Estado de derecho | CONTRARÉPLICA
Viviendo a la sazón en España, identificando México pero sin haber vivido aún en el país, escuché la noticia de que se había encarcelado a La Quina. Mi primera pregunta fue si era hombre o mujer, la segunda por qué se encarcelaba a un líder sindical, la tercera por qué reforzaba la autoridad del presidente en turno.
Entendí entonces, y lo mantengo ahora, que la política mexicana es entendible, pero extremadamente compleja.
El equilibrio de poderes entre la presidencia, la Cámara de Diputados, el Senado, los sindicatos, los poderosos detrás del trono, los partidos reales, los partidos ficticios, las empresas y las organizaciones empresariales constituía y constituye un performance de infinitas pistas, donde los hilos del poder se mueven con habilidades muy particulares. En medio de todo brillaba un presidencialismo que nunca ha muerto y probablemente nunca morirá. México es genéticamente presidencialista.
Ya en México, pude vivir y vivo en un país democrático, dotado de instituciones, con un sistema de partidos más que aceptable (aunque con infinitas mejoras) y con un desarrollo económico del que pocos países del mundo gozan. Era el México moderno, el actual, el que es relevante en la política y la economía internacionales.
Hemos vivido periodos de un considerable Estado de derecho. Pero éste se ha ido decolorando con el tiempo hasta llegar a sus máximos letales en el sexenio pasado. La calificación de delito grave es un enorme problema en el país. Esto permite muchas acciones de corrupción. Los procesos judiciales son, en su mayoría confusos, ambiguos y espurios, aunque el indiciado pudiera ser considerado en cualquier parte del mundo un criminal. Se denuncia sólo un mínimo de delitos por temor a lo que pudiera suceder como represalia y porque la aplicación de la justicia no llega ni al 2% de los delitos.
Éste es nuestro México frankesteiniano. Un país de una riqueza cultural inigualable. La mayor economía de América Latina en este momento. La cuna de artistas, cineastas, chefs, empresarios, presidentes de instituciones internacionales.
Y junto a ello un Estado sin suficiente derecho, con una impunidad rampante que lacera todo lo que somos.
Rosario Robles está en prisión preventiva, bajo un delito no grave, en un proceso enrarecido y al inicio de un nuevo gobierno. Su inocencia parece improbable, desde luego, el proceso nos muestra la realidad de nuestra justicia.
De La Quina a Rosario pasando por Elba y otros próceres de la “sinvergüencería”, Mexico no ha mejorado su Estado de derecho.
Mientras el uso político de casi todas las instituciones impida la sedimentación de bases sólidas del Estado, la maduración de este mismo estará a merced de los políticos.
Solo un pacto social, político y económico logrará la edificación sólida del Estado.
Fuente: http://bit.ly/2YULl0d
Para no cambiar la dinámica, alguien tiene que ir a la cárcel. Cada uno elige el suyo