IMPACTO DEL TRABAJO EN LA SALUD MENTAL
Por Nerio Olivar Urbina
Como profesional de la salud, considero muy positivo que las personas se preocupen por su salud; que cuiden su alimentación, practiquen alguna actividad física de forma cotidiana, y asistan anualmente a su revisión médica, entre otras acciones. Sin embargo, como psicólogo me sorprende que por ignorancia, prejuicios y otras razones, descuiden su salud mental y se resistan a la idea de acudir a consulta psicológica.
Durante mi experiencia en el área organizacional, he podido constatar que en ese contexto la situación no es diferente, pues muchos centros de trabajo cuentan con servicio médico y hasta con áreas de recreación como gimnasios y salas de juegos para sus trabajadores, pero no con un profesional de la psicología, y en los que éste se encuentra presente, su labor se limita únicamente a las actividades vinculadas con la selección y otras pocas con el talento humano, que no involucran necesariamente a la salud mental.
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), el concepto de salud incluye a la salud mental, dado que constituye un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de patologías, enfermedades, padecimientos o trastornos. Así, la salud mental implica (directa o indirectamente) la promoción del bienestar, la prevención de trastornos mentales y demás padecimientos relacionados con la psique, de la misma manera que el tratamiento o la rehabilitación de las personas afectadas por ellos. Constituye un estado en el que la persona es consciente de sus capacidades, afronta las tensiones normales de la vida, trabaja de manera productiva, y contribuye tanto con su familia como con su comunidad.
Particularmente dentro de las organizaciones, la salud mental puede verse afectada por un conjunto de enfermedades mentales o trastornos psicoemocionales de dos tipos: 1) los que no están relacionados directamente con el trabajo, sino con el contexto familiar, personal o cualquier otro, pero que se reflejan en el trabajo y generan consecuencias negativas importantes en él; y 2) aquellos que surgen específicamente de la interacción entre el trabajador y su trabajo, y por supuesto repercuten negativamente en su desempeño laboral.
En este artículo, me ocuparé de exponer brevemente información relevante referida a estos últimos. Al respecto es importante señalar, en primer lugar, que generan tres tipos de síntomas:
1. Síntomas mentales. Los más comunes son: irritación, ansiedad, tensión, depresión, obsesión, autovaloración negativa, insatisfacción, cansancio, y ataques de pánico, entre otros. Adicionalmente, disfunciones cognitivas específicas tales como: pérdida de la memoria, alteraciones de la atención, y dificultades para la toma de decisiones y la resolución de problemas, entre otras.
2. Síntomas somáticos. Que pueden manifestarse a través de la enfermedad física propiamente o como la expresión de una dificultad psicológica subyacente. En este grupo se incluyen: dolores (de cabeza, musculares u otros), indigestión, infecciones del tracto respiratorio, afecciones de la piel, algunos desórdenes cardiovasculares, sensación de presión, y trastornos del sueño, entre otros.
3. Síntomas comportamentales. Los más habituales suelen ser: disminución o fluctuación en el rendimiento laboral; ausentismo; consumo excesivo de tabaco, alcohol o psicotrópicos; aislamiento social; problemas de conducta; y dificultades para la interrelación con compañeros de trabajo; entre otros.
En segundo lugar, es importante resaltar que este este tipo de padecimientos mentales tiene un conjunto de factores de riesgo asociados. Un factor de riesgo es toda aquella circunstancia o situación que aumenta las probabilidades de una persona para contraer una enfermedad mental, es decir, no constituye directamente su causa, pero está asociado a ella, tiene valor predictivo, y puede facilitar su prevención. Entre los factores de riesgo psicosociales en el trabajo más importantes se encuentran:
1. Elementos vinculados con la organización. Entre ellos: clima, cultura y estructura organizacional inadecuados; instalaciones no aptas para las actividades realizadas; relaciones tensas o disfuncionales entre los trabajadores; escasa o inapropiada comunicación entre ellos (no fluye en todas las direcciones); exigencia de resultados superiores a sus capacidades reales; liderazgo que se ejerce; y hostigamientos o acoso en sus distintas formas (presiones indebidas, malos tratos, y vejámenes). También: escasos o inexistentes planes de desarrollo y promoción, así como de capacitación y formación; inexistentes o poco claros sistemas de recompensa; escasa participación de los trabajadores en la toma de decisiones; e inestabilidad en el empleo; entre otros.
2. Elementos vinculados con el trabajo. Entre los más comunes se encuentran: trabajos repetitivos, monótonos o muy complejos; trabajos que demandan un elevado nivel de atención; tareas con plazos estrictos o muy cortos; tareas simultáneas; atención a personas ajenas a la empresa; sobrecarga de trabajo; sobrevaloración (ocupar un cargo sin contar con el perfil adecuado); subvaloración (ocupar un cargo teniendo un perfil superior); horarios de trabajo nocturnos y rotativos; y períodos de descanso inapropiados. Igualmente: insatisfacción por el trabajo que se realiza; ambigüedad del cargo (cuando el perfil del cargo no está claramente definido); conflicto de roles (cuando no se tiene claro el rol que debe desempeñar ante determinadas circunstancias); y la falta de autonomía o empowerment en ciertos cargos, entre otros.
3. Los elementos vinculados con el trabajador. En la lista se puede incluir: personalidad, expectativas, motivación, nivel de resiliencia, estrategias de afrontamiento, habilidades sociales, percepciones de los hechos, mecanismos de defensa, tipo de relaciones interpersonales, y perfil de competencias tanto profesionales como personales, entre otros.
