No I in TEAM, one I in WIN
De chaval, en el colegio, tenía un profesor que decía: «las águilas van solas, los patos en bandadas». Algo me chirriaba. Con Michael Jordan, más adelante, empecé a poner coto a las salidas de tiesto y a comprender que los equipos no anulan las individualidades, sino que las potencian y sacan lo mejor de cada uno de sus componentes… o no son equipos. Cada uno es como es, y lo es cada vez más a lo largo de su vida: por eso es importante conocerse, por eso es síntoma de madurez (sea lo que sea la madurez) identificar los puntos débiles, para «cubrirlos», sabiendo que los puntos fuertes se mostrarán más y más… porque son los que te hacen sentir cómodo contigo mismo; por eso es necesario contar con alguien que sepa integrarte en donde puedas ofrecer lo mejor de ti (no apuntarte a lo que sea) en beneficio del colectivo. Esa es tu «I».
El esfuerzo es el componente número uno. Vuelvo a Jordan: «no me paso tres horas al día sudando (en el entrenamiento) sólo para saber lo que se siente al sudar». El esfuerzo es esfuerzo si tiene foco, si no, es cansancio estéril. Te esfuerzas para que las cosas salgan bien, para que el contenido de tu trabajo sea correcto, para que del desempeño adecuado se sigan los resultados esperados. Y, aún así, puedes fallar. Ojalá aprendiésemos que sólo equivocándose algunas vences uno puede llegar a acertar, y que las consecuencias de los errores se tienen que asumir, pero no se deben vivir como derrotas ni como hechos definitivos que no tienen vuelta atrás. Jordan otra vez: trabaja con sinceridad, «se noble con lo que haces y lo que haces será noble contigo; no busques atajos, porque los atajos te atajarán a ti y te perderás en ellos». Cuando uno se esfuerza en la dirección correcta y en el sentido adecuado, la perseverancia se convierte en una virtud. Quizá podríamos decir también «con» la dirección correcta y «con» el sentido adecuado: no sólo es la línea, sino el criterio de las personas que dirigen y el sentido que dan a lo que piden y esperan de los demás. Ese es el terreno de lo que se hace en una empresa (misión), a dónde se pretende llegar (visión) y cómo se trabaja (valores).
En las últimas décadas hemos avanzado mucho en lo referente a las habilidades; en los últimos años incluso en lo relativo a las actitudes. Hemos dado por supuestos los conocimientos. Y tenemos en nuestros equipos jugadores que son un portento de habilidad y que tienen ganas de comerse el mundo, pero que desconocen los fundamentos del juego. Es decir, profesionales que «no saben» y que creen que el conocimiento está en la web o que se puede conseguir deprisa y sin esfuerzo. Y sin fundamentos no sabes a qué estás jugando; sin conocimientos no sabes hacer tu trabajo, por muchas ganas que le pongas.
Cuando me incorporé a mi empresa, revisé con la directora de recursos humanos el plan de formación. Como tantas veces he visto a lo largo de los años, la demanda de formación para aprender inglés era grande; se había realizado una prueba de nivel a todo el equipo y la mayor parte de las personas tenían un largo camino por delante. Detuve las iniciativas que se estaban tomando al respecto: «un idioma, tres mil horas», le dije (no es mío, es de Vaughan, y se lo compro del todo). Es como si la plantilla te pidiese que la empresa se responsabilizara de buscar y pagar dónde estudiar un grado (de lo que fuera, según los intereses de cada cuál) para cada miembro de la plantilla y, además, organizase el trabajo para que lo pudieran hacer cómodamente. Ya hemos identificado quién necesita «saber» inglés en beneficio del trabajo y de la empresa; ya estamos actuando en consecuencia. Porque esa «I» es necesaria para el «TEAM».
Yo puedo asumir mis errores y mirarme en el espejo cuan los cosas del «TEAM» no van bien, cuando no se organizan de forma que nos lleven a alcanzar los resultados que esperamos, cuando tomo decisiones equivocadas… y volver a empezar; pero sé que sólo acertaré si aprendo a identificar las «I» necesarias y las personas con potencial para desarrollarlas. Lo demás es BAU (business as usual).