Exceso de emociones - Un arma de doble filo

En muchas ocasiones, pensamos una cosa y decimos otra, sentimos una cosa y hacemos otra, somos tan poco coherentes con nosotros mismos por miedo, miedo a cualquier cosa, pero mucho miedo al juicio y las opiniones de los demás. Tanto así que se llega al punto que nos enfocamos más en la valoración ajena que en la propia. Y es ahí donde se arranca un sin fin de emociones.

Eso que pensamos o sentimos y queremos sacar y no lo hacemos, afecta nuestra salud y se expresa en el cuerpo a través del dolor y la ansiedad. Nuestro cuerpo nos envía señales para llamarnos la atención sobre la existencia de algo que hay que modificar.

Todos tocamos fondo de alguna manera, un día te levantas y sabes que llegaste a lo más profundo o simplemente ya decides parar porque sabes que tienes que hacerlo. Siempre hay gente que se preocupa y está viendo como vas cayendo poco a poco. Y eso te empuja a querer salir, por ti y por aquellos que quieres.

Recuerdas eso que dice: "¿por qué preocuparse por cosas que no van a cambiar o aquellas que no puedes cambiar?", repetir eso una y otra vez al final ayuda. Se llega a la aceptación y luego a un tipo de calma, tranquilidad. Claro, eso no pasa de un momento a otro, requiere tiempo y paciencia, pero se logra. Y sí, aunque aún hay cosas que no nos parecen del todo correctas, igualmente ya no causan el mismo efecto.

Estás relajado, simplemente en calma y una vez llegas a ese punto no puedes perderlo y aquello que te afectaba ya no lo hace.

Cuando nos relajamos logramos conseguir un efecto de calma que nos hace enfocar la realidad con más nitidez.

Para cambiar las emociones tenemos que cambiar los pensamientos, ya que emoción y pensamiento van unidos, y si cambiamos el pensamiento podemos regular tanto nuestras emociones como nuestras acciones.