“Keep the sun in your heart, fly your kite”

"Son las 9:00 am y el inbox de tu email ya está lleno. Piensas ¿la gente no duerme? Maravillas del teletrabajo, mails con temas a resolver, tareas pendientes, invitaciones a reuniones. Un café caliente recién hecho en tus manos y arrastrando la falda de la bata sobre tu pijama, caminas hacía la habitación de invitados convertida en tu nuevo despacho. Piensas ¿por dónde empiezo? Y de repente suena tu teléfono." Este es el tipo de escena que viven muchos empleados atrapados entre las cuatro paredes de su apartamento, ya es nuestra realidad diaria, comunicación a través de una pantalla todo el día.

Creo que la empatía hacia otros tiene que estar presente más que nunca. Últimamente nuestra vida también se parece a una película de terror, con la llegada del COVID hemos perdido seres queridos, familiares, amigos. Tenemos tantos sentimientos mezclados de dolor, miedo y tristeza. Ya sé que tenemos un papel casi sobrehumano, pero tenemos que sobrevivir a toda cosa. Creo que ya hemos aprendido a ser fuertes, ahora nos queda aprender a ser felices. Volviendo a lo básico, agradecer que tenemos salud, la mano de alguien para estrechar y pensar que vendrán días mejores, los cumpleaños, las fiestas, muchas más razones para sonreír.

Si vives una vida caótica y llena de tensiones busca consejo. Si sufres alguna pérdida pide ayuda. Si tu relación no funciona no esperes a encontrar otro hombre para sentirte una mujer plena. Si no estás feliz en tu trabajo no te agarres más a tu silla por el miedo a lo qué hay fuera. Los días, los años pasan muy rápido. No malgastes una vida, vive feliz.

Hace casi 15 años, en una tarde fría y oscura, conocí un niño indio llamado Ketan. Me acerqué y vi que tenía una ropa vieja y rota, era tan delgado que casi podías contar sus costillas, sus pies descalzos llenos de barro. Tenía el pelo encrespado, la cara sucia mezclada con mocos y tierra, pero estaba sonriendo. Lo que más me impacto fue sus grandes ojos que se iluminaban. Empezó a correr con su cometa sobre una montaña de basura y gritaba:

“Keep the sun in your heart, fly your kite”… desde entonces Ketan y yo nunca hemos parado...