Finanzas, ética y traducción

Finanzas, ética y traducción

Especulación», «burbuja», «hipotecas subprime», «crack bursátil»: tal vez pienses en esto cuando se habla de finanzas. A menudo, se percibe esta rama de la economía como algo incorpóreo y difícil de comprender. Dicen que sólo los más ricos de benefician de ella, mientras que los más desfavorecidos quedarían abocados al desempleo y al hambre. Aunque la crisis de 2008 nos enseñó adónde nos podía llevar un sistema financiero desregulado y desconectado de la economía real, ¿se puede tratar de finanzas éticas? Además, ¿cómo vincular ética y finanzas en el ámbito de la traducción y en el mundo laboral en general?

En España como en Francia, el dinero es un tema tabú. Las ideas izquierdistas y la moral católica pueden incitarnos para desconfiar de las finanzas como disciplina. Sin embargo, el propio marxismo es una corriente de pensamiento materialista. Del mismo modo, las grandes tradiciones religiosas no condenan el dinero como tal. Después de exponer distintos puntos de vista sobre las finanzas éticas, veremos cómo un@ puede obrar de forma concreta para que el mundo sea más justo. Y esto todos lo podemos hacer, seamos inversor(a), traductor(a) o cualquier agente económico.

Finanzas éticas: distintas escuelas hacia la misma meta

Las religiones y filosofías proponen respuestas frente a las preguntas fundamentales de la vida. ¿Qué enseñan respecto al dinero? Uno se considere o no parte de alguna de estas corrientes de pensamiento, ¿cómo invertir con concreción de forma ética?

En el judaísmo, poseer riquezas no se considera vergonzoso, sino como una bendición divina, ya que enriquecerse permite tener bastante para dar limosnas. En la Edad Media, a veces los judíos estaban mal vistos por los cristianos, ya que sólo ellos podían prestar dinero con intereses. En efecto, la Iglesia lo prohibía a los fieles en aquel entonces. Así que los banqueros israelitas eran necesarios para el funcionamiento de la economía. De allí viene el estereotipo sobre los judíos y el dinero, del cual sigue padeciendo esta comunidad hoy en día. Desgraciadamente, cuando los deudores medievales no podían reembolsar sus empréstitos, por ejemplo, a causa de una hambruna o de una epidemia, a veces acometían contra sus acreedores.

No obstante, la Biblia hebraica establece una legislación nacional social exigente, que invita a reducir las desigualdades dentro de la comunidad israelita, así como entre los judíos y los inmigrantes que vivían en su territorio. Asimismo, numerosos profetas del Antiguo Testamento arengaban a su pueblo en nombre de Dios para que se preocuparan por los más pobres. En efecto, según Jacques Attali, existe evidencia de que el primer impuesto sobre la renta de la historia apareció bajo el poder de Salomón, en el siglo X a. C. Con una tasa de entre el 10 y el 20% de los ingresos de cada contribuyente, la tzedaká era íntegramente redistribuida a las personas necesitadas. El Talmud de Jerusalén (siglo IV) y el de Babilonia (siglo VI) reglamentan de forma muy concreta la economía y las finanzas. Piden la fijación de un precio justo, prohíben la especulación y establecen un conjunto de normas sociales e incluso medioambientales.

 El cristianismo se inscribe en la continuidad del judaísmo, con la caridad como regla de oro. En el Nuevo Testamento, se trata a menudo de dar sin contar y de desprenderse de los bienes materiales. En el Evangelio de Mateo, Jesús habla claramente: «Nadie puede servir a dos patrones: necesariamente odiará a uno y amará al otro, o bien cuidará al primero y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al Dinero» (Mt 6, 24).

 «Búsqueda del bien común», «opción preferencial por los pobres», «destino universal de los bienes»: estos conceptos técnicos del pensamiento social católico enseñan que no se prohíbe ser rico. No obstante, dichas riquezas deben adquirirse con honestidad y servir para la construcción de un mundo más humano y justo. Entonces, el cristiano no es el propietario de sus bienes, sino su gestor.

Según Max Weber, la ética protestante, que considera la ociosidad como un gran pecado, es el origen del capitalismo. Dice el sociólogo que, desde siempre, muchas personas han intentado vincular sus convicciones religiosas con la ética y la acción. En sus escritos, expone su intuición de que las creencias impulsan a actuar. Desde esta perspectiva, la bendición del Señor al hombre le da a éste el gusto de «enriquecerse», ya que la riqueza es un signo de la abundancia de Dios.

