¡Gibraltar español!

¡Gibraltar español!

Si nuestro flamante ministro de exteriores quería comenzar su mandato marcando un antes y un después de su llegada a este ministerio, lo ha conseguido. José Manuel García-Margallo y Marfil espetó, en las primeras frases de su toma de posesión, que había llegado para “poner a España en su sitio”. Y, por sus actuaciones de estos últimos días, García-Margallo quiere poner muchas cosas más en su sitio o, al menos, el sitio que él cree que deben estar. Si me perdonan la expresión, a estas alturas, la controversia gibraltareña ya está más que decidida y cerrada, con o sin tripartito (no el catalán), y si no que le pregunten a Moratinos.

Gibraltar es un cuento tan viejo y caduco que cumplirá trescientos años el año que viene, cuando se cumplan tres siglos de indiscutible soberanía británica del Peñon por obra y gracia del Tratado de Utrecht. Una roca que no es más que un símbolo al que se acogió el Franquismo más inmovilista, a mitad del siglo pasado, para crear un nuevo frente de atención y que los españoles de a pie dejaran de oír cómo rugían sus tripas mientras los pocos que iban en coche se repartían la pobre economía de una piel de toro rasgada y maltrecha.

En ese ambiente nace, en el Madrid de 1944, nuestro querido Pepito García-Margallo, que pronto se traslada a vivir a las províncias vascongadas donde hizo sus estudios de bachillerato, concretamente en San Sebastián. Luego, aplicado y sobresaliente estudiante, concluiría en Deusto Derecho y Económicas, en 1965. Aunque, por circunstancias del destino, no será hasta cuarenta años más tarde, cuando consiga ser doctor en Derecho por la Universidad Miguel Hernández de Elche, muy allegada a sus compañeros de partido y auspicida por el PP para contrarrestar la influencia de la Universidad de Alicante, bastión socialista que se resistia a los encantos del gobierno popular valenciano.

Monárquico en su juventud e integrante de la JUME , pensamos que reclamando la vuelta de Don Juan y sintiéndose “traicionado” por la elección del entonces príncipe Juan Carlos como sucesor del régimen (dejemoslo ahí), militó en las filas del PP antes que Fraga, que ya es decir, pero en el Partido Popular de Areilza y Pio Cabanillas y, todos juntos, se integraron en UCD y en el primer gobierno de la transición democrática española que todavía sigue abierta, así somos los peninsulares. Ya más mayor y con responsabilidades políticas asumidas, Pepe (que ya no Pepito) se pasó veinte años deambulando por los pasillos del Congreso de los Diputados (o de las Cortes Generales de España, como prefieran), primero como diputado por Melilla (*asunto que estamos investigando como lo de Trillo por Alicante) y, más tarde, por Valencia (**también lo estamos preguntado como lo de Martínez Pujalte). Pero llegados los años 90, sus propios compañeros de partido, más centrados en las cuentas y menesteres autonómicos -como se está viendo últimamente-, enviaron al siempre disciplinado García-Margallo a Bruselas, donde ha vuelto a estar otros largos 15 años, hasta que su nombre saltó en la mesa de la doble o triple ‘S’ que no en la de ‘R’, vacía por ausencia. No le quiten mérito a nuestro ministro, era la opción “menos mala” y un sólido Talgo político que conoce -por nombre y dos apellidos- a más políticos del Congreso que el propio José Bono.

Santamaría fue la que dijo: “Venga, no será tanto…” y Gallardón el que la apostilló: “Vas a ver…” Intuían en Génova que la senectud había hecho mella en este candidato de largo recorrido, pero aún así, mérito tienen, se atrevieron con el envite y ahí está: “La broma se ha terminado”. García-Margallo, de Pepito a Pepe, está acumulando puntos para ser Pepón. No se pierdan el video donde le espeta a un eurodiputado británico un sonoro “Gibraltar español” . Con tropezón y todo. Con todos los respetos, una broma de patio de colegio. Que tal y como está el mapa geopolítico actual (Afganistan, Iran, Siria, Sudan, etc, etc, etc…) saquemos de la chistera de nuevo el tema del Peñon es, cuando menos, irrisorio en sus dos acepciones.

Al que escribe y suscribe estas lineas le preocupan dos cosas: una, que nuestro querido Ministro de Exteriores crea de verdad, con todos los atavismos franquistas, que reclamar el Peñon es una reivindicación legítima porque, entonces, no sé en qué lugar quedaria el referendum democráticamente realizado entre los gibraltareños en 1967 como el acuerdo alcanzado en 2006 por la Verja. Y, dos, que sea una cortina de humo política del señor ministro para distraer la atención internacional, como ya lo ha sido durante este último medio siglo el tema de Gibraltar.

Además, queridísimo ministro, si los españolitos gritamos a coro con usted eso de “Gibraltar, español” ¿no nos van a crecer los enanos al otro lado del Estrecho? Mire que tendremos una nueva ‘marcha verde‘ pero esta vez en dirección norte, ¿destino? Ceuta y Melilla, donde -por cierto- fue usted su diputado en Cortes durante dos legislaturas. Aunque, también es verdad, eran otros tiempos y otras siglas. Nos vemos paseando por Jávea, ministro, así -de paso- le da tiempo para pensar también en todo su nombramiento; si, esa coletilla de “cooperación” por ahí si podría hacer una labor interesante.

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