La educación de la primera infancia y la adolescencia: tres premisas hacia una pedagogía integral. Parte I Maestro David Otero Mendieta
Cuando aparece ante nuestras vidas, la experiencia del nacimiento de una niña o niño, los sentimientos nos invade la razón, y el ambiente familiar y comunitario acoge a este nuevo ser humano con muchas expectativas. Antes de observarlo, escucharlo, tocarlo y hablarle, hubo una variedad de preparativos, desde el cuidado de la salud materna hasta celebraciones de bienvenida acompañadas de aprovisionamiento de bienes para su existencia ambiental, material y emocional.
Existe un modelo de tres dimensiones llamado “biopsicosocial”. Según Pérez (2019), una producción biológica y una vinculación del ambiente en el que participa el ser humano, es decir la condición humana está influenciada por lo biológico, lo social y lo psicológico. La evolución del lenguaje es un ejemplo de evidencia científica en la que funciona este sistema tripartito: el cerebro como base neuronal para el conocimiento, la interacción entre las personas pertenecientes a una cultura en relación a la dimensión social y el aprendizaje de la lectura, la escritura, la escucha y construcción de conversaciones desde el ámbito cognitivo del aprender a ser para coordinar acciones.
El anterior marco teórico contribuye a entender la evolución y desarrollo del ser humano desde los primeros años de vida, pasando por la adolescencia, hasta su adultez. También, desde la concepción teórica ecológica propuesta por Urie Bronfenbrenner (1971), complementa una mirada sistémica en la que los ambientes poseen una estructura cultural interconectada desde una macro sistema hasta un micro sistema, y viceversa, donde existen relaciones que ocurren entre las personas de un entorno. Dicho de otro modo, la educación de la primera infancia y la adolescencia funciona integralmente entre la persona, familia y comunidad.
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No obstante, a la anterior idea, las condiciones de empobrecimiento en las que nacen niños y niñas explican que no existen diferencias en sus consecuencias para la vida futura de estas generaciones de infantes y sus sociedades. Así lo declara el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y Global Coalition to End Child (2017), la pobreza en la infancia puede tener consecuencias para toda la vida en el desarrollo físico, cognitivo y social de los niños. Es decir, si el estado ambiental, material y emocional, si es de pobreza en la primera infancia, el avance hacia el desarrollo humano sostenible seguirá siendo una utopía, sin acercarse a ser una realidad.
¿Qué es la pobreza infantil? Es una pregunta que al responderla en el marco de un conjunto de privaciones, determinantes para una vida humana y sostenible, el ámbito de la educación de la primera infancia y la adolescencia es relevante en las políticas públicas que estén orientadas hacia los Derechos Humanos. Sin embargo, debe de atenderse otros elementos - multidimensionales - relacionados a lo ambiental, material y emocional, como son: Salud, Nutrición, Agua, Saneamiento, Condiciones de vida, Información y Protección.
Lo ambiental, material y emocional como premisas para una pedagogía integral en la primera infancia y la adolescencia que contribuya a reducir, y por qué no, a eliminar la pobreza infantil, sugiere ser una guía conceptual para aplicar modelos teóricos y metodológicos de formación a agentes educativos en las familias, escuelas y comunidades. De esta manera, se puede vincular paradigmas de conocimientos ecológicos con proyectos curriculares innovadores, que tomen en cuenta la educación para el medio ambiente; la interculturalidad; la paz; la justicia social; el desarrollo humano sostenible. Educación de la primera infancia y la adolescencia para la riqueza espiritual, asertiva y productiva.