¿Fiestas de unión o campo de batalla? A 21 días de Nochebuena.

¿Fiestas de unión o campo de batalla? A 21 días de Nochebuena.

“any resemblance to reality is pure coincidence”. 

Las fiestas tradicionales como Navidad y Año Nuevo suelen ser momentos esperados con alegría, pero también pueden convertirse en escenarios de tensiones familiares que muchas veces parecen inevitables. Estas celebraciones, pensadas para unirnos, a menudo revelan conflictos subyacentes que surgen en las decisiones cotidianas de la organización: ¿con quién paso las fiestas?, ¿qué comemos?, ¿cómo incluimos a todos? A continuación, exploramos estas situaciones en profundidad y con un enfoque más humano.

Era una noche tranquila a principios de diciembre, y Laura, sentada en su sillón favorito con una taza de té frío, miraba el calendario con una mezcla de ilusión y preocupación. "Ya falta poco para Navidad", pensó, mientras un sinfín de preguntas empezaban a rondar por su mente: ¿con quién pasaría las fiestas este año? ¿Qué cocinaría? ¿Cómo lograría que todos estuvieran felices?

Laura recordó cómo el año pasado había terminado llorando a las doce en punto. Como hija única de padres separados, había tratado de dividirse entre ambas casas, pero terminó sintiendo que no había estado completamente presente en ningún lugar. Este año, también estaba la familia de su esposo, Javier, y todos querían que estuvieran juntos. "Es tan difícil no defraudar a nadie", pensó mientras su gato se acurrucaba en su regazo.

Mientras tanto, su abuela Marta, viuda desde hacía años, pasaba las noches mirando álbumes de fotos antiguas, deseando que alguien la invitara a pasar la Navidad. Marta nunca pedía nada, pero Laura sabía que en su corazón anhelaba una cena rodeada de familia.

La organización del menú también traía consigo sus propios retos. Laura adoraba la idea de sorprender con un menú vegetariano que había aprendido en un curso de cocina, pero su papá no podía imaginarse una Navidad sin el tradicional lechón al horno. "¿Y qué hacemos con el primo Marcos y su alergia al gluten?", se preguntó. Sentía que cada decisión se convertía en una batalla entre tradición y modernidad, entre preferencias y restricciones.

Por otro lado, estaban los costos. Laura había ahorrado durante meses para estas fiestas, pero sentía que todo se iba en un abrir y cerrar de ojos. "Quizá deberíamos pedirle a cada uno que traiga algo", pensó, aunque no quería que su tía Rosa, siempre pendiente de cada detalle, se sintiera molesta por ello.

Decidir dónde reunirse también era un dilema. La casa de Laura era pequeña, pero cómoda. "Si lo hacemos aquí, mis suegros tendrán que viajar, y eso los agota", pensó. Su hermana, que vivía en la ciudad, había ofrecido su hogar, pero siempre había cierta tensión entre ella y la prima Clara, y Laura temía que un pequeño comentario pudiera arruinar la noche.

A medida que organizaba mentalmente los asientos en la mesa imaginaria, recordó cómo su madre siempre terminaba agotada y con pocas ganas de disfrutar. Laura decidió que este año sería diferente. "Voy a pedir ayuda. Todos pueden contribuir un poco, y así nadie se sentirá cargando con todo", pensó con determinación.

A pocos días de Navidad, Laura abrió su armario y miró su vestido rojo de hace dos años. "Tal vez pueda darle un toque nuevo con ese collar que me regaló Javier", pensó. Este año no había dinero para comprar algo nuevo, pero quería sentirse especial. Recordó que su amiga Sofía había mencionado un intercambio de ropa. "Podría ser divertido", pensó, imaginando un vestido diferente sin gastar un peso.

Laura también pensó en Marta, su abuela, quien siempre vestía su mejor ropa aunque nadie la visitara. "Quizá podría regalarle algo pequeño para que se sienta especial", reflexionó.

El año pasado, una discusión entre sus tíos había opacado el brindis. Laura recordó cómo su sobrino más pequeño había preguntado por qué los adultos no podían simplemente disfrutar juntos. "Este año voy a hablar con todos sobre poner un límite al alcohol", decidió. "Quiero que los niños recuerden la magia de las fiestas, no los gritos."

Finalmente, Laura cerró los ojos y respiró hondo. Sabía que no podía controlar todo. Había expectativas que no podría cumplir y rencillas que no podría sanar en una noche. Pero también sabía que las fiestas eran una oportunidad para abrazar las imperfecciones de su familia y encontrar la alegría en los pequeños momentos.

Cuando llegara la medianoche, Laura no quería estar preocupada por las palabras no dichas o las miradas cruzadas. Queria estar presente, abrazando a los suyos, celebrando la belleza de estar juntos a pesar de todo.

"Este año, las fiestas van a ser diferentes", pensó mientras una leve sonrisa se dibujaba en su rostro. Y con eso, Laura cerró su cuaderno de notas y decidió que lo más importante de esta Navidad sería el amor que pondría en cada detalle.

 Y a vos, ¿alguna vez te pasó algo parecido durante las fiestas? ¿Cómo lo resolviste? Compartí tus experiencias y reflexiones en los comentarios con el hashtag

#FiestasDeUnión o #ConflictosNavideños. ¡Hagamos de estas celebraciones un momento para aprender y crecer juntos!


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