¿HAS SENTIDO EL SÍNDROME DEL DOMINGO POR LA TARDE?
Hace unos años me encontraba en una reunión regional que se realizó en el Cusco, Perú. En esa época trabajaba en una empresa importante del sector consumo masivo como responsable del área de Compensación y Beneficios para la región Andina.
En la cena de bienvenida, el presidente de la Región dio unas palabras a todos los presentes. Su discurso se centraba en reconocer los excelentes logros y desempeño de todos en la Región durante el año.
Como cierre, él comentó que estaba muy complacido y que disfrutaba de su trabajo en la empresa, que no concebía ir al trabajo sin disfrutarlo, que todos los domingos esperaba que llegara el lunes para ir a la oficina, a lo que agregó:
“SI el domingo por la tarde sientes que te pones de mal humor porque te acuerdas de que al día siguiente tienes que ir a trabajar, entonces es una señal de que necesitas un cambio”: A esto él lo llamó el síndrome del domingo por la tarde.
¿Cuántas veces has sufrido del síndrome del domingo por la tarde? ¿Cuántas veces apagas el despertador en la mañana y deseas quedarte durmiendo en lugar de ir al trabajo? ¿Has sentido que lo que haces no te motiva o no te sientes a gusto en tu trabajo?
Si es así, entonces es una señal de que necesitas un cambio.
Bendita motivación
A veces pensamos que sentirse motivado debe ser un estado perenne, sin embargo, en múltiples oportunidades podemos sentir una variación en este estado y es normal.
La motivación es el impulso por satisfacer una necesidad. En el momento en que esta es cubierta, llegamos a un estado de realización y aquello que antes nos motivaba, posiblemente ya no lo haga en el futuro, sino otro elemento.
Por el contrario, si no satisfacemos esa necesidad, entonces nos frustramos y nos desmotivamos, porque vemos que aquello que tanto anhelamos no lo podemos alcanzar.
En lo que respecta a nuestra vida profesional, cuando sentimos que lo que hacemos no nos satisface, no nos motiva, no nos llena, o no cumple con nuestro estado de realización ideal; justo en ese momento pensamos que necesitamos realizar un cambio.
Las raíces del cambio.
Los elementos de la necesidad del cambio profesional pueden ser múltiples y distintos en cada ser humano, entre ellos: la conexión con lo que hacemos, la percepción de que estamos creciendo como personas y profesionales, el significado que vemos en aquello a lo que nos dedicamos, las relaciones con nuestros compañeros de trabajo y nuestro jefe, la conexión con la cultura organizacional, la satisfacción con el salario, la calidad de las relaciones de trabajo, entre otros.
No existe una combinación universal de estos elementos, pero cada uno, de forma individual o en su conjunto, pueden detonar en una necesidad cambio cuya velocidad de materializarse dependerá de nuestra convicción, percepción de que tenemos “bajo control” el proceso o de que contamos con los recursos para ello.
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Por qué nos cuesta cambiar.
Los seres humanos nos resistimos al cambio, dado que nuestro cerebro requiere de ciertas certezas para su funcionamiento. A mayor nivel de incertidumbre, menos certeza y más consumo energético involucrado en la toma de decisiones y adaptación a un entorno cambiante.
El miedo es la principal manifestación de la resistencia al cambio. Por más que estemos convencidos de que nuestra situación actual no es la ideal, tomar la decisión de cambiar puede postergarse en el tiempo, lo que termina por potenciar el problema.
Cuando alguien me comenta que quiere cambiar algo en su vida; ya sea su trabajo, su pareja, mudarse, etc; pero que le da miedo, le digo que se imagine que está usando un par de zapatos de tres tallas menos a las que le corresponden.
Insistir en seguir usando esos zapatos implica mantener el dolor, maltrato, incomodidad e incapacidad de caminar fluidamente; entonces, ¿Qué es mejor? ¿Mantener el par de zapatos o cambiarlos? Si bien la respuesta parece obvia, tomar la decisión no siempre es fácil.
Si es lo mejor para ti, confía.
Confiar en que nuestra situación después del cambio será mejor es, literalmente, un acto de fe. La fe es creer firme y ciegamente en algo que no vemos, pero que suponemos que es lo mejor para nuestro bienestar.
En este caso, nuestros valores son el filtro para evaluar si el cambio nos conviene y en la medida de que exista congruencia entre nuestros valores y el cambio que queremos, mayor será nuestra confianza.
Por otro lado, contar con los recursos tangibles e intangibles para afrontar el cambio, nos ayuda a entender la oportunidad de este.
A fin de cuentas, si el cambio representa una ventaja para ti y está alineado con tu propósito, no queda más que confiar.
Si sientes que necesitas realizar un cambio en tu vida profesional, haz click aquí y descarga un cuestionario para evaluar tu necesidad de cambio laboral o profesional.