Incertidumbre económica global.
Incertidumbre económica global
PhD Nestor Avendaño
22/01/2017
El 45º presidente de Estados Unidos, Donald Reagan, tomó posesión el viernes 20 de enero de este año y mantuvo la incertidumbre no sólo en la economía de Estados Unidos sino también en la economía mundial.
El menú de su política económica muestra la disminución de los ingresos tributarios con la reducción de la tasa máxima de impuesto sobre la renta de 40% a 15% para todos los estadounidenses; la ampliación del gasto público a través de la inversión pública y el reforzamiento de las fuerzas armadas y de la lucha contra el crimen, las pandillas y las drogas; la “flexibilización” del Obamacare; el impulso del proteccionismo comercial, con el retiro de Estados Unidos de la Asociación Transpacífica (el acuerdo de libre comercio con 11 países del Pacífico), la revisión del NAFTA -el acuerdo de libre comercio con México y Canadá- y la amenaza con salirse del tratado si los otros dos países se oponen a renegociarlo, el establecimiento de más aranceles de 35% y 45% si las empresas estadounidenses externalizan su producción, y la negociación de acuerdos comerciales bilaterales; la desregulación estatal sobre la economía; la disminución de los límites de las emisiones contaminantes, sin mencionar el Acuerdo de París contra el cambio climático; la deportación de los inmigrantes indocumentados con antecedentes delictivos y la construcción de un muro en la frontera con México contra la inmigración irregular y que lo pagaría el país vecino.
Complementa su menú de políticas económicas con su política exterior que aboga por la doctrina de “paz mediante la fuerza”, promete un plan agresivo contra el yihadismo, siembra dudas sobre la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) al calificarla de obsoleta, evoca la posibilidad de un acuerdo de reducción de armas nucleares con Moscú a cambio del levantamiento de las sanciones impuestas a Rusia, y pronosticó que el Brexit sería un éxito y anunció que quería concluir rápidamente un acuerdo comercial con Reino Unido.
Su nueva visión de gobierno la resumió así: “Desde este día sólo será ‘América primero’. Cada decisión en comercio, impuestos, inmigración o asuntos exteriores, tendrá el objetivo de defender a los ciudadanos y trabajadores estadounidenses”, y prometió, con su habitual tono populista, que los ciudadanos guiarán su política y dejarán de ser los “olvidados”.
Con sus propuestas económicas, Donald Trump también ha prometido duplicar el ritmo de crecimiento económico anual de Estados Unidos, es decir, elevarlo de 2% a 4% en los cuatro años de su presidencia.
Se visualizan riesgos para la economía estadounidense y en la economía internacional con el modelo trumpiano. Su propuesta de política fiscal es bastante contradictoria, porque incrementará el déficit y la deuda del sector público al aumentar el gasto y disminuir los impuestos, acelerará la tasa de inflación en el mercado estadounidense, apreciará o dará mayor valor a dólar, obligará a la Fed a doblar el paso en las alzas de las tasas de interés, encarecerá las exportaciones estadounidenses, abaratará las importaciones de la primera economía mundial, y ampliará el déficit comercial externo. El crecimiento económico sería estimulado en el corto plazo, pero el resultado de todos estos efectos es la desaceleración y la recesión económica si las tasas de interés subieran rápidamente.
El ansiado bienestar económico que persigue el presidente Donald Trump “sobrecalentaría” la economía estadounidense, porque ésta ya se encuentra muy cerca del pleno empleo al observarse la actual tasa de desempleo de 4.7% de la población económicamente activa (PEA), aunque no hay que pasar por alto que millones de estadounidenses han dejado de buscar trabajo y ya no pertenecen a la PEA, y la actual tasa de inflación interanual que es igual a 2.07%, el nivel máximo tolerable por la Fed.
Con una economía que crece a un ritmo cercano a su potencial debido al bajo nivel de desempleo, una política fiscal expansiva con una menor disponibilidad de ingresos tributarios podría provocar escasez de mano de obra, aumentos salariales insostenibles y mayores presiones inflacionarias. En ese entorno, la Fed tendría que endurecer la política monetaria con alzas más rápidas de las tasas de interés para contrarrestar la aceleración de la tasa de inflación en el mercado estadounidense. Sólo el aumento de la productividad podría ayudar a mantener un crecimiento económico permanente de 4% anual libre de inflación en el corto plazo, el cual se podría lograr con un auge tecnológico que aún no ha sido mencionado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
En el ámbito internacional, los países de economía emergente, principalmente China y México, no se beneficiarían del crecimiento económico de corto plazo en Estados Unidos por el establecimiento de barreras comerciales. Además, existe el riesgo de que se desate una guerra comercial entre Estados Unidos y China.
El mercado integrado de Centroamérica, que en 2015 tuvo un Producto Interno Bruto (PIB) Nominal de 228 mil 248 millones de dólares equivalente al 90% del PIB de Chile, cuenta con el acuerdo comercial del CAFTA suscrito con Estados Unidos, aparentemente no está amenazado por el proteccionismo comercial, porque los países centroamericanos son exportadores natos de materias primas. Sin embargo, debido a la apreciación esperada del dólar estadounidense, no se verán favorecidos los países importadores de materias primas que pagan en moneda estadounidense, por ejemplo el petróleo, así como los países importadores de productos estadounidenses, entre ellos Nicaragua.
Es bastante probable que los canales de trasmisión de los aumentos o de las disminuciones del PIB estadounidense hacia los países centroamericanos, incluyendo a Panamá, se mantengan durante la administración Trump, los cuales son los siguientes (porcentajes del PIB Regional de 2016 entre paréntesis, de acuerdo con datos de COPADES): las exportaciones de materias primas (21%), los flujos de inversión extranjera directa (5%), las remesas familiares (7%) y la afluencia de turistas estadounidenses. Cabe agregar que el flujo bruto de la inversión directa estadounidense hacia Nicaragua totaliza 2 mil 101 millones de dólares y participa con el 20% en el valor total de la inversión extranjera directa acumulada en el país durante el período 1991-2015.
En el mercado financiero internacional se daría fácilmente un fuerte aumento de las tasas de interés, que afectaría a los países de economía emergente y a los países en vías de desarrollo, entre estos últimos los países centroamericanos y, por ende, Nicaragua. El dinero se volverá más escaso y más caro, y los países que estén muy endeudados en dólares estadounidenses y en términos no concesionales tendrán efectos negativos en sus balanzas de pagos.
En conclusión, se observan más factores de incertidumbre y un mayor riesgo económico en la economía mundial al inicio del año de 2017 de los que había al empezar el año de 2016. A las promesas del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, habría que agregar la salida del Reino Unido de la Unión Europea y los resultados electorales en Francia, Alemania y Holanda, en que participan la francesa Marine Le Pen, el holandés Geert Wilders y la alemana Frauke Petry, todos ellos autodenominados como “líderes de la nueva Europa”, ultraconservadores decididos a transformar el continente en las elecciones que se celebrarán este año.
Para nosotros, los nicaragüenses en particular, debemos mantener la atracción inversionista extranjera y doméstica para seguir impulsando el crecimiento económico y continuar reduciendo la pobreza con la implementación de políticas públicas que reduzcan la desigualdad de los ingresos, pero también se observan riesgos políticos muy cercanos, cuyas causas están en Managua pero sus efectos también vienen de Washington.