LA ELECTROMOVILIDAD EN EL USO DE ENERGÍAS LIMPIAS:
A propósito del mensaje a la nación realizado ante el Pleno del Congreso por la presidenta de la República Dina Ercilia Boluarte Zegarra, a través del cual habló, entre otras medidas, sobre la próxima presentación de un proyecto de Ley de Promoción del Transporte Público Sostenible, para promover la demanda de vehículos de transporte público menos contaminantes, así como para impulsar la renovación vehicular y el uso de energías limpias en el transporte público. Nos hace especular que se viene una ley para promocionar la electromovilidad en el país.
Ante la notoria expansión que viene teniendo la movilidad eléctrica a nivel mundial, seguramente ya se habrán preguntado sobre las ventajas o desventajas de contar con automóviles eléctricos, sea para el transporte público o para el uso particular. Pero antes de terminar de convencernos, creo es importante tocar un tema del que no se habla, pero del que resulta importante exponer.
Si bien los automóviles eléctricos permiten una movilidad libre de emisiones, presentan desafíos ambientales añadidos relacionados con la producción y eliminación de baterías. Es por ello que resulta importante el desarrollo de un marco legal que incluya políticas para el procesamiento de las baterías al final de la vida útil de éstas, incluyendo los requisitos de reutilización y reciclaje. De no tener en cuenta este detalle, la producción en serie de un gran número de automóviles eléctricos puede conducir a serios problemas ambientales y sociales más adelante.
Asimismo, surge la necesidad de poder contar con la disponibilidad de la infraestructura requerida de carga eléctrica. De lo contrario, los propietarios no podrán recargar o reabastecer sus automóviles. Los compradores de automóviles no elegirían un vehículo eléctrico a menos que haya una disponibilidad garantizada de infraestructura de carga suficiente. Es por ello que la estandarización de la infraestructura de carga también es importante para garantizar que cualquier vehículo pueda cargarse o alimentarse en cualquier estación de carga o llenado. Esto evitará la necesidad de que las personas tengan múltiples adaptadores para estar seguros de poder cargar su automóvil eléctrico.
Resulta importante evaluar también la matriz energética. Un cambio a automóviles eléctricos sólo tendrá cero emisiones si la electricidad utilizada se produce a partir de fuentes de energía renovables y limpias. Cosa que, en el Perú, al menos no resultaría un problema.
Ahora bien, ¿El auto eléctrico es directa e indirectamente, un elemento positivo para el ambiente? Nadie podría dudar que se trata de un vehículo bastante limpio. Pero te has preguntado si, por ejemplo, las baterías de almacenamiento que componen dichos vehículos, ¿realmente representan una solución ambiental viable para el planeta en materia de movilidad sostenible?
Actualmente las baterías de almacenamiento para los automóviles eléctricos se fabrican en su mayoría a base de litio. Ello debido a que el litio es el metal más liviano que puede adaptarse a distintos diseños y tamaños, poseyendo una gran capacidad de almacenamiento de energía. Lo cual constituye un elemento estratégico para la transformación energética mundial que venimos atravesando.
Debido al uso del litio en las baterías, está comprobado que el principal impulsor de la demanda de este elemento, es por lejos la movilidad eléctrica, ello producto del boom mundial que venimos comprobando.
El litio se puede encontrar en la naturaleza bajo dos formas principales. En los salares alto andinos y en las rocas pegmatitas; siendo Chile y Argentina los países que lideran la producción mundial, seguido por Australia, pero bajo la forma de rocas pegmatitas.
Para el caso de estos ecosistemas de cuencas o salares altoandinos, ya se les conoce como el “Triángulo del litio”. Zona geográfica que se extiende principalmente por Argentina, Bolivia y Chile y que según distintos estudios concentra entre el 65% y 85% de las reservas terrestres de litio.
Para el caso de las salinas antes mencionadas, se encuentran ubicadas en cuencas que no fluyen hacia el mar, con escasas precipitaciones y dentro de un contexto de estrés hídrico. El agua que llega a estas cuencas fue acumulando sales de las rocas por las cuales fue escurriendo. Dichas sales – entre ellas el litio, precipitan en el suelo bajo un proceso natural de evaporación acumulado por miles de años.
