Jane Jacobs: “Muerte y vida de las grandes ciudades”
Se cumplen 100 años del nacimiento de Jane Jacobs, cuya figura no hace sino crecer al ritmo que lo hace el interés por esa gran invención humana que son las ciudades.Podéis consultar aquí la biografía de esta auténtica revolucionaria del urbanismo, alguien que amaba y comprendía la ciudad como pocos en su época, y cuyo principal libro“Muerte y vida de las grandes ciudades” publicado en 1961 sigue siendo una sorprendente fuente de ideas sobre multitud de aspectos que actúan y rigen en una ciudad: economía, seguridad, hábitat, tráfico, gobernanza, planificación, participación,…
Jane Jacobs no tenía ningún título académico, sino que se graduó en “resistencia cívica” al enfrentarse al todopoderoso Robert Moses, urbanista principal del Ayuntamiento de Nueva York, su ciudad de adopción, para evitar que el automóvil arrasara un parque emblemático de la gran manzana como Washington Square.
“Muerte y vida de las grandes ciudades” estudia, en una primera parte, cómo funcionan las ciudades a escala microscópica para, a partir de ello, extraer lecciones de cara a su planificación urbanística. Por ejemplo, cita a la abundancia de pequeños comercios, al contacto casual en las aceras y a las ventanas en plantas inferiores como principales garantes de la seguridad en las calles y plazas. Pequeños elementos para grandes objetivos. Aboga por favorecer los usos infantiles en el espacio urbano adelantándose décadas a iniciativas revolucionarias como “La ciudad de los niños”, o desenmascara falacias como la demanda acrítica de parques, desentrañando de una manera precisa las condiciones necesarias para que los parques sumen calidad de vida y no representen una amenaza para la seguridad de los barrios.
En la segunda parte del libro, Jacobs nos habla de cómo la única garantía de éxito de nuestros barrios y ciudades es el fomento de la diversidad de usos. Mezcla de usos primarios: oficinas, vivienda, cultura, ocio, parques… como una de las claves para que los barrios sean ricos en actividad y no acaben declinando. Junto a ello, aboga por ladensidad, algo de lo que se vuelve a hablar ahora pero que en ciertas ciudades sigue siendo anatema. Jacobs se detiene en explicar que en los barrios que no son lo suficientemente densos los pequeños comercios difícilmente pueden florecer, y que sin el pequeño comercio las aceras se desertizan y, finalmente, que sin gente en las aceras los barrios se convierten en inseguros, y con ello la vida de sus habitantes, de casa al coche, del coche a casa, se empobrece.
En la tercera parte de “Muerte y vida…” Jacobs habla de los factores destructivos de la diversidad (y de la vida) en la ciudad. Las cicatrices urbanas: vías de tren, autopistas en varios niveles, parques mal diseñados hostiles al viandante, riberas de ríos descuidadas, muelles industriales… las llamadas “fronteras del vacío” pueden resultar letales al cortar la comunicación peatonal entre barrios, causando en sus cercanías un languidecimiento de la actividad económica.
En la cuarta parte del libro, titulada “Tácticas”, destacan unas reflexiones ante las políticas de ayuda a la vivienda que harían palidecer a quienes han venido planificando este tipo de políticas en nuestro entorno en las últimas décadas. “El único pecado que ha cometido cierta gente”, viene a decir Jacobs, “es no poder pagarse una vivienda decente. Por ello, se les destierra al extrarradio de la ciudad, se les segrega en barrios enteros de VPO, iguales, lejanos, sin diversidad”. No sólo eso, sino que además, se priva a los centros de las ciudades de gente con el empuje necesario para mejorar sus avejentados edificios. Todos salimos perdiendo; de la misma manera que todos ganaríamos si ese capital se destinase a impulsar la rehabilitación de la ciudad consolidada.
En esta fase final del libro, impagable, Jacobs habla de las políticas de movilidad (¡¡recordemos que el libro se escribió a finales de los años 50!!.) Frente al dogma imperante en la ingeniería de tráfico de que el número de automóviles en una ciudad es constante, Jane Jacobs afirma que el uso del coche es fruto de una evaluación inteligente de opciones de transporte para cada ocasión por parte de cada individuo. Si se favorecen otros medios alternativos (bicicleta, transporte público, peatonalización) y se dificulta el uso del coche (ensanchamiento de aceras, limitaciones de velocidad, restricción de aparcamientos) el número de vehículos disminuirá, y con ello los atascos. ¿De sentido común? Miremos a nuestro alrededor y comprobaremos que no, que no todo el mundo lo tiene tan claro hoy en día.
Para acabar, Jane Jacobs nos habla de la gobernanza. Propone minimizar las estructuras estancas y verticales en una ciudad y, en su lugar, favorecer estructuras horizontales en competencias pero muy ligadas a los lugares. Hemos hablado en algún otro post de “place-making” y Jacobs nos habla de una gobernanza que tome el “lugar” en todas sus vertientes como centro de su acción. Sólo conociendo de manera integral el terreno se comprende los delicados equilibrios que lo hacen funcionar.
El libro, en definitiva, abre la mente y sobre todo los ojos, pues miramos ahora la ciudad y vemos pequeños éxitos y fracasos que antes no éramos capaces de detectar, pero que, a buen seguro, condicionarán en gran medida el éxito o el fracaso futuro de nuestras ciudades.
Aunque “Muerte y vida…” es la obra más conocida de esta pensadora urbana hoy ya centenaria, Jane Jacobs publicó, una década después, otro gran libro: “La economía de las ciudades”, donde establece algunos de los principios base de muchas de las políticas de desarrollo económico urbano de hoy en día. Ambos libros deberían formar parte del mínimo equipaje que todo apasionado de las ciudades lleve en su maleta en su tránsito por un universo de conocimiento cada vez más urbano, denso e inabarcable.