GRÚAS QUE LEVANTAN CASTILLOS DE NAIPES

GRÚAS QUE LEVANTAN CASTILLOS DE NAIPES

La economía ha iniciado un proceso de dinamización y nueva generación de empleo que ha levantado el ánimo y perspectivas de una población, duramente afectada por la pérdida de sus bienes más preciados y de sus empleos o poder adquisitivo.

A lo largo de más de ocho años, el país se vio sumido en un profundo debacle de desempleo, caídas de producción en un entorno que, si exagerásemos un poco en las apreciaciones, denotaba tintes de estanflación.

El contexto de la economía española fue duro, una caída del Producto Interno Bruto de 5 años consecutivos, la generación de una crisis financiera que fue paliada por la inyección de 100,000 millones de euros, los cuales no entraron a fortalecer un sistema, sino a evitar que el país caiga en un default generalizado y que su débil Sistema Financiero colapse.

La reacción estatal ante la tremenda acometida al gasto público, fruto de las obligaciones con los más de 5 millones de parados en el periodo y la necesidad de soportar la crisis financiera, fue básicamente el de tomar una actitud “prudente” reduciendo los presupuestos en gasto social, en desmedro de bienestar general de la población, e incentivar a la auto-generación de empleo, con la finalidad soportar y paliar de alguna manera la creciente población en situación de paro y la caída de la banca comercial.

La crisis se ha llevado a buena parte de la migración “golondrina” que trajo trabajadores de todos los niveles y calidades en las épocas de bonanza (oficialmente más de 1 millón), pero esta crisis también ha generado una importante fuga de cerebros y manos jóvenes españolas con altos niveles de preparación (oficialmente 225 mil, aunque otras fuentes triplican la cifra). Esto, en un país con una transición demográfica muy marcada, en el cual el sistema de pensiones tambalea por la gran cantidad de población adulta, soportada por una debilitada base de trabajadores jóvenes, que sienten en muchos casos que su patria no los cobija como debiera ser.

Hoy a 10 años de la implosión económica española, volvemos a ver en el horizonte grúas que nos dan un hálito de esperanza y nos ha permitido a algunos aseverar que “la crisis está llegando a su fin”. El sector de la construcción se reactiva, promoviendo la construcción de desarrollos nuevos a precios similares o superiores a los de antes de la crisis; pese a la existencia de alrededor de 1 millón de pisos de segunda mano, en manos de bancos resultantes de las expropiaciones en el periodo más agudo de la crisis, y que aún están en fase de liquidación.

El informe del artículo IV del Fondo Monetario Internacional (FMI 2017), muestra un país en franco proceso de recuperación, alerta la remanencia de un desempleo del 19%, aunque destaca superávits en la Balanza de Pagos y un crecimiento del PIB interanual del 3,2% estable, la reducción del desempleo en 1,1 millones y augura un resurgimiento en la economía española, soportado por reformas laborales que se han marcado por la prudencia y liberalización del empleo. El FMI recomienda además al gobierno español, políticas de subvención estatales orientadas a la generación de empleo, principalmente en jóvenes. En suma, nuevamente los vientos soplan y llevan a España hacia adelante, luego del marcado remesón, la economía se recupera lentamente en un entorno económico, social y principalmente laboral que ha sufrido una transformación interesante, en la cual tal vez el golpe más fuerte lo sufrió el ciudadano de a pie.

España se mantiene, sin embargo, como un país con una alta concentración de su fuerza laboral en actividades de comercio y servicios (turismo), con un énfasis adicional en actividades de producción de alimentos y servicios que agrupa a un 80% de la población ocupada en actividades de orden primario y terciario; y un 20% en actividades de tipo secundario o manufacturero. La precariedad laboral se ha profundizado, fruto de la profundización de las reformas laborales, las cuales han incentivado la generación de auto-empleo, que principalmente se ha concentrado en la prestación de servicios personales y profesionales, así como en el apoyo a la intermediación financiera, de seguros y un repunte de la intermediación inmobiliaria.