La Congregación para la doctrina de la fe y el Dicasterio para el servicio del desarrollo humano integral (dos órganos de la administración central del Vaticano) publicaron en enero de 2018, un documento sobre la ética financiera titulado Oeconomicae et pecuniariae quaestiones. La idea clave es situar al hombre en el centro de la economía. En efecto, el sistema económico no se considera únicamente desde un punto de vista material. También es un conjunto de relaciones entre personas que deben ser respetadas en todas sus dimensiones. Este documento condena la especulación e invita a reformar el sistema financiero para que esté al servicio de la economía real. Esto permitiría, según la Santa Sede, evitar nuevas crisis financieras y ayudar a los más desfavorecidos para que salgan de la miseria. El texto también denuncia la «asimetría [...] que pone a los compradores [de muchos productos financieros] en una posición de inferioridad en relación a quienes los comercializan». Al inversor no informado lo pueden estafar fácilmente los profesionales de la banca al hacerle comprar instrumentos demasiado complejos de los cuales no entiende todas las sutilezas. Por fin, se denuncian la evasión fiscal, la corrupción, el endeudamiento excesivo de los Estados y el blanqueo de capitales. Se considera que todos estos fenómenos son inmorales y que son la causa profunda de los malos funcionamientos del sistema económico. Oeconomicae et pecuniariae quaestiones propone algunas soluciones:

-  una clara separación entre los poderes político, económico y financiero, para devolverle la soberanía al pueblo;

-  una mejor transparencia, para que cada inversor pueda saber adónde va su dinero;

-  una mejora de la responsabilidad social de las empresas (RSE);

-  una mayor diversidad económica y financiera, así como dotaciones de activos más importantes en los bancos, para que el sistema resista mejor en caso de crisis;

-  un refuerzo de la reglamentación;

-  el establecimiento de «Comités éticos, dentro de los bancos, para apoyar a los Consejos de Administración»;

-  «un impuesto mínimo sobre las transacciones offshore para resolver gran parte del problema del hambre en el mundo» (esta idea se inspira de la famosa tasa Tobin);

-  una reducción de la burocracia de nuestras administraciones para luchar contra el endeudamiento de los Estados, lo cual soportan los contribuyentes.

Pero, más allá de estas propuestas de índole política, Oeconomicae et pecuniariae quaestiones recuerda que cada consumidor puede actuar a su propio nivel para que el mundo sea más humano y justo, en particular al elegir bien lo que compra y en qué invierte. Respecto a todo esto, los actos de una parte de la Iglesia Católica no siempre han sido coherentes. En efecto, hubo relaciones durante mucho tiempo entre la mafia y algunas parroquias del sur de Italia. Aun se ha usado el banco vaticano para blanquear capitales. Eso empezó durante la Guerra Fría, cuando los mafiosos consideraron la ventaja que podían sacar de una alianza con la Iglesia y con algunos políticos contra los comunistas, que eran muy populares en Sicilia en aquel entonces. Mas sobre el terreno, unos sacerdotes valientes denunciaron el crimen organizado, poniendo en peligro su vida. En 1993, Juan Pablo II se opuso claramente a la mafia recordando el mandamiento «No matarás». En junio de 2014, el papa Francisco fue más allá al excomulgar a los mafiosos. Un año antes, había beatificado y reconocido como mártir al padre Giuseppe Puglisi, asesinado en 1993 por oponerse a los gánsteres de Palermo. En cuanto al banco vaticano, fue sometido a una operación «manos limpias» ya iniciado bajo el pontificado de Benedicto XVI. Esto ha permitido cerrar varios millares de cuentas de dudoso origen.

 En el islam, las finanzas están basadas en cinco pilares:

-  el rechazo categórico de la usura (se prohíbe prestar o tomar prestado con intereses);

-  la prohibición de la especulación y de los juegos de azar;

-  la imposibilidad de comerciar bienes considerados «ilícitos» (haram en árabe), especialmente el alcohol, las drogas, el tabaco y la pornografía;

-  la obligación de repartir tanto las ganancias como las pérdidas entre la persona que aporta el capital y la que lo explota (el buen sentido invita entonces a no financiar empresas u hogares demasiado endeudados, lo que evita desencadenar crisis como la de las subprimes);

-  la obligación de respaldar los títulos por activos tangibles, a fin de permanecer conectado con la economía real.

El hecho de que las finanzas islámicas funcionan de forma distinta al sistema financiero occidental preservó bastante bien al mundo musulmán de la crisis de 2008. Asimismo, cabe notar que Muhammad Yunus inventó el microcrédito conforme a la ética musulmana en materia de dinero. En 1976, este profesor de economía fundó el Grameen Bank para las poblaciones marginadas de Bangladés, desarrollando así un sistema de micropréstamos que, en la actualidad, les permite a muchas personas salir de la miseria, en el mundo entero. En 2006, recibió el Premio Nobel de la Paz.

