Integración Global vs. Soberanía Nacional: ¿Podemos tenerlo todo?

El orden económico internacional liberal, caracterizado por su apertura comercial, movilidad de capital y cadenas globales de valor, enfrenta hoy desafíos profundos. El auge del nacionalismo, las cadenas de suministro frágiles y las tensiones geopolíticas ponen en duda la viabilidad de este modelo. La gran pregunta ahora es: ¿podrá seguir funcionando este sistema de interdependencia compleja basado en mercados abiertos o necesitamos nuevas "reglas del juego" para navegar en esta incertidumbre?

En el corazón de este debate están las ideas de Dani Rodrik y su “trilema de la globalización”. Según él, los países no pueden tener al mismo tiempo democracia, soberanía nacional y una integración económica global profunda. Siempre hay que renunciar a una de esas tres opciones, y esto plantea serias limitaciones al modelo liberal. Por otro lado, la teoría de John Ruggie sobre el “liberalismo incrustado” nos recuerda que el sistema liberal tiene más éxito cuando la apertura de los mercados va de la mano con fuertes protecciones sociales.

La realidad de estas teorías se ejemplifica bien en dos casos de América Latina: Costa Rica y Cuba, dos países con enfoques opuestos frente a la integración global. Costa Rica ha apostado por la apertura comercial y las cadenas de valor globales, especialmente en tecnología médica. Esta estrategia de mercado abierto ha impulsado su crecimiento, pero lo ha hecho de la mano de políticas sociales fuertes, como su sistema de salud universal y educación pública. Este enfoque sugiere que sí es posible beneficiarse de la globalización si se acompaña de protecciones sociales que den estabilidad en tiempos de crisis.

En contraste, Cuba ha mantenido un modelo económico mucho más cerrado y controlado, priorizando su soberanía y limitando su exposición a los mercados internacionales. Si bien esto la protege de los altibajos del mercado global, también limita sus oportunidades de crecimiento y la deja más vulnerable al aislamiento, como ocurre en su relación con Estados Unidos. La estrategia de Cuba nos muestra que, aunque resistirse a la globalización puede reducir ciertos riesgos, también restringe el potencial de desarrollo y la resiliencia económica en un mundo cada vez más interconectado.

Este análisis nos lleva a reflexionar sobre los desafíos de la integración económica global. Rodrik nos advierte que, aunque las cadenas de valor globales aumentan la eficiencia, también exponen a las economías a vulnerabilidades externas, como quedó claro con la pandemia de COVID-19. Por ello, necesitamos políticas que no solo promuevan la apertura de los mercados, sino que también fortalezcan las protecciones sociales y la estabilidad institucional.

La experiencia de Costa Rica es un claro ejemplo de cómo el liberalismo “incrustado” de Ruggie puede ayudar a fortalecer la integración global. Al apostar por la participación en los mercados internacionales, pero también al garantizar la estabilidad social a través de políticas inclusivas, Costa Rica ha logrado un equilibrio que muchos países podrían seguir. Mientras tanto, la realidad de Cuba demuestra las limitaciones de un modelo que prioriza la soberanía sin integración, un enfoque que, aunque da estabilidad social, limita el crecimiento económico.

Espero que el mensaje principal de este articulo sea el siguiente – si el orden económico liberal quiere sobrevivir, debe adaptarse y desarrollar nuevas "reglas del juego" que permitan una integración global flexible. La experiencia de Costa Rica sugiere que la integración selectiva y respaldada por políticas sociales puede ofrecer un modelo viable de resiliencia, mientras que el aislamiento de Cuba subraya los costos de renunciar al mercado global. En un mundo cada vez más interdependiente, el futuro de la globalización dependerá de cómo equilibremos las ambiciones globales con las necesidades sociales locales, tal como Rodrik ha planteado en su llamado a estrategias de crecimiento que consideren los contextos políticos y económicos de cada país.