Jon Lee Anderson: "El triunfo talibán es un momento de júbilo para todos los extremistas del mundo"​
Jon Lee Anderson, fotografiado en Kabul en 2002. Thomas DworzakMAGNUM

Jon Lee Anderson: "El triunfo talibán es un momento de júbilo para todos los extremistas del mundo"

PABLO PARDO. Corresponsal. Washington

@PabloPardo1

El jueves por la mañana, el reportero del semanario 'The New Yorker' Jon Lee Anderson estaba tratando de lograr que los dos hijos de un amigo suyo afgano que vive en EEUU y que habían ido a Kabul de visita pudieran salir de la capital afgana. Anderson es uno de los corresponsales de guerra con más experiencia de Estados Unidos. Solo en Afganistán calcula que ha pasado más de un año de su vida, repartido en unos diez viajes, el primero de los cuales fue en 1988, cuando la Unión Soviética todavía combatía en el país. En 2005, ganó el premio 'Reportero de EL MUNDO', otorgado por este periódico.

PREGUNTA. ¿Va a volver a Afganistán?

RESPUESTA. Tengo que hacer algunas averiguaciones todavía pero estoy valorando esa posibilidad.

P. ¿A dónde iría?

R. El único lugar con un mínimo de seguridad -y ni eso- es Kabul. El hecho de que los talibanes hayan liberado a todos los presos de Pul-e-Charki y Bagram [las dos mayores cárceles del país, situadas muy cerca de la capital] significa que hay un montón de extremistas y también miembros del IS sueltos por el país, así que es muy peligroso.

P. ¿Cuáles han sido sus emociones esta semana?

R. Desazón, shock, incertidumbre, y un sentimiento de que ya hemos vivido esto antes. Esto empezó como una expedición punitiva justificada de Occidente contra los terroristas del 11-S, y ha acabado dejando el terreno a los mismos que fueron expulsados de él: los talibán. No han pedido perdón en ningún momento, y, ahora, 20 años después, llegan y prácticamente se les recibe con alfombra roja, con muchos diciendo que han cambiado.

P. ¿No han cambiado?

R. No hay nada que permita confirmar esa aseveración. Todo el mundo está hablando del portavoz de los talibán, Zabiulá Mujahid, que ha aparecido en público por primera vez. Es el mismo Mujahid que una semana antes de la toma de Kabul celebró con alegría lo que llamó "una operación especial", que fue el asesinato del portavoz del Gobierno [Dawa Khan Menapal, asesinado a tiros en Kabul el 6 de agosto]. ¿Cuánto cambia el que dice que es moderado después de celebrar un asesinato a sangre fría? La gente de Kabul sabe muy bien quiénes son los talibán, porque en la ciudad han sufrido centenares de ataques, muchos de ellos por suicidas. Esto es un paso atrás muy grande no solo para Afganistán sino para la democracia y para todo Estado de Derecho que no se base en una teocracia sino en la Ilustración y el Renacimiento.

P. Ayman Al Zawahiri, el sucesor de Bin Laden en Al Qaeda, suele decir que tardaron siglos en derrotar a Occidente en las Cruzadas. Ahora solo han necesitado 20 años.

R. Éste es un momento de júbilo para todos los extremistas del mundo. De hecho, ha habido pocas ocasiones en las últimas décadas en las que una fuerza guerrillera haya triunfado de la forma en que lo han hecho los talibán ahora. Ésa es la clave para que una guerrilla gane: que sea capaz de perdurar. El gran podría tecnológico de EEUU no puede vencer a un pueblo valiente, sin recursos, pero con maña, voluntad y perseverancia, podrían llegar a su meta. Vietnam lo demostró hace casi 50 años; Afganistán ha vuelto a dejarlo claro.

P. ¿Qué conclusiones cabe extraer de esta guerra?

R. Yo tengo una duda casi existencial. En las guerras antiguas ganabas cuando aniquilabas al enemigo. O eras tú o eran ellos. Aún hay algunos países que luchan así, como Rusia en Chechenia, pero Occidente no hace guerra total. Si vas a la guerra pensando que no vas a aniquilar a tu enemigo ¿hay posibilidad de triunfo? Yo creo que la respuesta es no. Me gustaría ver algún día un debate así en el Pentágono o en la CIA. Yo, como una provocación, les he dicho a veces a los generales estadounidenses "Dostum [un líder uzbeko anti talibán] ayudó a EEUU cuando en el año 2001 dejó que murieran de sed 2.000 talibán en contenedores en el desierto". Y ¿sabe? Nunca me han contestado, pero he visto cómo se les encendían los ojos. La guerra es así. Todo lo demás son huevadas. Y eso es lo que hemos estado haciendo en Afganistán.

P. Usted conoció a muchos de los líderes estadounidenses civiles y militares de la guerra de manera muy cercana. ¿Les preocupaba la guerra o su carrera política en Washington o en el Pentágono?

R. Eso es una constante cuando hablamos de las altas esferas militares y diplomáticas, que han ido a la guerra pensando en cómo ascender un peldaño más en su carrera. A veces uno se encontraba con militares -recuerdo varios coroneles, e incluso a un general, aunque no en Afganistán sino en Irak- que eran de ese estilo: gente entregada a sus hombres, noble, sacrificada... Pero muchas veces esos oficiales tenían que cumplir órdenes de mandos que eran mucho más politiqueros.

P. Así es imposible conocer la cultura del país.

R. Desde luego. Si yo tuviera una crítica grande a la empresa estadounidense en Afganistán, diría que el problema es la concepción misma del conflicto, que viene desde los presidentes de turno en el país. Nunca hicieron que el presidente afgano fuera un líder soberano de verdad, un mandatario con todas las de la ley. Nunca se molestaron en conocer bien una sociedad compleja, con muchos líderes de todo tipo -étnicos, tribales, de clanes, religiosos-, que en muchos casos son más poderosos que el presidente. Cuando Biden dice que los afganos no pelearon es insultante. Ellos pusieron los muertos. Y, cuando hablamos del billón de dólares que EEUU se ha gastado en la guerra, ¿cuánto fue a los afganos y cuánto fue a Boeing, a DynCorp, a Halliburton, a KBR, o a las demás empresas involucradas en el conflicto?

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