Estado actual del patrimonio arbóreo
La consciencia emergente sobre los beneficios y servicios del arbolado urbano viene despertando actualmente una reflexión activa, en plena evolución, sobre la gestión, manejo y preservación del patrimonio arbóreo. Hoy en día ya no se miran los árboles urbanos como infraestructura inerte, son infraestructura viva, contrastando y facilitando que el entorno urbano sea habitable. No sólo sirviendo como ornamento, sino desempeñando un rol esencial en el entorno urbano, proporcionando beneficios y servicios imprescindibles.
En la gestión y manejo contemporáneo, se están diseñando y plantando bosques urbanos estratégicamente, con el fin de mitigar el riesgo asociado a vivir en el entorno urbano, optimizando, maximizando y preservando los beneficios y servicios que nos brinda el arbolado, contrarrestando el cambio climático al implementarlos en planes de gestión que tienen como objetivo reducir la contaminación del aire y del agua, en la gestión de aguas pluviales, en regulaciones de mejoras ambientales, regulando el transito, atenuando el ruido, en planes de salud pública y programas de bienestar, incrementando la seguridad y reduciendo la violencia generada por un entorno predominado por asfalto y concreto (Skiera, 2015).
Optimizar, maximizar, y preservar los beneficios y servicios que nos brinda el arbolado urbano es una tarea compleja. Los gestores y técnicos se encuentran en una situación difícil, respondiendo a una serie de requisitos, de presiones y solicitudes sociales y políticas. Su rol no es hacer lo mejor para el árbol, sino servir de mediadores entre las exigencias sociales y políticas y hacer lo máximo por intervenir únicamente cuando es necesario, logrando así un equilibrio entre el hombre y el árbol.
El favorecer las exigencias sociales y políticas, sin considerar las exigencias biológicas del árbol, además de una deficiencia en capacitación de gestión y manejo, es la causa principal del detrimento actual en que se encuentra el patrimonio arbóreo en muchos lugares. Afortunadamente, la relativamente reciente aplicación de la arquitectura arbórea en arboricultura está revolucionando la gestión y manejo del arbolado urbano. El objetivo de los estudios de arquitectura arbórea es comprender cómo crecen y se desarrollan los árboles, determinando las leyes biológicas que gobiernan y condicionan su crecimiento y desarrollo. Es así como hoy comprendemos la dinámica de crecimiento de árboles jóvenes; como se edifica la copa de un árbol y su sistema radicular; la relación que existe entre las diferentes partes del árbol; la modalidad de resiliencia después de un estrés; la modalidad de regeneración del árbol después de un trauma (poda, trasplante o accidente), al igual que la relación que puede haber entre la morfología del árbol, su desarrollo y su entorno (Édelin, 1999).
En gran parte, la degradación del patrimonio arbóreo es causada tanto por la eliminación de árboles como por la poda, bien sea de la parte aérea como del sistema radicular. La diagnosis arquitectural de la vitalidad de los árboles permite evaluar las diferentes vías de resiliencia de los árboles, sin condenarlos indiscriminadamente (Drénou, 2019). Y aunque la poda es útil en la gestión reactiva, resolviendo conflictos con la infraestructura urbana, debemos de aferrarnos a la problemática identificada especifica, que en muchas ocasiones no es más que la presión social y política, e intervenir solo y únicamente para resolver dicha problemática identificada poniendo a un lado nuestra subjetividad y anhelando a una gestión proactiva.
Afortunadamente, los conocimientos en arquitectura arbórea permiten una gestión proactiva, minimizando las intervenciones de poda al máximo, desde el cultivo de árboles en vivero en condiciones ecológicas aptas a la especie, sin poda, hasta la redirección de ejes como alternativa de poda (Millet, 2018).
Aunque en ciertos casos la poda puede ser legítima, en la mayoría de los casos no hace más que alimentar una industria gigantesca que todo lo quiere resolver de manera reactiva a punta de poda, con consecuencias dramáticas a largo plazo.
La supresión y reducción de ejes no le da tiempo al árbol de desplegar su mecanismo de poda natural para despojarse de sus ramas. Esta tarea le corresponde al árbol y no a nosotros. Cada eje está en un lugar preciso en el árbol y no se encuentra en ningún otro lugar. El árbol está ahí 24 horas al día, 7 días a la semana y sabe exactamente como necesita explorar el espacio para optimizar y maximizar su supervivencia en su entorno y nosotros llegamos de visita, sin pensar "arbóreamente", dejando que sea la motosierra y el serrote los que piensen en nuestro lugar violando así la integridad del árbol.
