchas reuniones al más alto nivel, muchos compromisos inciertos y apenas cumplidos, que no han servido para nada, porque a decir verdad son escasos los gobiernos que se han tomado en serio esta situación, desde que en 1975 el geoquímico marino
Wallace S. Broecker, hablara por vez primera del calentamiento global y del cambio climático.
Pues bien, ya estamos en este punto…, ¿y ahora qué?, El valor económico de la biodiversidad de los bosques se estima entre 166.000 y 490.000 millones de dólares por año, cinco veces más de lo que costaría tomar medidas efectivas de conservación a escala global.
¿Cuánto tiempo más seguiremos mirando para otro lado?
Fuentes: Wikipedia, Diario Las provincias, Bolsamania.com, La economía del fuego.
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1 añoO lo quitan o lo incendian