LA CASA ESTÁ TOMADA PARA MEJOR VIVIR
En reciente visita del Premier Bellido a la Provincia de Andahuaylas, se llevó a cabo una manifestación organizada por los feriantes (la Feria de Andahuaylas es una de las mayores del Perú interior, se realiza los sábados y domingos y congrega a comerciantes y compradores de las provincias y departamentos vecinos). En la concentración se encuentran miles de personas ocupando el enorme espacio de la feria, se suceden en el discursos representantes de la sociedad civil organizada, en su mayoría vestidos informalmente a la manera campesina con sombrero, pocho y huaraca, los discursos son en quecha, matizados por el castellano, llama poderosamente la elocuencia de los oradores en lenguaje nativo, diferente cuando el campesino se expresa en idioma que no es propio.
El premier también habla en quecha, todos se sienten en familia, en compañerismo, es una fiesta democrática, sin los formalismos de la afectación burguesa, todos son directos y se llaman Taytay, urpichay, huaykichay, expresiones cariñosas y tradicionales del mundo andino. Esta escena nunca fue vista en la política peruana, campesinos tomando los espacios, decidiendo cómo y dónde gastar los recursos asignados por el Estado. En el pasado las autoridades visitantes estaban vestidos de camisa y corbata, y las autoridades locales bien presentados a la moda del momento, rodeados de la aristocracia serrana, casi nunca gente del pueblo en el estrado o en primer plano.
Llueven las demandas como en el pasado, dónde las autoridades ofrecían el oro y el moro, como si los recursos fueran de ellos mismas, hacían campaña política que en los hechos tampoco se cumplían, servían para amainar el temporal. El premier les recuerda que los recursos van a la región y a los municipios y ellos son los que deben atender las demandas. Bueno sería que los recursos fueran directamente a las comunidades campesinas, donde el control social echa por los mismos campesinos sería más eficaz que hecha por los funcionarios, primaría la transparencia en el control del gasto, se castigaría a los culpados de desviación con el código incaico y los procedimientos de la justicia andina. Los campesinos dueños de su destino, desconocen la corrupción y son mejores gestores cuando existe un poder que les confía tal responsabilidad.
Hablando de los espacios tomados, me trae a la memoria “La casa tomada”, un cuento de Julio Cortazar, clasificado en el género fantástico, un trecho dice: ”Ellos ni lo imaginan. Están en su rutina diaria, cuando el hecho los sorprende. No saben lo que es. Tampoco se lo preguntan. Dice el narrador: “escuché algo en el comedor o la biblioteca. El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación”. No puede precisar el sonido, pero en el fondo de la casa hay vida, como si hubiera una conversación pero ahogada. No puede ser clara. No puede escucharse, porque ellos tampoco quieren saber. Algo se agita, las sillas parecen que cayeran. Esa vida del interior de la casa podría verse como el reflejo de lo que ellos callan. Tal vez podríamos pensar que es la fuerza de sus antepasados que se están diciendo lo que ellos no quieren ver. Tienen más vida los muertos que ellos mismo que están vivos. Esa fuerza protesta, está allí, marca una presencia que asusta. El personaje narrador se apoya sobre la puerta y la cierra con llave y con cerrojo, para asegurarse que la fuerza no se acercará más, no pasará para este lado de la casa”.
Lo extraño de la narración es la actitud del personaje. No intenta averiguar. No se muestra sorprendido, es como si esta situación se estuviera esperando, aunque no en ese momento. Sigue con su rutina, como si nada hubiere pasado. Va a la cocina, tarea que iba a hacer antes del descubrimiento de que habían tomado la casa, y calienta el agua, como pensaba hacer, sin que este hecho modifique en lo más mínimo su plan de acción, es parecido a Gregorio Samsa en La Metamorfosis de Kafka. Y con esa misma tranquilidad, casi diríamos negación, comunica a su hermana que han tomado la casa.
También se parece a la reacción de algunos peruanos, frente a la toma del poder por el presidente Castillo y con él, las comunidades andinas. La mayoría de la población derrotada ve el fenómeno que “se veía venir”, pasivamente, comprensivamente por los siglos de injusticia, esperan en todo caso que algo cambie para reparar lo cometido. Pareciera que sin curiosidad el hombre está muerto. El querer saber es el motor de nuestras vidas, en este caso, es justamente lo contrario. El querer saber resulta peligroso, porque implica abrir la puerta a algo prohibido y a una revisión de sus vidas y sus actos que no están dispuestos a hacer: enfrentarse a sí mismos y a los otros. Esto resulta insoportable para estos peruanos de la clase media, del pequeño burgués, que se encontraba cómodo en esta pasividad de subalternos privilegios. La casa tomada, refugio de la injusticia, se rebela ante tanto silencio.
Solamente la ultraderecha ve la gravedad del asunto en contra de sus intereses y en vez de preguntar y estudiar el fenómeno social y político, se conmociona y parte al ataque, no reconoce al gobierno, pretende deslegitimarlo y llama abiertamente a la subversión de los mandos militares. Saben que están en falta, saben que están en democracia, pero ninguno lo admite, es un golpe al modo de vida acostumbrado, dónde consiguen lo que quieren solamente levantando un dedo, no admiten que vienen perdiendo sus privilegios y el modo de acumular riquezas nada santas, siempre salpicadas de corrupción.
También se puede hacer analogía con el grupo de “La Resistencia” financiado por la ultraderecha, se comportan como los Hooligans: conocidos como los “Hijos de la furia”, que al ver su equipo derrotado en la cancha futbolera, armaban la de San Quintín en las calles de la ciudad, destruyendo todo a su paso. O el comportamiento un poco más moderado ocurrida en el US Open de Tenis 2021, en la definición final entre Novak Djokovic y el ruso Daniil Medvédev. Este último que estaba en el saque para ganar el partido, fue impedido de realizar el servicio con pifias del público, lo consiguieran parcialmente alargando la agonía, finalmente perdieron. El público estaba con el serbio, no por la simpatía, sino porque estaba en contra del ruso, país al que Trump había llamada parte del “eje del mal”.
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La adecuación de los perdedores a la nueva realidad, es difícil, no asimilan, se encuentran absortos e incrédulos al ver que la casa está tomada por los nuevos inquilinos, los desheredados de la tierra, los hermanos campesinos empoderados por la nueva situación. Los demócratas y libertarios, no aceptan los resultados de las elecciones ni los hechos que la motivaron, ponen en tela de juicio los conceptos que sustentaban su actuación en términos de la “normalidad” y maltratan a los personajes de la nueva administración. Les privan del ejercicio de la libertad con actitudes violentistas, poniendo en peligro la vida de las personas y fomentando el verdadero terrorismo. La casa está tomada, otros son los nuevos propietarios y seguramente harán de ella un lugar mejor para vivir, la casa será bien tratada y cuidada en beneficio de todos los peruanos.
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