La conciliación se desvanece con el Covid-19
El confinamiento nos ha arrebatado nuestro lugar de trabajo. Con oficinas y universidades cerradas, estudiantes y trabajadores nos vemos obligados a trabajar en casa, lo cual tiene consecuencias.
Las jornadas laborales, pese a mantener los horarios, se han vuelto más difusas que nunca. Y esto tiene un motivo principal: Lo que antes hacíamos en dos lugares distintos ha quedado reducido a uno sólo: el hogar. Antes, dejar la oficina y cruzar el portal provocaba una sensación de alivio, de relax. Después de un largo día, habíamos llegado a casa y tocaba relajarse y disfrutar de los nuestros, que también habían estado fuera. Sin embargo, la nueva realidad es muy distinta y plantea un grave problema para muchos hogares, en especial para los que albergan niños. En una casa con dos padres trabajando (si tienen la suerte de haber esquivado los temidos ERTEs), la falta de espacio para trabajar no tardará en manifestarse. Pero el problema logístico es menor cuando se compara con la falta de adaptación a trabajar desde casa. La mayoría de la gente no tiene un despacho ni un lugar concreto donde desarrollar su actividad dentro del domicilio. Esto provoca confusión y frustración para muchos trabajadores y estudiantes, que no se habían encontrado en una situación así antes.
Estamos acostumbrados a tener un lugar de trabajo, donde pasamos como mínimo ocho horas, viendo a nuestros compañeros y siguiendo unas rutinas concretas, desde las pausas para el café a las comidas con los compañeros en el bar. El problema que se plantea ahora es: ¿Cómo se afronta una jornada laboral encerrado en casa? Para mitigar este problema hay tres cuestiones a abordar, que están vinculadas entre sí: La gestión del espacio, la gestión del tiempo y la conciliación familiar.
Aunque parezca un simple problema de espacio, la falta de un lugar específico para trabajar va más allá. El hecho de no disponer de nuestro "despacho" en casa hace que sea muy difícil desconectar, ya que el trabajo y el hogar están en un mismo espacio. La solución a este problema no es sencilla. Reformar la casa es algo al alcance de pocos y poco factible en estos momentos. Lo que debemos hacer es elegir un espacio lo más silencioso posible y hacer de él nuestro despacho, distinguiéndolo durante la jornada del resto de la estancia en la que nos encontremos, para emular un ambiente lo más diferente posible a nuestra casa, que haga que nos sintamos en otro lugar, lejos de la familia, el sofá y Netflix. De este modo conseguiremos diferenciar los dos ámbitos: el doméstico y el laboral, algo fundamental para poder desconectar y no estar 24 horas en el trabajo.
El otro pilar fundamental para teletrabajar con éxito es respetar la jornada laboral. El hecho de estar en casa no debe hacer que trabajemos menos, pero tampoco debe hacer que trabajemos más. El hecho de que nuestro lugar de trabajo sea nuestra casa no implica que tengamos una jornada laboral de 24 horas, por mucho trabajo que tengamos. Esto está muy vinculado al punto anterior, de modo que si gestionamos bien el espacio, resultará más sencillo respetar nuestro tiempo. Es decir, si tenemos un lugar de trabajo preestablecido, no tendremos la tentación de coger el portátil mientras estemos en el sofá por la noche o mientras los niños están ocupados.
El otro aspecto crucial de la gestión del tiempo nos lleva a hablar de la conciliación. Algo a lo que nos íbamos acercando pero que el confinamiento ha puesto contra las cuerdas. La cuarentena ha supuesto una pesadilla para los niños. Pero, ¿y los padres? Con las escuelas y parques cerrados y la obligación de permanecer en casa la mayor parte del día, los más pequeños se ven encerrados en sus domicilios que, por muy grandes que sean, no son capaces de albergar su incansable vitalidad. Y eso tiene consecuencias. La falta de actividades extraescolares y el hecho de no poder salir a jugar hacen que los niños tengan un superávit de energía que los padres deben gestionar a la vez que trabajan, cocinan y se ocupan del hogar. La mejor forma de hacerlo es dedicándoles tiempo. Y para eso, lo mejor es hacer coincidir las jornadas laborales con sus clases, además de diseñar actividades para ellos e implicarlos en las tareas del hogar.
Así pues, el teletrabajo plantea un difícil reto, pero a mi juicio, estas tres claves pueden ser de gran ayuda para gestionar la nueva situación con la máxima normalidad posible. La nueva normalidad no es un sueño, pero crear un espacio, gestionar bien el tiempo y hacer coincidir los horarios en pos de la conciliación pueden contribuir a que no sea una pesadilla.