FUERA DEL GOBIERNO HACE DEMASIADO FRÍO

Manuel Campo Vidal

Tras la durísima etapa de montaña de la política española en la que socialistas y podemitas por poco desfallecen, Pedro Sánchez confía en recuperar el liderato de las encuestas en el llano y entrar primero en la meta volante de las elecciones del 28 de mayo. Inasequible al desaliento. Pero no está todo terminado. “El presidente está nervioso”, advierten los populares, a la salida del pleno del “intercambio de fotos” ofensivas: yo te hablo de las correrías del ex diputado socialista canario, presunto corrupto, y Sánchez hace alusión a la vieja foto de Núñez Feijóo en el barco de un narcotraficante gallego. 

“Es todo desolador”, comenta una veterana socialista con alto cargo institucional. Todos pendientes de Sánchez. “Miro al Presidente y lo veo muy tranquilo actuando por el interés general”, señala Ana María Romero, diputada andaluza y responsable de Agricultura en la Ejecutiva. Conociendo algo a su líder es creíble esa impresión. Ha superado en la prórroga tantos partidos que iba perdiendo, que nadie en la derecha canta victoria. El resultado será muy ajustado. 

El panorama español de la última semana decepciona, pero lo que sucede en Europa inquieta. No debería ser consuelo. En Grecia se ha vivido la mayor huelga general de la historia como protesta al accidente en el que murieron 58 personas, debido a un fallo humano, en unas líneas ferroviarias envejecidas y sin automatización. Y sigue la protesta. En Francia, el pulso del Presidente Macron con los sindicatos y la calle por el retraso en la edad de jubilación de 62 a 64 años favorece la consolidación de la líder ultraderechista Marine Le Pen.”Si la reforma de las pensiones se aprueba, Francia tendrá un problema democrático” pronostica el líder de la CFDT, el mayor sindicato del país. Palabras muy serias. (Aquí nos escaparemos de esa batalla -malestar empresarial aparte- si el ministro Escrivá cierra del todo el acuerdo con Bruselas y Podemos).

 En una Italia conmocionada por un dramático naufragio de inmigrantes, hay por fortuna algún signo de moderación de la primera ministra Giorgia Meloni que ha visitado a Zelensky en Kiev sin importarle lo que digan o hagan sus socios, Berlusconi y Salvini. Ellos apoyan a Rusia por su amistad con Vladimir Putin, que no esconden.

 Cohabitar en una coalición es muy incómodo. Solo personajes de piel muy dura lo resisten. En Italia atesoran jurisprudencia y veteranía en ello. En España no hay antecedentes desde la República, salvo aquella acertada reflexión que nos trasladó Adolfo Suárez sobre lo que tuvo que aguantar en Moncloa: “El primer Gobierno de coalición en la democracia española fue el mío porque en mi gabinete tenía democristianos, liberales, socialdemócratas y azules, leáse ex falangistas”. Suárez acabó cayendo devorado por las tensiones internas; y por las externas, que formaban una coalición nunca suscrita para derribarlo; a saber, la CEOE de Ferrer Salat, la Iglesia (indignada por la ley del divorcio) y la embajada de Estados Unidos por su rechazo a la OTAN.

 Pedro Sánchez soporta impertérrito las tensiones internas, que sublevan, hasta el punto de que la ministra Irene Montero acusa a los socialistas, falsamente, de querer volver al Código Penal “de la manada”. La número dos popular, Cuca Gamarra, lo sintetizó así en el Congreso: “Señoras de Podemos: Sí se puede. Se puede dimitir. Y señores socialistas: Sí se puede; se puede cesar”. Brillante intervención. Pero nada de eso va a pasar. Fuera del Gobierno hace demasiado frío. Que siga la fiesta. El electorado escapará por donde pueda. Si no se queda en casa.

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