PATRON ECONOMICO

La pregunta, luego de la tormenta es ¿por qué?, ¿por qué la economía española sufrió de un golpe más duro que varios de sus vecinos europeos, como por ejemplo Alemania? La respuesta, desde el punto de vista de éste humilde servidor, radica en el Patrón productivo del país, que como se dijo anteriormente se concentra de forma peligrosa en actividades primarias y terciarias, las cuales además son generadoras de empleo e ingreso, pero de menor productividad y que, a la larga, perpetúan la precariedad económica en un tejido económico débil.

La comparación entre ambos países permite observar diferencias sustanciales entre el patrón económico que ostentan: Una Alemania con una vocación productiva secundaria y una alta industrialización e inversiones en conocimiento y tecnología, que la protegen de embates económicos, que afecten a las bases de empleo. Alemania realizó inversiones manufactureras intensivas en capital y tecnología, generando así un tejido industrial y un empleo más sanos y resistentes a una eventual crisis como la generada el 2008. España, por otro lado, se presenta como un país concentrado en el brick & mortal inmobiliario, que destinó su bonanza económica a actividades de construcción, turismo y consumo.

Estadísticamente, si se considera la producción industrial española, se observa que, en los años previos a la crisis, registro un incremento en su producto promedio anual del 7%, mientras que en Alemania el crecimiento de la matriz industrial alcanzó a aproximadamente 20%. Es decir, Alemania fue el país que realmente se dedicó a invertir en mejorar su matriz productiva/manufacturera durante los años de bonanza. El crecimiento español se centró principalmente en el impulso de la construcción, basado además en una corriente especulativa. Durante y después del estallido de la burbuja, Alemania fue capaz de soportar el embate con reducciones en el empleo relativamente bajas y una pronta recuperación económica; mientras que España ha sufrido un golpe económico, que devastó al sector de la construcción, pero que también afectó en gran medida a la industria manufacturera y los sectores vinculados al consumo interno y servicios.

Cuando se analiza la actual reactivación económica y la recuperación del empleo, si bien se observan repuntes, según datos primer semestre de 2017 del INE; el repunte apunta a los sectores turístico, comercio y construcción, como los principales absorbedores de empleo. Si se entiende el mensaje, el país pareciera continuar creciendo en empleos precarios y eventuales, cuya destrucción sería más que simplemente posible, ante eventuales shocks económicos futuros.

GRÚAS QUE LEVANTAN CASTILLOS DE NAIPES

Como conclusión de este breve análisis del repunte de nuestra economía, se puede presumir o lanzar la hipótesis de una España que parece no haber aprendido las lecciones de su crisis más severa. La economía se está recuperando “business as usual”, por la reacción de los agentes económicos, más que por una reformulación de la economía, privada o estatal, que fortalezca el tejido productivo. Las grúas que vemos en el cielo, obedecen a la misma filosofía económica y de negocios que llenaron los cielos españoles en los periodos previos a la crisis, una suerte de “pirámide de ponzi” realizada por aquellos que (aparentemente de forma inconsciente) apuntan a que la construcción de desarrollos inmobiliarios, promoverá la generación de empleo que, luego nuevamente impulsará nuevos desarrollos y así, sucesivamente, pensando que esa es la fórmula mágica de del crecimiento perpetuo y que el modelo no tiende a agotarse; con un fan de lucro cortoplacista que tiende fungir como un depredador de la economía.

El concentrar nuevamente el esfuerzo español en inversiones de tipo inmobiliario, aún a sabiendas que existe un gran parque inmobiliario de segunda; denotaría, a la larga, que los inversores españoles no han aprendido de la crisis y no se ha generado la conciencia de evitar inversiones precarias y estériles, las cuales, si bien son capaces de generar empleo eventual, no lo apuntan a hacerlo de manera sostenible en el largo plazo.

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