La economía del propósito

Reconocer quienes somos, en la era de la recolección de méritos, parece una tarea utópica... Reconocemos eso para lo que somos buenos a través de la validación externa.

Nos reconocemos buenos y útiles cuando podemos validar que lo que aportamos tiene peso y valor.

Se nos escapa, en este proceso, el recordar que todo lo que cultivo y trabajo en mí para otros, nunca es mío. Entonces nos empezamos a llenar de autoexigencias, de autocensura, de medallas que reafirman que somos buenos, aceptados y valiosos pero por dentro nos sentimos más nublados, menos presentes y más llenos de nuevas exigencias por cumplir.

En el mundo de la gratificación instantánea, lo aspiracional y los estereotipos perdemos autenticidad y nos hacemos demasiado fieles a nuestra identidad (esa que hemos construido desde el Ego y las heridas).

Servir desde el propósito no significa dejar lo que haces y convertirte en misionero, voluntario o maestro espiritual. Servir desde el propósito es encontrar eso que has aprendido y masterizado a partir de tu experiencia, y ponerlo al servicio de quien esté atravesando el proceso que tu ya completaste.

Vivir desde el propósito es vivir desde el Ser (SER-VIR).

Cuando vivo desde el propósito reconozco que mi objetivo y deber como líder es entregar mi magia, mi don, mi habilidad... es expandir a otros desde mi visión. Estoy al servicio y no al pendiente de la aprobación. Esto es lo que le da estabilidad y aguante a un líder, proyecto o iniciativa. Tener un propósito claro, un núcleo definido donde se guarda el POR QUÉ y el PARA QUÉ.

Crear una economía sostenible exige incluir el propósito. Incluye el ponerme al servicio desde quien soy y no desde lo que quiero parecer. Ese propósito es la base de la constancia, coherencia y congruencia. Cuando identifico el propósito siempre tengo un punto cero al cual volver para tomar decisiones, diseñar estrategias, proponer innovaciones, aceptar asociaciones.

El propósito es la esencia de tu proyecto, marca e incluso de ti mismo.