Hacia la Perla del Oeste.
Y aquí estoy, en una nueva bifurcación. Con mi casa a cuestas. Sentado en el Aeropuerto de Barcelona. Son las 00.00 del 19 de febrero del 2024, mis viajes comenzaron ya más de 6 años atrás, conociendo ciudades mágicas como Siem Riep, en Camboya, Singapur, Bangkok, y Filipinas. He caminado toda Italia, y he encontrado un hogar en Bologna. He pasado un tiempo en Valencia con amigos, he dormido en residencias de emperadores en la Toscana, también he pasado noches en tiendas de campaña, frente al Lago de Garda. He cumplido mis más grandes sueños, más de una vez, me he enamorado. Me he sentido en soledad y desamparado, y he vivido el placer de transitar el mundo en mi carro alado.
Mi próximo vuelo sale, a las 7 am, hacia Buenos Aires, Argentina. Me dirijo hacia el corazón de la Perla del Oeste. Viajo hacia mi hogar, hacia aquella tierra donde por primera vez eché raíces. Viajo hacia un lugar que no es el mismo que aquel que yo conocía. El viajero que llega allí, no es el mismo que el de aquellos días.
Aquí, hoy, hace frío, pero prefiero quedarme afuera, pues siento la necesidad de estar al abierto, de respirar el aire, de sentir ese viento fresco. En este instante me siendo libre. Libre, y desarraigado. Siento que el viaje no termina aquí, y ahora, pero la nostalgia invade mi cuerpo, y me posee el temor, temo que sea el fin del viaje.
Padre Sol,
das a mi alma el aliento.
Madre Luna,
das coraje y calma a mis lamentos.
Sobre tu regazo sueño,
me vuelvo inmenso,
bajo un cielo estrellado,
tú me marcas el paso; el paso del tiempo.
Me da hambre, tomo unas galletitas de mi mochila, y sentado en un banco de madera, junto a mis valijas, disfruto de esa libertad fugaz, disfruto de ese momento perdido, que con el pasar de los minutos, se desintegra en el pasado. Podría, estoy seguro, elegir cualquier destino, cualquier dirección, cualquier camino. A mi alrededor la gente pasa caminando; pilotos de aviones, azafatas, jóvenes estudiantes, y algunos ejecutivos. Yo tomo mi cuaderno, y una lapicera azul, como el nómade que soy, inicio a escribir estas líneas, buscando ponerles orden a mis ideas, letra por letra, tarareando "...nel blu, dipinto di blu...."
Corro hacia ti,
doy mis primeros pasos,
la tierra en mis uñas,
hacia mis primeros ocasos.
Traes hasta mí,
las aguas del mundo,
mueves mareas y capitanes;
hasta los rincones más profundos.
No sé qué decisión es la correcta. Sé que cualquiera sea, es la correcta. Tengo poca ropa en mi casa de hoy, en 35 kg llevo mis últimos 6 años, tengo tantas certezas, aunque esto parezca contradictorio. Aquí, hoy, en este instante el reloj del tiempo se detuvo, para darme paz algunas horas. Ya no soy aquel que llevaba a cuestas un Mar de preguntas; aquí sentado, hay un navegante, con un libro lleno de respuestas, que intenta formular un nuevo océano de interrogantes, o al menos un lago, que traiga a mi camino las nuevas anécdotas.
Apaciguas la Luz del Sol,
para darme calma,
destilas su perfume,
con el calor de tu alma.
No me dejas arder,
por el fuego del desierto,
no me dejas perder,
en mi camino a mar abierto.
Tengo tan solo 34 años. Quizás viví muy rápido. Se que incansablemente, durante los últimos 6 años lo di todo, cada día, di lo mejor de mí. Lo sé solo yo. Lo sabré solo yo. Nadie más que yo, y mi Luna. Será así la vida, con personas como las que pasan alrededor de este banco de madera, cada uno con su propia realidad, su propio modo de ver el presente, el pasado y el futuro. ¿Qué será aquello que me llevará al próximo viaje? ¿Habrá un próximo viaje?
Tú tomas tu lugar,
aquel que es tuyo y que no es del Sol,
me cuentas cada noche un cuento;
me cantas una canción.
Es la misma Luz,
la que da fuerza a mi cuerpo,
y que cocina los campos,
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a fuego lento.
