No hay que hablar de Economía; ¿o sí?
“Educar al soberano”. Una máxima del genial e inabordable Sarmiento es casi “el signo de los tiempos”, siglo y medio después.
Porque no hay cosa más peligrosa que un ignorante con poder, con todo el poder del Estado.
El soberano puede ser el titular de un poder ejecutivo autocrático (los ejemplos abundan aquí y allá) o, como intuía el Gran Sanjuanino, el pueblo en un régimen democrático pleno. Teniendo dos de sus poderes republicanos elegidos por el pueblo y con la impronta histórica del tercer poder (el Judicial) menos proclive a defender la Constitución que a seguir la corriente, la educación de los electores pasa a ser una salvaguarda para la salud de la República y su bienestar material de largo plazo.
Parece ser que, para las próximas elecciones legislativas (test de medio término de la gestión inaugurada el 10/12/15), asesores del oficialismo y periodistas reputados estarían sosteniendo que no hay que batir el parche sobre cuestiones económicas porque el pueblo está disconforme con el devenir del programa del gobierno. Tabú, de eso no se habla, distraigamos a la gente con espejitos de colores como la corrupción o Venezuela, así no se da cuenta de lo mal que están.
Más allá de la obvia subestimación de la inteligencia del votante, que tantas sorpresas ha dado en Argentina y en otras partes del Mundo con su sabiduría innata, la recomendación de gambetear los temas económicos tiene una raíz bien razonable.
Se fundamenta en la profunda ignorancia provocada en la población por generaciones de formadores e informadores que no se convencen que la Tierra es redonda y gira alrededor del Sol. Siguen explicando que es plana (¿cómo va a ser redonda, no lo notan?) y que es el Sol el que se mueve (lo vemos todos los días; ¿o no?). Las incorrecciones en Economía son semejantes a éstas, y los que tratamos de remediarlas somos tratados casi como los Giordano Bruno y Galileo Galillei de hoy.
Algunos dogmas que la sabiduría popular (falsamente formada e informada) ha desarrollado son:
1) Lo que gano, se lo saco a otro. El intercambio económico es un juego de suma cero. Lo que hay para distribuir está ahí: me lo llevo yo o se lo lleva otro. De ahí a la lucha de clases marxista hay un solo paso.
2) Vivir con lo nuestro. Hay que exportar sin importar, generando acumulación de divisas porque eso es riqueza. Para ello, debemos proteger a nuestros empresarios aún a costa de no poder comprar las novedades que nos harían más productivos.
3) Los comerciantes son los que hacen subir los precios. Se advierte a simple vista que se la pasan remarcando, perjudicando a los compradores con su afán de lucro inextinguible. El gobierno no tiene otra posibilidad que emitir dinero para no frenar la economía, que colapsaría por culpa de los agiotistas.
4) Los bancos son usureros, que arruinan a sus deudores para cobrarse. Ya lo mostró Shakespeare con su Shylock: no se conforman con nada. Usan el anzuelo del crédito (plata hoy) para abusarse de los inocentes pobres que necesitan gastar hoy sin preocuparse del mañana, que inexorablemente los condenará a la miseria.
Podríamos enumerar otros principios de la economía popular, pero, como muestra, estos ya son suficientes. La ironía en la presentación y la mentira encubierta en cada caso se explican por sí mismas.
Sin embargo, cuando uno aísla lo que está en negrita de la reflexión posterior que lo ridiculiza, muchas personas, algunas influyentes y hasta con poder económico y político, suscribirían cada mandamiento.
Que la reflexión sobre las relaciones de intercambio que surge de la Cataláctica haya demostrado que no se trata de un juego de suma cero sino ampliamente positivo, ya que ambas partes están mejor que antes de la transacción; que la Economía Monetaria haya confirmado que los bancos centrales son los principales responsables del valor de sus monedas y por ende de su disvalor (la inflación) y que las Finanzas sean uno de los motores que sacaron y sacan a millones de personas de la pobreza; no son más que simples teorías de escritorio según los prácticos, quienes pretenden entender los vínculos materiales entre las personas.
Al ser este conjunto de errores conceptuales los que predominan en el “soberano” es claro que su ignorancia lo hará temeroso de enfrentar cambios como los propuestos en esta nueva etapa de la administración de la economía en Argentina.
Hablemos de Economía antes estas legislativas. Instruyamos al soberano respecto de lo que tiene entre manos al votar por legisladores que le llenaron la cabeza con basura intelectual para sojuzgarlos, nada más. Demostremos que la mayor libertad lograda con mucho esfuerzo, y de la cual hemos recorrido sólo los primeros metros de su maratón, es insumo esencial para el progreso y el bienestar material de todos y cada uno. Desnudemos los intereses creados que se benefician con el injusto status quo que mantiene a millones en la pobreza material evitable.
La verdad nos hará libres. Lo contrario, sea mentira u ocultamiento de la verdad, solo puede ser obra de quien nos quiere esclavos.