LA CONSPIRACIÓN DE LA PÓLVORA.

LA CONSPIRACIÓN DE LA PÓLVORA.

El Ashmolean está considerado como el museo universitario más antiguo del Reino Unido y el segundo del mundo, tan solo superado por el Kunstmuseum Basel, en Suiza.

Fue fundado en 1677 con la colección del anticuario, político, militar y alquimista Elias Ashmole, que la donó a la Universidad de Oxford para que el pueblo pudiera admirarla, a diferencia de los llamados gabinetes de las maravillas, popularizados en el Renacimiento, y que consistían en edificios privados donde se exponían objetos y hallazgos de todo el mundo para deleite solo de la nobleza y la burguesía locales. A partir de la generosidad de Ashmole surgió un concepto nuevo: el del museo público, que sirvió para llevar la cultura a todos los estratos de la sociedad.

Uno de los objetos menos conocidos de los que se exponen, y que sin embargo pudo haber cambiado por completo la historia del Reino Unido, es el farol de Guy Fawkes.

En 1605 tuvo lugar en Londres la llamada conspiración de la pólvora, por la que un grupo de radicales católicos ingleses trató de asestar un golpe definitivo a la monarquía anglicana por medio de 36 barriles de pólvora colocados en los sótanos del Parlamento británico y que podían haberlo hecho volar por los aires el día 5 de noviembre.

El principal objetivo de este complot era el rey Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia, quien había ordenado en años previos una sangrienta represión contra la población católica, igual que había hecho antes su madre, la reina Isabel I. Los católicos habían sufrido purgas y ejecuciones durante años y sentían la rabia suficiente como para poner en marcha una acción que descabezara a sus enemigos. El plan consistía en asesinar al monarca y todo su Gobierno con el fin de sustituirlo por otro que fuera afín al papa de Roma, con más probabilidad el príncipe Carlos.

Sin embargo, diez días antes del hecho, una carta anónima alertó de lo que estaba ocurriendo y esa noche la seguridad estaba preparada. Cuentan los testimonios que Peter Heywood, uno de los soldados reales de guardia, descubrió en los sótanos a Guy Fawkes, uno de los conspiradores, justo cuando se disponía a encender la pólvora con la ayuda de su farol. Heywood y Fawkes forcejearon en lucha por el farol y el primero fue quien lo consiguió finalmente, al tiempo que la guardia real detenía a Fawkes y lo encerraba en un calabozo.

Al cabo de los días, el conspirador sufrió horribles torturas hasta que desveló el nombre de sus aliados, o por lo menos algunos de ellos, que fueron sentenciados y ajusticiados en público. La pena para los traidores resultaba especialmente monstruosa: el verdugo los colgaba de la horca pero sin permitir que murieran, luego les cortaba los genitales, arrojaba estos al fuego y por último destripaba a los reos con un cuidado especial para que siguieran vivos durante todo el tiempo. Solo en el último momento los decapitaba y hacía pedazos allí mismo.

El propio Fawkes evitó este desenlace al saltar del taburete en que estaba colgado y romperse el cuello al momento, antes de que pudieran llevar a cabo ninguno de los horrores a los que lo habían condenado.

Los resultados de la conspiración de la pólvora fueron diversos: la población católica sufrió mayores represiones que antes, con un recorte brutal de derechos y una práctica de purgas que se sucedieron en el tiempo; además, la figura de Guy Fawkes se convirtió en símbolo del enemigo de la patria y por eso cada 5 de noviembre se celebran fogatas donde arden muñecos representativos del conspirador y el cielo se llena de fuegos artificiales; y, por último, se hizo famoso el farol con el que Fawkes estuvo a punto de encender la mecha que habría hecho explotar aquella enorme cantidad de pólvora y que habría terminado para siempre con la monarquía anglicana en el Reino Unido.

Este objeto en cuestión fue donado en 1641 por Robert Heywood, Protector de la Universidad de Oxford y hermano de aquel soldado que se enfrentó al conspirador y se lo arrebató de las manos. Desde entonces, cada visitante del museo ha querido sostener por sí mismo el legendario farol, lo que ha ido deteriorando el material y obligó en 1887 a que las autoridades prohibieran que nadie lo tocara.

Como si la magia del objeto se hubiera ido perdiendo entre tantas manos y por eso ahora apenas queda nada de la reliquia que una vez pudo haber cambiado el destino político y religioso de toda Europa.



 

 

 

 

 

 

 

 

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