Fiel a mi instinto, aquel que siempre sigue la Luna, aquel que es mi mejor consejero, afirmo que es este mi camino, que se trata de un único viaje, el que me regala esta vida. Ya acepté hace días, hace años, sus consecuencias. Estoy preparado para mi condición de humano, aún si me anuncias males, pero, hoy, este hombre absurdo hizo la cruz al cielo más de treinta veces. No fue por falta de fe en mí mismo, sino por la búsqueda de fe en el mundo que me circunda. Espero no haber ido demasiado profundo en el conocimiento, y que no sea la verdadera cara de la humanidad aquella que vi despertar los últimos años. Espero sea un instante, que sea momentáneo. Pienso que mis pensamientos, hoy, y aquí, me juegan solo una mala pasada, una de sus típicas jugadas. Si no tuviera fe en el mundo no estaría escribiendo estas memorias.
De la luz del Sol y la Luna,
nacen poetas;
nacen científicos, nacen artistas; nacen atletas.
Del frío de la noche y del calor del día,
nacen las flores;
nacen perfumes, nacen colores; nacen momentos de alegría.
Para la gran masa de personas, que circunda nuestros días, en autobuses, bares, y tranvías, vivir en la superficialidad no es algo negativo. Lo entiendo. Nada fácil es navegar las profundidades del mundo. Aquí, y ahora, hay un hombre absurdo, escribiendo sobre un banco de madera, uno que no acepta rendición, aunque teme estar haciéndolo, inconscientemente.
Caminando el mundo,
transitando su agonía,
si al perderme miro el Sol,
su gran brillo me encandila.
En cambio, espero unas horas,
cantando aquella canción,
hasta que la Luna revele,
el camino a mi corazón.
Son las 00.38 de un lunes de invierno, a las orillas de un Mar Mediterráneo azul como mi bandera. Terminé el paquete de galletitas. No siento un gramo de miedo en mí. Doy mi vida por este camino. Mi consejero, en este instante, me dice con determinación, y dulzura:
Levanta la cabeza mi capitán; que usted es el último en abandonar el barco; sobre la fe de un mundo usted navega. Confíe en ellos, mi capitán; que no hay barco sin tripulación; que sin esos vientos no hay marea. Si usted grita, pidiendo auxilio, mi capitán, ellos acudirán a su rescate. Sepa dar las ordenes justas, mi capitán; orqueste esa energía capaz de alzar las velas.
Usted capitán, aprendió a navegar en balsa, los océanos profundos; usted aprendió a soplar, contra los vientos que mueven el mundo; usted supo andar durante más de 6 años, como un trotamundos. Alce las velas mi capitán; que el viaje aquí no termina; es usted quien sale ya de navegar el inframundo.
No abandone el barco capitán, no es aquí, ni ahora, el momento. Sepa usted renacer, sepa usted que simplemente hoy, navega otros vientos.”
Son las 00.53. Aquí, de escribir me detengo, pues desde ese banco de madera, tomo mi casa para emprender viaje, y decirles a los míos: desde lejos, vengo, desde lejos, vuelvo.
Como decía Gabriel García Márquez:
Viajar es Regresar.
Y como decía Charly García:
No es necesario ir tan lejos para estar acá...
Sr. Outheway.
Franco Bogliolo, El Poeta.
Fundador y CEO de Free Consulting Group.
Freedom to create. Innovation for a better world.
Anexo: Poesía G.G. Márquez "Viajar es regresar".
Viajar es regresar, por Gabriel García Márquez.
Viajar es marcharse de casa, es dejar los amigos es intentar volar. Volar conociendo otras ramas, recorriendo caminos; es intentar cambiar.
Viajar es vestirse de loco, es decir “no me importa”, es querer regresar. Regresar valorando lo poco, saboreando una copa; es desear empezar.
Viajar es sentirse poeta, es escribir una carta, es querer abrazar. Abrazar al llegar a una puerta añorando la calma; es dejarse besar.
Viajar es volverse mundano, es conocer otra gente, es volver a empezar. Empezar extendiendo la mano, aprendiendo del fuerte, es sentir soledad.
Viajar es marcharse de casa, es vestirse de loco, diciendo todo y nada con una postal. Es dormir en otra cama, sentir que el tiempo es corto; viajar es regresar.