Estamos programados para ser pesimistas

Estamos programados para ser pesimistas

Practicar la gratitud para sobrellevar mejor un día de trabajo

Quizá creas que la gratitud nos nace de forma natural. Te imaginas paseándote por la vida oliendo las rosas y sintiendo el sol en la piel, como el típico personaje de Disney de mirada inocente.

¿La realidad? Para la mayoría, la gratitud es una lucha cuesta arriba. Aquí te cuento algunas razones. 

1. Estamos programados para ser pesimistas.

Te consideres optimista o no, todos tendemos a optar por el pesimismo. Esto se debe a nuestro sesgo de negatividad, por el que le damos más peso a las experiencias negativas que a las positivas. 

Incluso las palabras que usamos para describir los encuentros negativos son más ricas y variadas que las que empleamos al describir las experiencias amenas. Eso nos ayuda a entender por qué describimos un mal día en la oficina como "desastroso, humillante e insoportable" mientras que los días buenos no son más que eso, "buenos".

¿Qué tiene que ver todo esto con apreciar el estado actual de tu carrera? Si tu cerebro está programado para concentrarse en los aspectos no tan buenos de tu trabajo, es más difícil sentir agradecimiento hacia él.

2. Usamos a los demás para medir el éxito

¿Conoces la frase "la comparación es el ladrón de la dicha"? Por desgracia, la comparación social—es decir, cuando tratamos de comprender nuestra posición al compararnos con otras personas—es otro fenómeno psicológico innato. 

A medida que el uso de las redes sociales aumenta, es cada vez más fácil llevar la cuenta de nuestras relaciones. Tenemos acceso inmediato a las mejores fotos de los demás, y digamos que no nos sienta de maravilla. Según un estudio de alumnos universitarios, aquellos que limitaron el uso de las redes sociales a 30 minutos por día se sintieron considerablemente mejor al finalizar el período de tres semanas de la investigación. 

La comparación constante no solo nos pisotea el ánimo, también puede sabotear los sentimientos de gratitud. Al fin y al cabo, quizá estés feliz con los logros profesionales que alcanzaste hasta ahora. Pero ¿qué pasa cuando ves que a una excompañera de la universidad la ascendieron o que firmó un contrato editorial? Ahí es cuando se infiltran los pensamientos negativos.

3. Sentimos una enorme presión por orientarnos a los objetivos

Hay una razón por la cual hay tantos consejos sobre cómo practicar mindfulness: vivir en el presente es extremadamente difícil. El motivo es que nos han condicionado a mirar siempre hacia el futuro.

Ya sabes de qué va. ¿Dónde te ves en cinco años? ¿Cuáles son tus metas profesionales a largo plazo? ¿Cuáles son tus resoluciones de Año Nuevo?

Llámalo hustle-culture, o buscarse la vida, adicción al trabajo performativa o cualquiera de las frases de moda. La cuestión es que sentimos la necesidad de ser descaradamente ambiciosos—de rompernos el lomo trabajando para conseguir algo mejor de lo que ya tenemos. Esa mirada constante hacia el futuro hace que sea más difícil sentirnos satisfechos con el presente.

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