Fundamentalismo Emprendedor

“Muchos emprendedores son inflexibles respecto a cómo emprender, desprecian el emprendimiento por necesidad y consideran el emprendimiento tecnológico y escalable el único digno de hacer parte del club.”

El diccionario de la RAE define en su tercera acepción el fundamentalismo como una “Exigencia intransigente de sometimiento a una doctrina o práctica establecida”.

Con esta definición es fácil recordar varios movimientos fundamentalistas religiosos y políticos que han pretendido revelarnos la verdad única que ellos poseen.

Sabemos que los emprendedores, entre los que me encuentro, tendemos a ser muy apasionados, entregados y dispuestos a aceptar la cuota de sacrificio necesaria para llevar nuestras startups al estrellato. Sin embargo, parece extremo referirse al emprendimiento como una doctrina intransigente.

Lo que puedo decir, desde mi experiencia en el ecosistema emprendedor, es que muchos emprendedores van más allá del apasionamiento y pueden calificarse como unos tipos que no aceptan visiones alternativas a su ideal de cómo se debe emprender, quién puede lograrlo y sobre todo, cómo se logra el éxito.

Y digo tipos, porque el volumen de mujeres emprendedoras es más bien poco, lo que hace que esta “ideología emprendedora” sea una construcción enteramente masculina.

A veces encuentro a estos seres como una versión emprendedora de los “Fifas”; aquel grupo de hombres heterosexuales super aficionados al fútbol a quienes no les aplica las normas de comportamiento, que tienen ideas tradicionales sobre la sociedad y que están dispuestos a atacar con cinismo a todo aquel que cuestione sus métodos. 

Si bien no hay consenso sobre lo que es el fundamentalismo, sí se han identificado algunos elementos que caracterizan a este tipo de movimientos y que trataré de asimilar en este artículo.

1.   Dogmáticos: Muchos emprendedores son inflexibles respecto a cómo emprender, desprecian el emprendimiento por necesidad y consideran el emprendimiento por oportunidad el único digno de hacer parte del club.

Desconocen las circunstancias estructurales a nivel social y económico que enfrentan la gran mayoría de emprendedores y les impiden construir modelos de negocio sostenibles.

Suelen usar sin pudor la famosísima frase: “el que es pobre es pobre porque quiere”, cuando diversos estudios han demostrado que estadísticamente los emprendedores no tienen nada de especial, más que provenir de familias con dinero.

Si tu idea no es tecnológica y escalable no me hables, no eres digno de un proceso de aceleración; una versión moderna de si no eres blanco y rico no te acerques. ¿A qué se les parece eso?

2.  Fanáticos e intransigentes: Es un honor para ellos defender sus ideales y no escatiman esfuerzos en eliminar cualquier intento de disidencia.

No me sorprendería que este artículo reciba comentarios invitándome amablemente a retornar al redil, reconsiderar mis injustas afirmaciones y valorar el enorme esfuerzo y aporte a la sociedad que hacemos los emprendedores.

Hace pocas semanas, y en medio del invierno de startups que estamos viviendo, me atreví a abrir la discusión en LinkedIn de la razón por la cual una startup medianamente conocida y aparentemente muy exitosa en el mercado había cerrado operaciones y ahí , ¡se armó la de Troya!

Dijeron que nadie estaba pidiendo mi opinión, que a los perdedores les encanta hablar de los ganadores, entre otras cosas que no pueden ser transcritas por su vulgaridad (literalmente). Incluso alguien se atrevió a comunicarse con una persona con quien colaboro en temas de emprendimiento y le pidió que nunca más trabajara conmigo.

Y así suelen hacerlo con todo aquel por fuera de su círculo amiguista que se atreva a cuestionar sus métodos. Es un ecosistema sin derecho a la interacción y mucho menos, a irrespetar la cadena alimenticia establecida.

Es común que estos fanáticos pertenezcan a alguna mafia: como se cataloga al grupo de emprendedores y empleados que comparten en común el haber pertenecido o tener algún grado de separación con una startup exitosa. Startup que suele determinar el apellido del grupo mafioso.

Como decía el filósofo Estanislao Zuleta:

 “(…) otorgan a sus miembros una identidad exaltada por la participación, separan un interior bueno -el grupo- y un exterior amenazador. Así como se ahorra sin duda la angustia, se distribuye mágicamente la ambivalencia en un amor por lo propio y un odio por lo extraño (…)”.

3.   Terroristas: Técnicamente terrorismo es la intimidación con un propósito. Es común encontrar ataques coordinados con el fin de infundir temor entre el público general y demás emprendedores respecto de todo aquello que vaya en contra de sus intereses.

Una actitud clásica es culpar al gobierno de turno por una segura destrucción de la libertad de empresa si se les intenta regular. También podemos ver angustiosos llamados a la sensatez para evitar una masacre emprendedora si se les cambia alguna norma tributaria.

Y al final, la quintaesencia del cinismo: estadísticas alarmantes de la cantidad de empleos que se destruirán si a las startups se les exige cumplir las normas laborales que aplican para las demás empresas.

Todo fundamentalismo se alimenta de la ignorancia. Así que un codiciado MBA y deslumbrantes montos de inversión para nuestra compañía no nos salvan de caer en la autojustificación.

La invitación es a practicar la diversidad de pensamiento y llevarla a una inclusión real de todos aquellos que tienen posturas divergentes frente a los temas que nos interesan a todos los emprendedores.

El lado oscuro de la fuerza es seductor, sin duda, pero no más fuerte, así que hay esperanza de limpiar el ecosistema emprendedor de este aire tóxico que se siente unas veces más que otras.

Por: Frank A. Prieto | frank.prieto@lapuntadeliceberg.co

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