Hacia una evaluación de capacidades
Si imaginamos el recorrido personal y profesional de un ciudadano en los próximos 50 años, seguramente los estudios de futuro nos hablarán sobre cualidades que un mundo incierto y no lineal requiere. No obstante, si revisamos las biografías de personjes como David Bowie, Sigmund Freud, Albert Einstein, John Cage, Björk o Xul Solar, todos ellos recorrieron distintos itinerarios, diversas orientaciones y carreras, todos ellos poseen una visión holística del conocimiento y su puesta en práctica que puede inspirarnos.
Para aumentar los espacios cognitivos e imaginativos hay que abrir las fronteras entre las disciplinas pero también las de las metadisciplinas, como pueden ser los conceptos de Arte, Tecnología o Ciencia (Ottino & Mau, 2022). Para ello, debemos saber cómo funciona el mundo, pero también es necesario saber cómo poder cambiarlo.
En los últimos años, diversos sistemas educativos iniciaron un proceso de revisión de la finalidad formativa de la escolaridad obligatoria buscando encontrar mayores vínculos entre la gramática escolar, por un lado, y el mundo social y laboral, por el otro. Para ello, se comenzó a focalizar en el desarrollo de capacidades que atraviesan la adquisición de conocimientos en general y que son imprescindibles para el desarrollo integral de los/las estudiantes, generando modificaciones en la visión los diseños curriculares hasta el momento vigentes.
Este enfoque contribuye a pensar en procesos de aprendizaje continuos y sostenidos que renuevan los modos de organizar institucionalmente la enseñanza y de plantear la evaluación. En este sentido, pensar en una transformación de los objetivos pedagógicos de la escuela supone también la necesidad de reflexionar acerca de los modos de evaluar.
Las transformaciones en el mundo del trabajo, las tecnologías de la información y comunicación, el multiculturalismo y la globalización presentan nuevos desafíos para la educación. La sociedad está cambiando a un ritmo más acelerado que nuestro sistema educativo. La brecha entre las propuestas pedagógicas que presentan las escuelas y la vida de los y las estudiantes se amplía cada vez más. Garantizar el derecho a aprender en el Siglo XXI implica que chicos y chicas puedan desarrollar las capacidades necesarias para actuar, desenvolverse y participar como ciudadanos/as en esta sociedad cada vez más compleja, con plena autonomía y libertad (Ministerio de Educación de la Nación, 2017).
¿Cómo se diseñan estas habilidades? ¿En qué instituciones se formarán estos ciudadanos globales? ¿Cómo desarrollar polímatas (1)? Mafalda se preguntaba en una viñeta, mientras medía el contorno de su cabeza, “¿Cabrá acá todo lo que la escuela tiene para enseñarme?”
El mundo BANI (quebradizo/ansioso/no-lineal/incomprensible) o RUPT (rápido, impredecible, paradójico, entrelazado) en el que vivimos requiere competencias tales como el aprender a aprender, la resolución de problemas, el pensamiento crítico, el autoconocimiento, la comunicación, la creatividad y la colaboración exigidos por una realidad post pandemia del Covid-19 y múltiples guerras, que reconfiguran el escenario mundial. Para ello, los y as estudiantes necesitan aprender haciendo y utilizando los conocimientos, estrategias, métodos, lenguajes y modos de pensar de las disciplinas o áreas del conocimiento. A lo largo de su trayectoria escolar, desarrollarán las capacidades para actuar y desenvolverse con plena autonomía y ejercer su libertad con responsabilidad para construir su proyecto de vida en el marco de una sociedad democrática y al mismo tiempo cambiante.
Son variadas las definiciones que circulan en el ámbito académico respecto a las capacidades. Según Roegiers (2016), constituyen un potencial de pensamiento y acción con bases biológicas, psicológicas, sociales e históricas. Son el bagaje cognitivo, gestual y emocional que permite actuar de una manera determinada en situaciones complejas. Es decir, revelan la puesta en juego de conocimientos, habilidades, actitudes y valores para el logro de un propósito en un contexto dado.
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En un escenario donde la evaluación de contenidos se encuentra consolidada, cobra relevancia dar lugar a otros procesos evaluativos que permitan capturar diversos aspectos de la formación de los y las estudiantes. Esto implica no solo contar con información sobre lo que los chicos y chicas aprenden a lo largo de los distintos años de escolaridad sino también sobre lo que son capaces de hacer a fin de pensar y diseñar estrategias de política educativa que den respuesta a las necesidades Siglo XXI y les brinden herramientas que los acompañen a lo largo de toda su vida.
Desde hace 10 años la Ciudad de Buenos Aires implementa diversos operativos de evaluación con el objetivo de obtener información sobre algunos de los logros de aprendizaje establecidos en el Diseño Curricular de la Ciudad correspondiente a los niveles primario y secundario para Prácticas del Lenguaje/Lengua y Literatura y Matemática y así contar con insumos para la toma de decisiones. Sin embargo, estos logros no necesariamente están vinculados con la evaluación de las capacidades indispensables de las que venimos hablando.
Estas capacidades aquí planteadas no sólo se proponen como puntos de partida para su evaluación sino también como herramientas para su incorporación en todos los niveles de enseñanza, tanto para su desarrollo como para la integración de los los jóvenes en el mundo del trabajo. Se trata entonces de poner foco en la evaluación como una oportunidad para que nuestros estudiantes visibilicen sus avances y logros, se conozcan como aprendices, identificando sus fortalezas y debilidades, puedan mostrar sus evidencias de aprendizaje, desarrollarse como sujetos autónomos y seguir aprendiendo a lo largo de toda la vida (Anijovich y Cappelletti, 2017).
Si se parte de la convicción de que educar es acompañar el proceso de apertura hacia uno mismo y hacia la realidad, parece lógico pensar que la escuela debe enseñar a vivir.
La reflexión sobre las capacidades y competencias implica entonces preguntarse por los fines y objetivos mismos de la escolarización y este debería ser el debate protagonista de la actualidad.
(1)Término acuñado por Piscitelli (2013) que refiere a quien está interesado y aprende sobre muchos temas para inventar