Fertilizantes: El Bueno, el Malo y el Feo

Fertilizantes: El Bueno, el Malo y el Feo


Hasta hace poco, se consideraba a la tierra como poco más que polvo y acumulación de partículas inertes. Hoy, estamos descubriendo que algunos de los desafíos en presión alimentaria y cambio climático global podrían estar basadas en la tierra. Cuestiones como cambio de uso de suelo, captación de carbono, desertificación, eutrofización y rendimiento de cultivos, necesitan enfocarse en la salud de la tierra con el fin de encontrar una solución integra y sustentable.

Recientes estudios sobre la tierra, han revelado que una pequeña cucharada de tierra sana contiene de 50 millones a 2 mil millones de microorganismos. Estos microorganismos son los responsables de varios servicios ecológicos, desde la regulación y captación del agua, filtración, moderación de contaminantes hasta flujo del ciclo de nutrientes y captación de carbono. Estos son básicos para el sustento de la vida vegetal y animal.

Los seres humanos usamos la tierra para la mayoría de las actividades que sustentan la vida, incluyendo construcción, minería y particularmente la agricultura. Actualmente estamos usando un tercio de las 4.4 mil millones de hectáreas de tierra apta para la cosecha de alimentos, sumando un total de 1.6 mil millones de hectáreas alrededor del planeta. Esto ha causado que el planeta pierda la mitad de su tierra fértil que está viva y no es renovable. Más del 25% de la tierra arable disponible en el mundo ha sido severamente degradada.

Estimado de Contenidos Orgánicos en la Tierra
(cm de profundidad)

 

Fuente: ISRIC – World Soil Information (2016)

El uso de fertilizantes es uno de los principales culpables del profundo deterioro de la tierra. Desde la revolución verde de los años 60, los productos químicos y sintéticos se utilizaron para duplicar y algunas veces hasta triplicar el rendimiento de los cultivos para sustentar el crecimiento de la población. Esta reconocida revolución salvó alrededor de mil millones de personas de la hambruna, sin embargo, algunas décadas después los nutrientes esenciales para la vida del planeta y su tierra se agotaron, dando paso a la desertificación y aridez de las tierras a nivel mundial. Por consiguiente, más y más químicos fueron usados para alimentar los cultivos en esta tierra privada de nutrientes, hasta que, hoy en día, en promedio, cada hectárea de tierra cultivada requiere de 120kg de fertilizantes; esto equivale a casi 200 mil millones de kilogramos de fertilizantes utilizados cada año.

Los fertilizantes principales en la agricultura son nitratos y fosfatos, de los cuales, cada uno presenta problemas propios. Con los métodos de aplicación tradicionales, frecuentemente se desperdicia el 80% de estos químicos, suministrando contaminación al suelo durante décadas. Estos residuos, viajan a través de los mantos acuíferos y aguas subterráneas hasta llegar a lagos y mares, creando explosiones de florecimiento de algas y otros organismos que eventualmente agotan el oxigeno del agua generando “zonas muertas” donde nada es capaz de sobrevivir. Los fosfatos presentan otra dificultad; mientras que son esenciales para la vida, en funciones como creación molecular, comunicación de células, ATP e incluso DNA, se están volviendo cada vez más escasos. Para el 2030, se espera que los fosfatos lleguen a su máximo rendimiento en minería y al final de el siglo, se habrán agotado por completo.

Una alternativa a los fertilizantes químicos es el Nim. El árbol de Nim tiene dos productos derivados que han sido probados como magnificos fertilizantes, el aceite y la torta (los residuos de la semilla una vez comprimida). Estos productos ayudan a retener agua, a que la tierra mejore su porosidad y a proteger las raíces contra plagas y enfermedades. La torta de Nim provee más nitrógeno, fósforo, potasio, calcio y magnesio que el abono, haciendolo el alimento ideal para los microorganismos. Finalmente debido a que los productos orgánicos tienen que pasar por el proceso de descomposición antes de soltar sus nutrientes, además de el hecho que el Nim se degrada después de tres días por la exposición a la luz UV, la contaminación y el escurrimiento se reducen al mínimo.

Nuevas estrategias alrededor de la salud del suelo, optimización de rendimientos y prácticas sustentables de agricultura, están emergiendo globalmente en un esfuerzo para disminuir la degradación de la tierra, contaminación del agua subterránea y la constante pérdida de nuestra tierra arable. Las soluciones varían desde prácticas de agro-ecología hasta la sustitución de fertilizantes sintéticos por alternativas orgánicas, naturales y biodegradables. Los productos de Nim ofrecen soluciones sustentables que no solo evitan los daños a la tierra, si no que también ayudan a su regeneración.

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