GROOMING o CHILD GROOMING
Dentro de los artículos que estoy escribiendo sobre los delitos tecnológicos o ciberdelitos, esta semana voy a hablar un poco de este nuevo “palabro” que desgraciadamente se incorpora a nuestro uso, que no al diccionario de la RAE, al menos aun.
Si la semana pasada explicaba que era el ciberbuylling o ciberacoso, hoy toca abordar este nuevo término. Con esta palabra anglosajona se denomina la actividad del adulto que, con fines sexuales, se gana la confianza de un menor creando lazos emocionales con él. Por lo tanto se diferencia de aquella figura en que ahora el acosador es adulto y además la finalidad es expresamente sexual. Puede producirse en todo tipo de lugares —en el barrio, en la casa, en la escuela...- pero actualmente lo más habitual es que se realice a través de la red. La red proporciona la rapidez y el anonimato necesarios para que el niño caiga más fácilmente en el engaño. Los estudios indican que los niños/as de entre 11 y 15 años son los más propensos a caer en este tipo particular de ciberacoso.
Se comienza con un acercamiento lleno de empatía y/o engaños para después pasar al chantaje a fin de obtener imágenes comprometidas del menor y, en casos extremos, pretender un encuentro en persona. El daño psicológico que sufren los menores afectados es grande.
Algunos consejos para dar a nuestros menores y tratar de evitar que esto les ocurra:
- No proporcionar imágenes sensibles ni información personal que pueda ser utilizada para otros fines.
- En general no es buena idea tener una cámara en la habitación (la del propio ordenador, o una webcam), aunque ya está la del móvil…
- No compartir cuentas ni contraseñas para que no puedan acceder a datos personales.
- Avisar siempre a un adulto a la menor sospecha y no ceder ante el chantaje bajo ninguna circunstancia, puesto que ello supone aumentar la posición de fuerza del groomer.
- Denunciar el acoso en cuanto haya pruebas para ello. Es importante guardar capturas de pantalla, conversaciones, mensajes, fotos…
Además, es conveniente que, como adultos:
- Supervisemos el acceso de los niños a Internet. No está demás utilizar programas de control parental para evitar peligros innecesarios.
- Les concienciemos sobre los peligros que existen en la Red.
- Mantengamos un diálogo abierto entre padres e hijos para crear un ambiente de confianza que les permita acudir a nosotros cuando surjan problemas.