Los árboles no requieren ser podados, pero cuando cohabitan con nosotros imponemos que se poden, porque hay exigencias que nos conciernen y nos obligan a intervenir, además de que estamos condicionados por una mentalidad ancestral que considera que la poda le hace bien a los árboles. Ni las podas sistemáticas, ni las podas periódicas, ni las podas por costumbre son requeridas por los árboles, todo corte en un árbol es un trauma, y hay que hacer lo máximo por minimizar las intervenciones para así respetar la integridad del árbol.
La poda trae con sigo una dependencia considerable, entre más podamos, más tenemos que podar y en muchas ocasiones queriendo optimizar el árbol a la carga del viento, el resultado que se logra es el efecto inverso, disminuyendo considerablemente la capacidad del árbol a amortiguar las oscilaciones y disipar la energía del viento, rol que desempeñan en gran parte las extremidades flexibles del árbol que se eliminan al reducir la copa.
En lugar de podar árboles, podemos favorecer inspecciones aéreas periódicas e intervenir si está comprometida la seguridad de las personas o la integridad de la infraestructura urbana, o en escasas ocasiones cuando haya defectos estructurales, legítimos, que puedan comprometer la integridad o longevidad del árbol. Pero tarde o temprano debemos darnos cuenta que la poda de árboles no es más que el resultado del antropomorfismo excesivo. Nuestro cabello crece y lo cortamos. De manera similar, las ramas de los árboles crecen y las cortamos, excepto que hay una diferencia colosal. Mientras nuestro cabello crece desde su raíz, los árboles crecen en sus extremidades a partir de la yema apical y eso cambia totalmente todas las reglas (Restrepo, 2018).
"En menos de veinticinco años, el tráfico de la ciudad se ha vuelto agradable. El marco es estético y los árboles, sin podar, no presentan ningún peligro". – F. H.
Ilustración de Francis Hallé, 2011. Les arbres dans la ville. Imitado de Caroline Mollie, 2009. Du bon usage des arbres: un plaidoyer à l'attention des élus et des énarques. Actes Sud.
El estado actual del patrimonio arbóreo urbano es consecuencia de la gestión y manejo actual, que varían considerablemente de un sitio a otro. Por un lado, muchos árboles adultos y maduros son testimonio de las consecuencias nefastas de la poda, exhibiendo deformidades y heridas que generan zonas frágiles en su acervo vegetal. Y, por otro lado, en general, los árboles jóvenes, recién plantados en el entorno urbano, se alejan de su arquitectura endógena, ya que dependen más de los cortes que se les da en el vivero que de su propia genética (Boutaud y Genoyer, 2003). En varias urbes donde no es posible enterrar las redes eléctricas, el dinero del contribuyente es despilfarrado por una gestión reactiva que no respeta la integridad de los árboles (Millet, 2018). La gestión estratégica, proactiva, es incluyente. Catástrofes relativamente recientes como la exterminación del castaño, el olmo y el fresno en Norte América son testimonio de que debemos favorecer la diversidad, considerando tanto las especies exóticas como las nativas. Las especies nativas están condicionadas a microclimas, en bosques donde viven en simbiosis con otros organismos. En un contexto urbano, todo árbol aislado es un árbol exótico (Urban, 2008).
Montreal, QC, 2020.06.22
ver. 1.1.2020.06.23
Referencias:
Boutaud, Jac y Genoyer, Pascal, 2003. « Le développement des arbres et la taille de formation » in Boutaud, 2003. La taille de formation des arbres d'ornement. SFA.
Drénou, Christophe, 2019. Face aux arbres : Apprendre à les observer pour les comprendre. Éditions Ulmer.
Édelin, Claude, 1999. L'architecture végétale dans la conduite des arbres urbains. Institut de recherche en biologie végétale (IRBV), Université de Montréal.
Millet, Jeanne, 2018. Arbres sous tension. Editions Multimonde.
Restrepo, David, S., 2018. Tree crown reduction = Wind load increase. LinkedIn.
Skiera, Jim, 2015. Think Inside the Box. ISA Perspectives, Arborist News (Feb).
Urban, James, 2008. Up By Roots: Healthy soils and trees in the built environment. ISA.