De esta manera surge una cuenca cuyas base y paredes están formadas con rocas compactas impermeables y su interior, por capas de sedimentos permeables (arena) horizontales, intercalados con capas impermeables (arcillas). En los poros de las arenas permeables se halla agua rica en litio.
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Lo anterior genera un futuro económico muy prometedor para los referidos países, incluido el Perú, siempre y cuando el recurso se extraiga de manera supervisada, por ejemplo, siguiendo criterios de sostenibilidad en la regulación de los estándares de la industria. Lo cual se hace difícil de pensar una vez que la demanda de baterías comience a experimentar un crecimiento exponencial en los próximos años.
Sin embargo, resulta importante mencionar también que en los lugares de extracción del litio habitan comunidades indígenas, propietarias históricas de estos lugares durante siglos, que utilizan y viven de la producción de la sal. De acuerdo a la cosmovisión de estas comunidades andinas, la sal no es un mero recurso, sino un ser vivo con un ciclo particular para su siembra y cosecha. La minería del litio está desplazando modos de producción ancestrales y comunidades que tampoco tienen asegurada a la fecha una alternativa de ingreso a través de los proyectos de litio, debido a que éstos demandan escasa mano de obra, lo cual viene generando conflictividad social en los lugares de extracción.
Al tema social ya mencionado, se suma lo ambiental, ello debido a que la extracción de litio requiere de utilizar grandes volúmenes de agua en ecosistemas donde este recurso es especialmente escaso (los salares se encuentran en regiones de extrema aridez) y, por lo tanto, la vida de los seres vivos que los habitan son muy sensibles a su disponibilidad. Como dato, se estima que por cada tonelada de litio extraído se evaporan unos dos millones de litros de agua. Además, en estos ecosistemas viven algunos de los microorganismos más antiguos del planeta con 3.800 millones de años y que constituyen una inmensa fuente de riqueza científica, genética y patrimonial.
En este proceso de explotación del litio, se perforan pozos verticales (semejantes a los pozos petroleros, pero de menor longitud), a través de los cuales se extrae el agua subterránea que contiene el litio (agua salobre) de las capas permeables (arena). En este movimiento, el agua dulce puede atravesar los sedimentos con altas concentraciones de sales, incorporando a su masa las sales y perdiéndose peligrosamente como reserva de agua dulce.
Lo anterior, adicional a la extracción de la salmuera para obtener el litio, provoca una disminución gradual del nivel base de agua subterránea de las cuencas generando un descenso del agua dulce fuera de los bordes de las salinas, provocando la desaparición de las lagunas y vegas.
Si bien existen formas para balancear este delicado equilibrio entre el agua dulce y salobre que aseguren que la cantidad que se extrae de agua salobre con litio sea igual o menor a la cantidad de agua dulce que ingresa naturalmente al sistema, es algo que puede resultar extremadamente costoso, a partir de un análisis serio de costo beneficio para los proyectos de electromovilidad.
En consecuencia, si bien todas las cualidades hacen del litio un recurso muy valioso, es imprescindible no cometer el error de apuntar todos los esfuerzos al desarrollo de un recurso o de una tecnología, creando así fuertes dependencias sobre un recurso natural o un solo desarrollo tecnológico. Es necesario seguir investigando y desarrollando otras alternativas que también puedan contribuir al problema del almacenamiento de energía. La transición energética es necesaria e ineludible de cara a la modernidad, pero no se trata solamente de una cuestión tecnológica. Los patrones de consumo de la humanidad deben ponerse en discusión. Es necesario alinear los niveles de consumo al ritmo de regeneración de los recursos naturales. Se hace necesario educar a la sociedad para que viva en armonía con los recursos que el planeta puede generar y que no comprometa el desarrollo de futuras generaciones.
Al margen de la matriz energética a utilizar, se debe desarrollar y aplicar las políticas públicas para dar prioridad al transporte colectivo, compartido y público por sobre el individual y privado.