Límites y posibilidades de la inteligencia artificial ejecutiva
Por Hyde & Seek
En la era de la automatización, el trabajo del ser humano puede volverse más fácil y más eficiente. Esta es una de las premisas que debe sustentar una buena cultura organizacional, en la que la inteligencia artificial se vea como un agente que pueda complementar, y facilitar, todas las tareas, incluso las de los ejecutivos. No obstante, este ideal tiende a ser más la excepción que la norma.
¿Puede una máquina asumir tareas complejas como la evaluación de candidatos, o la supervisión de los trabajadores? Esta es la promesa de los programas de inteligencia artificial orientados a realizar una gestión de los trabajadores, supuestamente más efectiva y más eficiente. Sin embargo, una crítica que se ha hecho a estos programas es que pudieran enfrentarse a desafíos éticos importantes, pues estos pueden manifestar sesgos que afecten negativamente a las personas y en última instancia a las empresas. Por ello, la IA ejecutiva sólo permitirá la transformación de las empresas con un cuidado atento tanto en su diseño como en su implementación.
Los límites de la eficiencia
De acuerdo a un artículo de Mohammad Hossein Jarrahi, Mareike Möhlman y Min Kyung Lee del Sloan Review de MIT, la inteligencia artificial ejecutiva tendrá la ventaja de automatizar tareas repetitivas, y de mejorar el desempeño de los gerentes como coordinadores y en la toma de decisiones. Sin embargo, es muy importante prestar atención a los límites de la IA para fomentar una mejor cultura organizacional.
Estos autores consideran que utilizar algoritmos, por lo general, es una buena idea para facilitar ciertas operaciones, pero es una práctica que puede enviciarse. Señalan, de hecho, que esto es lo que han realizado aplicaciones de transporte y envíos para el funcionamiento de sus plataformas. La automatización de solicitudes y el monitoreo correcto de vehículos, como sucede con Uber, UPS, y Amazon, les ha dado una gran infraestructura tecnológica a las empresas para facilitar sus gestiones. Estas son algunas de las empresas que pueden rastrear con más claridad la productividad de sus trabajadores, así como agilizar contrataciones, renuncias y despidos. Pero la eficiencia de las operaciones no debe de ser el único tema a considerarse en la implementación de programas que automaticen la gestión.
Para Jarrahi y compañía, la postura que han tomado las empresas antes mencionadas ha deshumanizado a los trabajadores, lo cual ha llevado a denuncias y a una importante insatisfacción laboral. También se ha detonado una discusión ética contra el monitoreo automatizado de ciertas compañías para trabajadores remotos vía cámara, como sucedió en el caso de Apple. La gestión automatizada puede maximizar ciertos objetivos a expensas de minimizar otros, a menudo soslayando los intereses y el bienestar del trabajador: un detalle que jamás podemos perder de vista.
En muchas implementaciones actuales de gestión algorítmica, los trabajadores tienen pocos recursos para tener injerencia. Aunque esto parezca que les ofrece más control a las empresas, a lo largo puede dañar su reputación, y llevar a reducidos índices de atracción y retención de talento.
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Un modelo más colaborativo entre ejecutivos y programas
Aunque algunas empresas buscan minimizar la incidencia humana al máximo, la inteligencia artificial tiene limitaciones para automatizar completamente los roles gerenciales que involucran tareas cognitivas más complejas y más intuitivas.
Por ello, las organizaciones deben asegurarse de que los programas siempre complementen a los ejecutivos, pues estos son indispensables para la toma de decisiones estratégicas, y en un buen manejo de personal. Sin embargo, a la larga, una IA ejecutiva bien implementada, podría ser un apoyo invaluable para áreas más tácticas, como inducciones, capacitaciones y la coordinación de algunos proyectos.
Para Jarrahi y colaboradores, la relación entre ejecutivos e inteligencia artificial debe de centrarse en un modelo horizontal y de apoyo recíproco. La IA puede proporcionar la opción de simplificar coordinación de tareas (distribución, agregación y evaluación de tareas), mientras que las y los ejecutivos deben asumir roles más interactivos y de supervisión humana.
Incluso en los niveles más altos de gestión, los sistemas de IA pueden hacer sondeos y ofrecer información sobre los entornos internos y externos de las organizaciones. Por el otro lado, los ejecutivos pueden aportar una perspectiva estratégica y de más rango para la toma de decisiones. Este es un punto al que podría parecer ideal acercarse.
Un riesgo más de los modelos de IA ejecutiva
Las empresas que deciden invertir en la gestión automatizada deben reconocer que los algoritmos no son neutrales al momento de tomar decisiones. De hecho, es común que los programas mismos revelen sesgos de sus sociedades (e.g., de género, o raciales), que pueden conducir a un mal manejo de RRHH y pésimos índices DEI y ESG. Esto es particularmente delicado en la evaluación de candidatos para puestos de trabajo. Asimismo, estos sesgos pueden ser difíciles de detectar ante la ausencia de ejecutivos de carne y hueso, lo cual también afecta temas de transparencia y gobernanza para las compañías. Por esto mismo, las compañías deben de implementar prácticas de autorregulación, seguir las políticas que rigen la gestión automatizada —aunque sean incipientes— y, sobre todo, dar valor al trabajo de los ejecutivos. En cuentas resumidas, una gestión que prescinde de la ética no garantiza el éxito, y apunta a obstáculos importantes para las compañías.
Las organizaciones deben pensar más allá del alcance de los algoritmos y decidir con cuidado qué deberes gerenciales pueden delegarse a los algoritmos y cuáles a los ejecutivos. Estas preguntas plantean cuestiones morales complicadas en torno a las condiciones de los trabajadores, la responsabilidad de las empresas, y sobre todo, en los pasos a seguir al implementar este tipo de inteligencia artificial en su cultura organizacional.
La gestión automatizada tiene muchas promesas para las organizaciones y puede transformar los roles y deberes de los ejecutivos. Sin embargo, el factor humano no puede dejarse de lado en su implementación, dado que las compañías no funcionan solo a base de la tecnología. Una gobernanza correcta de la empresa debe entender el complemento entre los recursos humanos y las nuevas tecnologías para abrir un nuevo horizonte de posibilidades.
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