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Adicionalmente, contribuyen al deterioro de la salud mental: la creciente demanda del trabajo intelectual; la continua aceleración de los procesos de producción, servicios y comunicación; el aumento en el uso de nuevas tecnologías, que facilitan la disponibilidad constante sin restricciones de horario; el aumento de la responsabilidad personal de los trabajadores y de la complejidad de las exigencias laborales; y las relaciones laborales discontinuas, con mayores demandas de movilidad que provocan aumento de la inseguridad laboral.
En tercer lugar, cabe destacar que en el medio laboral pueden darse todo tipo de trastornos mentales, entre los que destacan:
1. Trastornos psicóticos. Estos no varían significativamente de una época a otra, ni de un pueblo a otro, y los que se producen en el medio laboral obedecen a diferentes causas. Las más frecuentes son provocadas por exposición a factores químicos en el lugar de trabajo; y por el uso indiscriminado de algunos medicamentos o de sustancias psicoactivas (legales o ilegales) tales como: alcohol, anfetaminas, cocaína, cannabis, y esteroides anabolizantes, entre otras.
2. Trastornos cognitivos. Los más comunes son algunas demencias provocadas por la exposición sistemática a pesticidas y herbicidas que provocan efectos orgánicos desfavorables en el sistema nervioso, así como deterioro significativo de la capacidad tanto para procesar como para recordar información. Asimismo, por degeneraciones fisiológicas (hereditarias o de origen vascular).
3. Trastornos neuróticos. Generalmente resultan del desequilibrio entre la voluntad del patrono y la del trabajador, el cual deriva en frustración. Existen varios tipos: de Charcot (por el sulfuro de carbono), de los escribientes (espasmo de los escribientes), traumática (de renta o compensación), postraumática (de guerra), y de huelga o del desempleado.
4. Trastornos por estrés laboral. Es un estado acompañado de quejas o disfunciones físicas, psicológicas o sociales, como consecuencia de la incapacidad de los trabajadores sometidos a una presión intensa para cumplir con las exigencias o las expectativas impuestas. Esto implica una carga acumulada de estresores (o distresores) que superaran su umbral óptimo de adaptación y, en consecuencia, su organismo empieza a manifestar señales de agotamiento. Tales distresores pueden tener un carácter personal (frustración, monotonía, insatisfacción, contrariedades y coacciones), u organizacional (jefes o compañeros incompetentes, salarios inadecuados, falta de información o de seguridad en el empleo, disciplina mal concebida, entre otros).
5. Trastornos por abuso de substancias psicoactivas. Son generados principalmente por el alcohol, el tabaco y los psicofármacos. La etiología de las adicciones es altamente multicausal, puesto que implica factores interpersonales, socioeconómicos, laborales, culturales y étnicos, farmacológicos, y psiquiátricos.
Pero también existen enfermedades mentales producto del quebrantamiento en la organización, bien sea por la demanda externa o por las relaciones interpersonales dentro de una deficiente política de relaciones humanas en la organización. En este sentido, se puede decir que los más importantes son dos, a saber:
1. Mobbing (acoso moral o acoso psicológico). Este consiste en actitudes hostiles, frecuentes y repetidas en el lugar de trabajo, dirigidas siempre a la misma persona (mínimos una vez por semana y durante seis meses). De igual manera, puede consistir en conductas abusivas y sistematizadas contra la dignidad o la integridad psíquica del trabajador, así como el carácter de exclusión que pretende este procedimiento.
2. Burnout (síndrome de quemarse por el trabajo). Es un síndrome clínico que se caracteriza por: progresiva pérdida de energía hasta llegar al agotamiento, ansiedad depresión, desmotivación en el trabajo, y agresividad con las personas que trata en el trabajo (clientes o pacientes). Se manifiesta a través de: alteraciones físicas (cefaleas, insomnio, algias osteomusculares, alteraciones gastrointestinales y cardiorrespiratorias, entre otras), psíquicas (ansiedad, angustia, fatiga mental, comportamientos paranoides o agresivos, entre otras), y sociales y conductuales (ausentismo, adicciones, distanciamiento emocional, conflictos laborales y familiares, entre otras).
Para finalizar (este primer artículo sobre el tema) es importante mencionar que, las organizaciones deben implementar estrategias innovadoras que permitan mantener la salud física y mental de sus trabajadores, concientizándolos y sensibilizándolos. Al mismo tiempo, deben trabajar en dos sentidos; el primero, en la organización del trabajo, para adecuar los procesos, las actividades, las tareas, y en general los puestos de trabajo, a las capacidades fisiológicas y psicológicas de los trabajadores, en función de que éstos estén más sanos, más motivados, y con el mejor clima laboral posible, lo cual les permitirá el adecuado desarrollo de las actividades laborales y asentar la base para conseguir y mantener bienestar en el trabajo.
Y el segundo, en la labor de los trabajadores junto a sus gerentes líderes, para la difusión y aplicación de medidas que promuevan la salud, la seguridad, y el bienestar de todos, de la misma forma que el monitoreo permanente de la salud mental dentro de la organización, en aras de lograr productividad, sostenibilidad, competitividad y adecuado desarrollo de los procesos organizacionales, que disminuyan costos, fomenten la competitividad, e incrementen la satisfacción laboral.