En cambio, otros bancos que comunican sobre sus valores presuntamente islámicos actúan en realidad como auténticos usureros. Estafan de esta forma musulmanes que quieren tomar préstamos respetando la sharía. Finalmente, sus clientes pagan intereses mucho más elevados que si hubieran firmado con un banco clásico.

Además, la limosna (zakát en árabe) es el tercero de los cinco pilares del islam. Sirve a la vez para asegurar la solidaridad con los creyentes más desfavorecidos y para ayudar a los fieles donantes a desprenderse de los bienes materiales. Por eso muchos países musulmanes no han implementado ningún sistema de imposición estatal. Mediante la zakát, los musulmanes han de redistribuir los bienes que poseen.

Por fin, el punto de vista de las distintas escuelas budistas se puede resumir en esta cita del maestro tibetano Tulku Thondup: «No es que ganar dinero constituya en sí mismo una causa de sufrimiento, sino que dedicar la propia vida a la tiranía de pertenencias que nunca satisfacen asesta un golpe fatal a la paz y a la alegría.» Aquí también se trata de vivir en un auténtico desprendimiento para ser felices.

Cabe notar que el judaísmo, el cristianismo, el islam y el budismo tienen en común la condenación (o la no recomendación) de los juegos de dinero y azar.

 Al fin y al cabo, este panorama nos enseña que, en estas cuatro tradiciones religiosas, no es el dinero el que es bueno o malo, sino el uso que un@ hace de éste. Por supuesto, estos valores también los comparten numerosas personas que tienen otras convicciones, sean religiosas o no. Esta mirada común considera entonces que el sistema financiero es legítimo a nivel ético si no se usa para enriquecerse a toda costa, sino para crear empleo respetando al hombre y el medio ambiente.

Hoy en día, un@ puede invertir su dinero en fondos o compañías que respetan algunos criterios ambientales, sociales y de buen gobierno (ASG). Se habla al respecto de inversión socialmente responsable (ISR) o de inversión responsable (IR). Cuando el IR/ISR tiene por objeto luchar contra el calentamiento global, se usa la expresión «finanzas verdes». Por ejemplo, los bonos verdes (green bonds) corresponden a préstamos concedidos a las empresas que desarrollan energías renovables. En Francia, el sello público fehaciente al respecto es TEEC, que significa Transition énergétique et écologique pour le climat (es decir, «Transición energética y económica para el clima»). También cabe destacar el label ISR. A nivel europeo, el sello EthSI garantiza el respeto de determinados criterios ASG en el sector asegurador. Además, es posible invertir conforme a otros valores, por ejemplo en fondos que financian empresas locales para mantener o crear empleo en un territorio concreto. En Francia, los fondos de inversión de proximidad (fonds d’investissement de proximité - FIP) invierten en PYMES locales. En mi país, entregarles tu dinero es ventajoso a nivel fiscal, pero resulta arriesgado. Por fin, algunos fondos invierten solamente en empresas que respetan los valores de alguna filosofía o religión. Por ejemplo, algunos organismos de inversión colectiva (OIC) gestionados por Meeschaert Asset Management se comprometen a respetar del mejor modo posible las enseñanzas del pensamiento social católico. Esto incluye, además de los criterios ASG clásicos, el rechazo de invertir en la pornografía. Asimismo, existen fondos conformes con las reglas de las finanzas islámicas para las personas deseosas de respetar los principios de la sharía.

Además, las inversiones éticas tienen por objeto general cierta rentabilidad. Por ejemplo, cabe notar los resultados de la SICAV Sycomore Happy@Work. Este subfondo ISR creado en 2015 invierte en prioridad en empresas que se comprometen a fomentar la felicidad en el trabajo de los empleados. Ésta tiene repercusiones muy positivas en la creatividad, la productividad y entonces la rentabilidad, así que a menudo la SICAV ha obtenido un rendimiento muy superior a su índice de referencia, el EURO STOXX TR.

