Gratitud: una intersección entre la filosofía y la psicología.

Cuando existe el sentimiento de que se ha llegado a un callejón sin salida, desesperación, sensación de vacío, enojo contra la vida, resentimiento y remordimiento, hacer una lista de agradecimiento permite reconocer logros y restablecer los lazos psíquicos bondadosos que existen con los demás. Así se obtiene una nueva perspectiva, de forma que los pensamientos negativos son sustituidos por ideas de bienestar. Es un punto de partida para desarrollar una nueva actitud.

Immanuel Kant (citado por Smith y Timmons, 2011), proponía que la gratitud puede ser discernida en primer lugar desde su génesis, es decir, bajo qué condiciones alguien se puede sentir agradecido, luego, ha de comprenderse la naturaleza y el contenido del acto de gratitud consecuente. Para este filósofo, es un “deber sagrado”, que no puede evitarse y estar agradecido conlleva vencer la tendencia natural a ser ingrato.

Adam Smith (1976), el economista fundamental, decía que la gratitud es la emoción que mueve al ser humano a recompensar a otro. La gratitud nos impele a darle al otro lo que hemos recibido. También, el estado de agradecimiento nos lleva a realizar actos bondadosos en favor de la humanidad. Lazarus y Lazarus (1994), concibieron  la gratitud como una “emoción empática” que refleja lo que se siente cuando se recibe algo de manera altruista. Si el otro ha dado algo que se percibe como un acto desinteresado, entonces el beneficiario querrá corresponderle. Esto se encuentra profundamente arraigado en todas las culturas, pues en general, las religiones promueven la gratitud, cualquiera que sea su manifestación.

La psicología positiva (Seligman y Csikszentmihalyi, 2000) ha dirigido la atención a las fortalezas y virtudes, cualidades interiores del ser humano, aquello que la cultura, la filosofía y la religión han establecido como cualidades que llevan al bienestar. La gratitud es considerada entonces una virtud. Si se es agradecido, se obtienen respuestas positivas de los demás.