Esqueleto y organigrama: función compartida
El esqueleto es al cuerpo lo que el organigrama es a la empresa. Imaginémonos por un momento que carecemos de los 206 huesos que lo conforman. ¡¿De qué modo podríamos trasladarnos y accionar decisiones que implican movimientos?! De modo análogo, ¿qué ocurriría en las organizaciones sin la estructura de mando, coordinación e integración llamada organigrama?
Es posible que el organigrama se imponga demasiado o que realmente nadie lo respete, en ambos extremos el caos aflora. Nuestro cuerpo, en cambio, alcanza equilibro funcional al vincular el esqueleto con otros medios: ligamentos, tendones y cartílagos, por ejemplo. ¡Cooperación!
Los ligamentos son tejidos fibrosos que facilitan el funcionamiento de las articulaciones. En las organizaciones, se asemejan a las políticas que regulan quién puede decidir qué para que las estrategias y operaciones fluyan. Un exceso, contradicción u omisión de reglas traba la empresa.
Cuando el «esqueleto y los ligamentos» están sincronizados, el cuerpo —la entidad— es ágil, avanza y reacciona a buen ritmo. En caso contrario, si ellos no se «hablan», la tensión genera dolor, agobio, disonancia entre lo que se pretende conseguir y lo que se consigue. ¡Competencia!
¡Es el turno de los cartílagos! Son más firmes que los músculos y más adaptables que los huesos: amortiguan y facilitan el movimiento. Similares a procesos y personajes centrales de la empresa —que enlazan conductas para conformar una identidad, una forma de actuar—, estos proveen estructura a varias partes del cuerpo: nariz, laringe. Y cubren los extremos de los huesos claves.
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Los músculos están adheridos a los huesos. En analogía con lo anterior, los que lideran procesos («cerebro») y los indicadores de gestión emiten «señales» y advertencias a los colaboradores de que deben actuar. Estas llegan través de los nervios. Los buenos líderes generan un vínculo inteligente entre «nervios» que estimulan «músculos y articulaciones» para mover el organismo.
Los huesos no son visibles. Algunos protegen órganos vitales, como los pulmones, el corazón, la médula espinal y el encéfalo. De manera similar, en las empresas hay áreas esenciales —aunque «silenciosas»— que protegen su cultura, su identidad diferenciada y la fuerza de sus valores.
Son cinco tipos de huesos: cortos, largos, planos, irregulares y sesamoideos. Unos dan movilidad al cuerpo, otros lo protegen y otros le dan estabilidad. Los diversos sistemas del cuerpo funcionan en sinergia con ellos. Todos son importantes, también lo son los miembros de las organizaciones.
El esqueleto da forma, se desarrolla y crece. No es rígido, puede fracturarse y consolidarse de nuevo; un sinfín de factores intervienen en la protección de su fortaleza. Asimismo, las empresas han de actualizar su organigrama para traducir con verdadera fluidez sus intenciones en acciones.
Este entretejido de estructuras, sistemas, procesos, estrategias, principios, recursos, líderes, equipos, resultados y calidad de cada área amerita un diagnóstico integral periódico. Quizá sea un factor determinante para la mejora creciente de la «salud» de su empresa. ¿Lo realiza la suya?