No obstante, como lo subraya Thibault Leroux, periodista para Amnesty International, la inversión socialmente responsable está ante todo encaminada a obtener ganancias. Algunos fondos pueden carecer de seriedad respecto a uno u otro criterio de selección. Las finanzas éticas también proponen otra opción, menos lucrativa, pero a menudo más íntegra, es decir, las inversiones solidarias. Se trata de poner el dinero de los ahorradores al servicio de la economía social y solidaria o de distintas asociaciones humanitarias o caritativas. Entre ellas, algunas les proponen a los particulares que inviertan su dinero en fondos (a menudo sellados como ISR), aceptando de entre el 25% y el 100% de las ganancias se destine a esas organizaciones sin ánimo de lucro. Con este sistema, se reparten los dividendos entre el inversor y la asociación. Por ejemplo, Cáritas Española y Amnesty International financian de esta forma parte de su acción sobre el terreno.

En suma, finanzas y ética son totalmente compatibles. Aun disponemos de una ampla selección para invertir nuestro dinero al servicio del bien común.

¿Y en cuanto a la traducción?

Cuando empecé mis estudios de Traducción Económica y Jurídica en la universidad de Cergy-Pontoise (cerca de París), no planeaba especializarme en traducción financiera. En efecto, este ámbito me parecía tan técnico y difícil de comprender que no me sentía a la altura de tal desafío. Además, educado con valores que me incitaban a desconfiar del dinero, no veía cuál podía ser el sentido de esa actividad. Así que vacilé antes de aceptar una práctica de seis meses en esa área de especialidad para terminar la maestría.

Finalmente, me enteré rápidamente de que dicha experiencia profesional podía tener una perspectiva ética interesante. En efecto, después de la explosión de la burbuja especulativa en 2008, los responsables políticos se dieron cuenta de que el sector financiero habían de quedar mejor encuadrado. Así que una serie de directivas europeas delimita ya el poder de las instituciones financieras. En particular, les obligan a actuar con transparencia a fin de reducir las tomas de riesgos. Cabe notar al respecto la directiva Markets in Financial Instruments Directive (MiFID). Por eso dichas instituciones publican numerosos documentos (folletos informativos y documentos de datos fundamentales para el inversor) para informarles a los inversores sobre el destino de su dinero, y para encuadrar las inversiones. Y como los flujos de capitales circulan cada día a escala internacional, esta documentación debe ser traducida rápidamente. Con vistas a esto fundaron la compañía FinTech en cuestión. Esta empresa crea motores de traducción automática en el ámbito financiero, a fin de permitir esa transparencia a nivel mundial. Así que, al aceptar una práctica de seis meses en esa entidad, iba a contribuir a la moralización de las finanzas.

Sin embargo, evocar la traducción automática (TA) plantea otro problema ético: la destrucción de empleos debido al reemplazo del hombre por la máquina. No obstante, los defensores de la TA consideran que proponer una traducción más barata permite procesar documentos que nunca se habrían encomendado a un ser humano, por motivos presupuestarios. Además, le inteligencia artificial nunca se adaptará tan rápidamente como el celebro humano, y el trabajo de una persona de carne y hueso sigue indispensable:

-  para crear el motor de traducción procesando bases de datos lingüísticas (lo que se puede comparar con la revisión de textos ya traducidos por un ser humano);

-  para revisar la traducción necesariamente imperfecta de la máquina (lo que la jerga llama «postedición»).

Al fin y al cabo, los que defienden la traducción automática dicen que ésta no amenaza el empleo de los traductores profesionales. Sin embargo, aunque se considere que éstos puedan conservar su trabajo, se plantea otra cuestión ética. En efecto, ¿qué satisfacción intelectual obtiene un@ al limpiar memorias de traducción o al posteditar, comparado con la tarea gratificante y estimulante que constituye el traducir?

Desgraciadamente, otros investigadores son mucho menos optimistas. Con la llegada de la traducción automática neuronal, consideran que algunos empleos de traductores sí están amenazados, en particular en las combinaciones lingüísticas más frecuentes y las especialidades menos creativas. ¿Ya podemos ver los inicios de este fenómeno en la baja progresiva de las tarifas?

Como cualquier competencia, la traducción financiera – y la traducción en general – se puede utilizar con fines sospechosos. En efecto, desde que me di de alta como traductor autónomo, me propusieron un proyecto que iba en contra de mi ética personal. Entonces rechacé realizar aquella traducción que carecía de sentido. Los estudios evidencian que la felicidad en el trabajo está parcialmente relacionada con la conformidad de la vida profesional de uno con sus valores. Un auditor financiero sénior especializado en las cuentas de organizaciones sin ánimo de lucro me aseguró que no podría ejercer la misma profesión si sus clientes fueran empresas con poca ética profesional.

