La educación financiera en Chile, es una responsabilidad individual.
En Chile, la educación financiera es una responsabilidad individual. En otros sistemas educacionales del orbe, las personas egresan de su etapa escolar con conocimientos básicos de finanzas personales, ahorro, trámites bancarios, herramientas tecnológicas para su gestión, contabilidad y tributación de personas naturales. Cuando digo básicas, me refiero a que nadie sale experto en estas materias y para emprender un negocio con todas sus formalidades, igualmente es necesario contar con la asesoría y servicio de uno o varios profesionales competentes. Sin embargo, las personas ya conocen los riesgos de endeudarse, saben realizar proyecciones financieras, conocen sus obligaciones como contribuyentes, están capacitadas para abrir una cuenta bancaria y han adquirido las habilidades para gestionar su dinero.
En el caso chileno, podemos encontrar iniciativas de organizaciones sin fines de lucro que han implementado proyectos de “educación financiera” en etapa escolar. Lo pongo entrecomillas, porque existe una gran distancia entre recibir educación y recibir una capacitación. La educación financiera debería ser un programa de varios semestres donde la persona construya conocimientos afines y complementarios que le permitan desenvolverse, y no simplemente un curso, charla o taller de un periodo corto, donde lo máximo que se logra es la presentación de un nuevo idioma a jóvenes que aún están lejos de implementar dichos conocimientos en su vida práctica. Una persona recibe clases de matemáticas durante 15 años de vida escolar (porque las primeras matemáticas comienzan en medio mayor, a los 3 años, con el desarrollo de su capacidad de identificar cantidades- más, menos o igual). Los programas de educación financiera podrían implementarse en los últimos 4 años de la etapa escolar, con los conocimientos aritméticos ya desarrollados y con una clara comprensión del significado del dinero. Lo que quiero decir es que una persona debe aprender a relacionarse sanamente con el dinero desde su adolescencia, porque éste será parte importante de toda su vida, independiente de su desarrollo laboral cuando llegue a la vida adulta.
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País de emprendedoras y emprendedores exitosos
Una persona que solo tuvo la oportunidad de graduarse de la educación secundaria o una persona que tuvo la oportunidad de graduarse de cualquier carrera técnica o profesional no vinculada a la contabilidad, las finanzas o la tributación, tiene un inmenso vacío si quiere emprender, porque no conoce las reglas del dinero, salvo que su familia lo haya provisto de dichos conocimientos. Repito, en Chile la educación financiera es una responsabilidad individual. Dado lo anterior, nos encontramos con dos grandes problemas si queremos ser un país de emprendedores exitosos: 1) Muchas personas con un tremendo espíritu emprendedor, no tienen las habilidades para controlar financieramente un negocio, viéndose empujadas a conseguir un empleo en vez de alcanzar la auto realización en una actividad que satisfaga de mejor manera sus aspiraciones personales; y 2) Muchos emprendedores y emprendedoras asumen una gran incertidumbre al emprender, porque no tienen la habilidad de hacer gestión de control financiero y contable de sus negocios. Me permito usar la palabra incertidumbre y no la palabra riesgo, porque en la incertidumbre no se conocen las probabilidades de los posibles resultados, en cambio en el riesgo se pueden asignar probabilidades de ocurrencia a todos los posibles escenarios resultantes. Usted me podrá decir que asignar esas probabilidades es una subjetividad; sin embargo, existen suficientes datos que permiten hacer pronósticos de los resultados, y por eso las empresas de capital de riesgo hacen inversiones diversificadas previo análisis, así como también los bancos comerciales prestan dinero después de realizar un análisis de riesgo de incobrabilidad o morosidad de sus carteras de clientes. Ahora bien, estas subjetividades son las que permiten asignar una probabilidad de éxito a un proyecto liderado por una persona con nulos conocimientos financieros y de gestión de control, porque de esos casos hay muchos en nuestra realidad nacional.
Dicho lo anterior, cuando nos encontramos con proyectos empresariales diferenciados, potentes y alcanzables que fracasaron, por detrás hay personas frustradas después de varios intentos por emprender, asumieron riesgos financieros con su patrimonio personal, comprometiendo su estabilidad económica, familiar y social. Los efectos secundarios de emprendimientos fracasados son diversos y muy dolorosos, que pueden ir desde una ruptura familiar hasta la bancarrota personal, con antecedentes financieros y bancarios negativos que a esa persona le impidan reintegrarse laboral o empresarialmente como un aporte a la sociedad.
Si queremos ser una sociedad de emprendedores y emprendedoras con éxito, tenemos que democratizar la educación financiera, comenzando en la adolescencia, allí donde las personas asientan las bases de su identidad personal y de sus necesidades humanas futuras.