¡Gracias para siempre!
“La relación entre la mente y el cuerpo es muy poderosa” por eso la mente ejerce un papel determinante en las enfermedades físicas.
A los 14 años me diagnosticaron con hipertiroidismo, después se volvió hipotiroidismo y por más de 20 años tuve que tomar una pastilla diaria para regular mis hormonas.
Me costó mucho aceptar que tenía que tomar un medicamento de por vida, pero como el primer paso para superar algo es AMAR nuestra vida tal cual es, empecé hace años a tomarme esa pastilla con agradecimiento y pensando que algún ya no la iba a necesitar.
En octubre del año pasado mi hermano que es médico, mi invitó a Londres a certificarnos como hipnoterapeutas. Tomé una sesión individual con el profesor y me hizo una regresión.
Mis papás se divorciaron cuando yo tenía como 5 años y en esa regresión pude volver a ese momento de mi vida donde lloraba mucho y pedía enfermarme con tal de tener la atención completa de mis papás. Aproveché para hablar con mi niña interior y pedirle perdón por haber deseado eso. Le dije que todo estaba bien y que así como habían pasado las cosas ahora era una mujer feliz.
Al terminar el profesor me dijo, “muy probablemente en este momento has quedado sana”. Yo me aferré a esas palabras y las convertí en un decreto.
Decidí dejar de tomarme las pastillas, cuidarme mucho y agradecerle a Dios por haberme sanado. Tengo casi un año de no tomare las pastillas y esta semana que me entregaron los resultados de sangre, mi tiroides está funcionando súper bien.
Algunas de las enfermedades son por falta de perdón y amor. Falta de aceptación de ciertas situaciones en nuestra vida. Así que hoy los invito a dejar ir todas aquellas situaciones del pasado que no aceptamos, amarnos y vivir sin cuestionarnos por qué las cosas pasan como pasan.
Una amiga me dijo: “¿pero y si más adelante te salen mal los exámenes?” – Pues más adelante veré qué hacer. HOY celebro que estoy sana y que a través del milagroso poder de mi mente (que es la mente de Dios), me he logrado sanar.
Gracias a mi hermano, a nuestro profesor John Butler, a mis papás por amarme como me aman, a mi familia, a mis amigos, a todas las personas que he conocido a través de mi trabajo que me enseñan día a día que cuando se quiere, se puede y que para Dios todo es posible.
Gracias a Dios y a su madre, por cuidarme y ayudarme a estar viviendo la etapa más bonita de mi vida.
La felicidad no es la meta. Es el camino. Y si hoy es mi último día en este planeta, no tengo nada que cuestionarle a Dios. Lo único que puedo decirle es GRACIAS para siempre.
Les comparto la definición más bonita para mí de felicidad: "la felicidad es la confianza plena en que pase lo que pase este instante tal y como es perfecto. La felicidad es la confianza plena en que la vida me ama y me da a cada instante lo que yo necesito para mi sanación y evolución".
Todo tiene un propósito.