A mí también se me ocurrió rechazar un proyecto de traducción de gran tamaño y muy bien remunerado, porque el ordenante era una secta. Hubiera podido enriquecerme, pero me habrían pagado con dinero robado a personas adoctrinadas, y mi trabajo habría servido para adoctrinar a otras personas. En cambio, si decidí no contribuir a esa causa que me parecía injusta, ahora soy feliz de traducir para empresas y asociaciones que actúan conforme a mis valores.

En efecto, permanecer íntegro no es necesariamente nocivo para la rentabilidad. Las empresas que hacen su gestión más ecológica mejoran su imagen. Así que gozan de una buena fama y, a menudo, de una excelente salud financiera. Según un estudio de France Stratégie transmitido por la página web periodística E-RSE, aplicar la responsabilidad social de las empresas permite que la rentabilidad incremente un 13%. Por lo contrario, un escándalo bien difundido por los medios de comunicación puede hacer bajar muchísimo el volumen de negocios. En cuanto a la felicidad en el trabajo, una investigación realizada por la universidad de Warwick en 2014 concluye que haría aumentar un 12% la productividad.

Entonces, ¿cómo puede un traductor implementar la RSE y comunicar sobre sus valores ecológicos? Si uno trabaja en casa, solo frente a su ordenador, quedan muy limitadas la huella de carbono y la gestión de los recursos humanos. ¡Nos toca ser inventivo para ir más allá del Código Deontológico de la SFT al trabajar de forma ética!

Desde tarifas respetuosas para los subcontratistas hasta la práctica del mecenazgo de competencias en el seno de una organización sin ánimo de lucro, pasando por el pago de parte del beneficio a una asociación, abundan los ejemplos. Asimismo, la traducción y la relectura las podemos ejercer al servicio de una obra humanitaria o caritativa, y algunas personas provenientes de medios desfavorecidos necesitan clases de español o de otros idiomas o asignaturas. Por fin, y particularmente en el contexto actual del calentamiento global, nunca cejaremos de repetir que es importantísimo vivir de forma ecológica y reducir la huella de carbono (a nivel de los medios de transporte, de la alimentación, de la energía, de la gestión de desechos, etc.).

Si cada traductor(a) está impulsad@ por valores que le corresponden, ¿cómo comunicar al respecto para atraer clientes? En su teoría del «círculo dorado», Simon Sinek demostró que el mensaje de marketing más eficaz no es el que contesta, en este orden, las preguntas: «¿Qué?», «¿Cómo?» y «¿Por qué?» – lo que todos solemos hacer naturalmente. Por lo contrario, hay que pensar así: «¿Por qué? ¿Cómo? ¿Qué?» En otros términos, nuestros valores hacen vibrar más al cliente potencial que lo que vendemos y nuestra forma de producirlo. Así razonaron los líderes más carismáticos, desde Martin Luther King hasta Steve Jobs. Del mismo modo, si uno comunica primero sobre sus valores en la página web profesional, esto puede ser un factor decisivo para que contacte con él un cliente potencial. Por supuesto, si escribimos que nos desplazamos en bicicleta o que usamos bombillas de bajo consumo en casa, es posible que no nos tomen en serio. En efecto, eso no tiene tanto impacto como, por ejemplo, una fábrica de ropa que produce en España, con materias primas españolas, para el mercado español. Mas podemos decir, simplemente, que tratamos de reducir nuestra huella de carbono. Esto puede incitar a los clientes potenciales a preguntarnos al respecto. Luego podremos contestar al intercambiar con ellos directamente. En cambio, podemos comunicar con mayor precisión sobre nuestras acciones concretas a nivel social. Aun podemos nombrar a las asociaciones a las que apoyamos o en las cuales estamos comprometid@s. Sin embargo, hay que solicitar su aprobación y asegurarse de que no estén demasiado marcadas política o religiosamente.

En definitiva, tanto en las finanzas como en la traducción, y en el mundo profesional en general, la ética reviste especial importancia. Permite dar sentido, tener consecuencias positivas a nivel social y medioambiental, y ser más felices en el trabajo. Desde luego, si nos fiamos de Aristóteles, ¿no es la búsqueda de la felicidad el mismo fundamento de toda moral?

Este artículo fue escrito en francés y traducido al castellano por Pierre Jeanson, con la ayuda de Jordana Do Rosário para la relectura de la versión francesa y la de Ana María García Olmedo para la relectura de la versión española. Instalado en Angers (Francia), Pierre Jeanson es traductor autónomo desde 2016. Está especializado en traducción jurídica y financiera, pero también traduce documentos sobre temas religiosos. Los idiomas con los cuales trabaja son el francés, el español, el inglés y, en menor medida, el portugués.


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