Gestión ética: en la dirección correcta
Solicitaba recientemente mi adhesión a Forética, como socia particular. Y a propósito de mi solicitud, me preguntaba qué razones me movían a querer implicarme formal y activamente en un proyecto de responsabilidad... de responsabilidad social.
Naturalmente, lo primero que vino a mi cabeza, fue el modelo de producción que ha imperado hasta ahora. Y, de vuelta con el viejo debate de si las cuestiones de responsabilidad social corporativa habían venido para quedarse o si estábamos, otra vez, ante una moda pasajera. Insisto, un viejo debate. El tiempo está dando la razón a quienes, tiempo ha, empezaron -empezamos- a hablar de que el modelo empresarial y organizativo no podía seguir así.
Cuando hablamos de organizaciones y empresa, hablamos naturalmente de "valores"... Sí. Pero... ¿Hablamos solo de valores contables? ¿Valores bursátiles..? ¿Valor compartido? Y justo fue para quien suscribe estas líneas, esta reflexión el punto de partida para casi todo. Un punto de partida lingüístico que despeja, a mi modo de ver, el camino que ha de recorrer la organización del siglo XXI hacia la ética. Los valores que han imperado durante toda la centuria pasada en el modelo organizativo y en el modelo de producción; cuya razón de ser -y a nadie le pasa desapercibido- y cuyo modelo de gestión, se han dirigido hacia la mera acumulación de capital. La obtención de beneficios es la misión inherente a toda actividad empresarial, de eso no hay duda. Creación de valor, sí, pero creación de valor compartido, que es lo que demanda la sociedad del conocimiento. La sociedad del siglo XXI. Y este es el reto que ha de imperar en la organización moderna... tecnológicamente avanzada, y en la que no se mida solo el progreso en términos de eficiencia y avance tecnológico, sino en términos de responsabilidad, ética y generación de valor compartido.
No existe empresa ni organización sin valores. Otra cosa es qué valores imperan. Si son valores emanados del interés de los gestores y propietarios, con la mirada puesta en la maximización de beneficios; o si son emanados de la gestión del conocimiento y el diálogo sincero con los grupos de interés. Si, hasta ahora, tomar en consideración a los recursos humanos de la compañía, como primer eslabón de la cadena en la concepción de estos valores fundamentales –idealmente plasmados en Códigos Éticos, para disipar dudas sobre el modo de proceder, en cualquier nivel de la organización- ya es un paso firme hacia la empresa ética, la integración de la opinión de la totalidad de los stakeholders, es el fin al que orientar nuestros pasos, a la par que es la gran deuda pendiente de las organizaciones... El diálogo con sus grupos de interés. Y la integración de sus expectativas en el modelo de negocio y de gestión estratégica...
No importa ahora qué nos trae a este debate, ni al punto en que estamos hoy, en el que asistimos nuevamente a una eclosión de la ética en el proceder organizativo; y lo que menos importan son las razones por las que hemos llegado aquí. Una crisis como no podíamos recordar muchas de las generaciones que hablamos y consumimos hoy. Unas muy malas praxis en diferentes sectores. Hábitos de vida por encima de nuestras posibilidades. Y una larga lista de sobra conocida… Y si a los directivos de antaño, como decíamos, lo único que de hecho les importaba era la obtención de resultados y objetivos –con independencia del método empleado para conseguirlo en virtud del “fin que justifica los medios”, y que se limitaban –a veces- a "relatar" en qué invertían su dinero, ahora se ven en la obligación de explicar cómo obtienen esos beneficios. Y si aún así, nos encontramos con directivos y organizaciones que ni creen (y/o llevan a cabo dudosas prácticas), aquí estamos nosotros, para seguir convenciendo (y denunciando) a la estructura de que la sostenibilidad es rentable. Es más, es el único camino hacia la rentabilidad y la sostenibilidad: del propio proyecto empresarial, y del Planeta y de las generaciones futuras. Las empresas ya no se miden en valores contables. Y claro está que direcciones (en el más amplio sentido de la palabra) no éticas se alejan de la legitimidad y credibilidad.
En cuanto a la forma de construir valores en la empresa, y tras leer muchas -y diferentes opiniones- quien suscribe estas líneas sigue pensando que más allá de tomar en cuenta la opinión solo de propietarios y accionistas, como grupo de interés prioritario, hay que aprovechar lo mejor de nosotros mismos como empresa y como un todo. Y, fundamental, creérnoslo. Y construir sólidos cimientos, a partir del diálogo sincero y transparente con todas las implicadas, en los que se sustente una estructura robusta en la que se fundamente el negocio y la creación de valor compartido. La construcción de valores como marco de referencia y como elementos con los que cuenta la organización, a partir de su propia experiencia, para llevar a cabo una misión y visión sostenibles y que es tarea de tod@s.
Dicho lo cual, me atrevo a afirmar que "valores explícitamente éticos y sociales son valores seguros”. Y que navegar en dirección ética, es navegar con el rumbo adecuado.