Europa es líder en regulación digital, y éste es el momento de aprovecharlo
A estas alturas del partido, ya nadie duda que el reparto del poder mundial se dirimirá en el escenario digital. Estamos en una nueva era, donde el carbón y el acero han quedado o están quedando atrás, y es el control de las redes, los datos y las infraestructuras lo que determinará quiénes son los actores más poderosos de la Tierra. La Revolución Industrial está oficialmente muerta.
En este nuevo escenario, dos grandes bloques compiten por liderar las distintas tecnologías que marcarán nuestro futuro. China lidera en 5G, drones comerciales o en baterías para coches eléctricos, mientras que Estados Unidos tiene ventaja en la biología sintética, la industria biofarmacéutica, la energía de fusión o la computación cuántica.
La tecnología que puede ser más determinante en el futuro, la inteligencia artificial, está aún en territorio de disputa, así como los semiconductores o las redes de nueva generación. No tienen todavía un ganador claro, aunque siempre depende de qué informe se consulte. El realizado por el Instituto de Política Estratégica Australiano (ASPI) el pasado mes de marzo inclina mucho más la balanza hacia China. El país asiático lidera según este análisis en 37 de las 44 tecnologías críticas y emergentes del momento.
Sea como fuere, todos coinciden a la hora de evaluar el papel de Europa en la revolución digital. Mínimo, pero no inexistente. La UE lidera sin oposición el ámbito de la regulación digital, que es tanto como decir el de la ética. Somos el espejo en el que se mira el mundo a la hora de salvaguardar los derechos y libertades que tendremos en este nuevo escenario en el que ya estamos inmersos.
Puede parecer un tema menor si miramos el gráfico -que, como todo el mundo sabe, vale más que mil palabras- pero no lo es en absoluto. Liderar en un área que es transversal y estratégica puede proporcionar a la Unión Europea una ventaja competitiva para expandir su modelo más allá de sus fronteras, y especialmente en Latinoamérica.
Estos países tienden a favorecer una digitalización basada en derechos que salvaguarden los principios y valores democráticos, inclinándose hacia el modelo europeo de desarrollo y regulación tecnológica. Por decirlo de otra forma, estos países están socialmente más próximos a la forma de pensar y actuar de los europeos que a los de otros lugares del mundo.
Y eso es una opción diferencial en un escenario donde cada vez cobra más relevancia la ética, en especial ante el temor que suscita en muchos la irrupción de la inteligencia artificial generativa. ChatGPT ha encendido las alarmas mundiales al desarrollarse en un tiempo récord sin que existan controles legales, y eso es algo que asusta a muchísima gente.
Regular las herramientas de inteligencia artificial sin frenar al mismo tiempo su desarrollo es un desafío legislativo universal, pero mientras China y EE.UU. miran hacia otro lado enfrascados en su batalla tecnológica, Bruselas no se arredra a la hora de buscar una legislación ética que proteja a los ciudadanos.
Y esta actitud conecta con las de muchos países latinoamericanos, que están aplicando leyes inspiradas en el Reglamento de Protección de Datos de la UE de 2016 (RGPD). Además, varios estados de la zona son pioneros en otros ámbitos de los derechos digitales y líderes en el desarrollo de una inteligencia artificial ética y responsable.
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Importancia de la ética
Si la ética es ya de por sí importante en cualquier actividad humana, su importancia se ha disparado en los últimos meses con la irrupción de tecnologías que no todo el mundo comprende. En su discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua, la catedrática en IA Asunción Pérez-Gómez ha advertido que esta tecnología “puede superar las fronteras de lo ético y lo legalmente aceptable” y ha urgido a la aprobación de un reglamento europeo sobre la Inteligencia Artificial.
Hay voluntad política de hacerlo. Y este es el principal argumento para hacer atractiva a una Unión Europea que no lidera en tecnología ni en investigación, pero sí en valores y principios, y por ende, en regulación. La alianza con América Latina, un territorio con el que comparte valores y visiones, se hace poco menos que inevitable.
Así, el pasado mes de marzo se puso en marcha la Alianza Digital Unión Europea-América Latina y el Caribe, una iniciativa conjunta para defender una transformación digital centrada en el ser humano. Se sustenta en una contribución inicial de 145 millones de euros del Equipo Europa, de la que 50 millones, procedentes del presupuesto de la UE, se destinan a impulsar la cooperación digital entre ambas regiones.
El objetivo de la Alianza es fomentar el desarrollo de infraestructuras digitales seguras y resilientes sobre la base de un marco basado en valores, garantizando un entorno democrático y transparente y haciendo especial hincapié en la privacidad y los derechos digitales.
Una gran iniciativa que, sin embargo, podría no ser suficiente. La brecha digital en esta región es la mayor del mundo y acabar con ella requerirá una colaboración a largo plazo que debe ser impulsada desde la presidencia española de la Unión Europea. Muchos Estados miembros aún no son conscientes de la importancia estratégica de Latinoamérica, una región donde China ha multiplicado por diez sus inversiones en los últimos años.
Para ello, es esencial para la creación de una estrategia global en la región que incluya instrumentos diplomáticos, económicos y de seguridad. Los objetivos clave de este ejercicio deberían ser garantizar que los países de América Latina, con graves necesidades de conectividad y brechas digitales, puedan recibir financiación de la Global Gateway.
Reforzar los lazos de la UE con Latinoamérica siempre ha sido urgente, pero en escenario digital marcado por la competitividad extrema se hace aún más apremiante. Máxime cuando la alianza tiene como objetivo no solo mejorar la conectividad, sino garantizar la inclusión a través de un área -la legislación- donde Europa es líder a nivel mundial. Es el momento de aprovecharlo.