Feminismo moderno: surfeando la ola del cambio cultural
Hace unas semanas comenzamos con Valeria Avalle un #BooKClub Feminista donde nos reunimos virtualmente para compartir textos sobre feminismo, aprender y debatir entre mujeres. Y hoy quiero compartirles un gran interrogante que surge en muchas (si no es en todas) de nuestras conversaciones. Luego de problematizar y comprender raíces y matices de la desigualdad de género que no habíamos visto con anterioridad surge la pregunta de oro: ¿Y ahora qué hacemos? ¿Cómo lo resolvemos? ¿Qué podemos hacer YA?
La famosa búsqueda de la fórmula que nos diga cómo movernos y qué hacer para ponernos en marcha como obreras a construir un mundo equitativo.
Algo de luz nos acercó Valeria en el último encuentro mediante el capítulo “la cultura del consentimiento” del libro “El fin del amor, querer y coger” de Tamara Tenenbaum. A través de analizar la cultura de la violación nos deja una gran reflexión que se puede extrapolar a todas las aristas del feminismo, a la gran lucha feminista.
En este capítulo, Tamara nos cuenta de las universidades estadounidenses que en su intento por frenar las innumerables violaciones en sus campus incorporaron el affirmative consent: un varón debe obtener un consentimiento explícito a cada paso del encuentro sexual. Si bien hay algo valioso en esta idea, estimular conversaciones claras, hay algo de obsesión por la palabra mágica. Tamara plantea que la idea de encontrar una fórmula estandarizada para distinguir situaciones violentas de no violentas es inútil y hasta contraproducente.
- Inútil: porque en condiciones de vulnerabilidad o desigualdad ni siquiera el explícito “sí” es un sí hecho y derecho.
- Contraproducente: porque plantea la violencia sexual como una cuestión puramente técnica: la señal concreta de consentimiento. Cuando en realidad el consentimiento se trata de mirar a la persona que tenemos enfrente, interpretarla y comprenderla como parte activa de la situación. “Si mi negativa no va a ser escuchada, no sirve de mucho que aprenda a verbalizarla”, afirma.
Tamara nos invita a ponernos incómodas e incómodos y a dejar de buscar fórmulas fáciles, a la cultura de la violación se la extermina con un cambio en la cultura (la cultura del consentimiento)
Esta discusión sobre la violencia sexual hace patente lo difícil (o imposible) que es atacar un problema sistémico sin transformar el sistema. Este concepto creo que se puede extrapolar a todos los ámbitos donde las mujeres nos encontremos en condiciones de desigualdad: educación, economía, política, trabajo, y tantos más.
No existe una fórmula mágica en este sistema tal como está sino abordamos la desafiante tarea de cuestionarlo y modificarlo entre nosotras y en conjunto con aquellos hombres que se animan a desafiar sus privilegios.
No voy a negar que hemos avanzado enormemente en cada ola feminista. Hemos podido ingresar a la vida política y opinión pública a través de nuestro voto, hemos ingresado al sistema educativo y al mundo del trabajo, entre otras “ganadas”. Sin embargo, creo que a las feministas que estamos “surfeando ésta ola” nos toca evolucionar sin caer en la polarización tan común en nuestra época (machismo o hembrismo) y adentrarnos en lo más profundo aunque eso implique cuestionar nuestro sistema de creencias, desde lo colectivo y también lo individual.
Entonces, para construir una nueva cultura primero hay que poner en jaque a la cultura predominante actual.
Y en nuestro querido #BookClub Feminista también conversamos de esto a través del artículo “Aculturación Feminista” de Marcela Lagarde. Allí conversamos sobre el primer paso: perder la cultura o aculturizarse. Un proceso de profundo dolor que produce una escisión vital del “yo actual” y una construcción difícil pero gozosa de una nueva cultura, la cultura feminista.
A lo que Tamara Tenenbaum llama nuevo sistema, Marcela Lagarde lo menciona como “cultura feminista”: una creación cultural que las mujeres necesitamos legitimar, autorizar y hacer universalmente necesaria al mostrarla como fuente indispensable para la cultura del desarrollo y la convivencia democrática basada en la igualdad y libertad humana.
También plantea algunos retos culturales a afrontar en esta transición:
- Espacios sóricos de formación académica y política ilustrada feminista.
- Espacios feministas de resignificación identitaria individual y colectiva.
- Espacios de confluencia política de la diversidad posicionada de los grupos, los movimientos y las personajas feministas.
- Desarrollar una ética y una estética del orgullo feminista.
Es un proceso largo que implica gran comunidad entre mujeres que continuamente se retroalimentan entre sí con una perspectiva sorora. Pero no nos sintamos culpables por haber llegado tarde, Marcela Lagarde nos recuerda que el feminismo siempre es tardío, no es lengua materna ni lenguaje escolar ni materia universitaria. Siempre llega tarde. Cada una debe hacer su experiencia personal y luego viene la reeducación marcada por las propias crisis identitarias.
Pero me permito cerrar de un modo optimista al esperar que seamos otra generación puente que permita a las que vienen reconocer y disfrutar sus derechos más temprano que tarde.
Los grandes logros históricos llegan con grandes cambios culturales, pero como decimos las feministas: nos mueve el deseo. A surfear la ola compañeras.
Phd Historia en Pontificia Universidad Católica Argentina
3 añosValioso
*Educación en Tecnología=Innovación Social* Trabajando por más diversidad en el ecosistema tech - Speaker en género y diversidad
4 añosGenia total, cómo hacía falta reflexión seria sobre feminismo en este espacio. A hackear la cultura!
Regeneración Organizacional | Diseño Humano
4 añosGenia!
Lead HRBP | People and Culture | Gestión de Talento |Career Coach | Talent Planning
4 añosExcelente caro!! Que sigan las invitaciones a pensarnos y repensarnos ❤️
Marketing Leader at Pi Data
4 años"...para construir una nueva cultura primero hay que poner en jaque a la cultura predominante actual" 👏 Excelente artículo de reflexión, espero que el BookClub siga inspirando así.