La estrategia es política: El Drama de OpenAI.

La estrategia es política: El Drama de OpenAI.

“If u want to work in Corporate, then u should know how to play Chess.” ― Honeya

Si la estrategia corporativa consiste en tomar decisiones, y esas decisiones se toman en una comunidad, entonces la estrategia es política pura. Eso quiere decir que las compañías no crean y destruyen valor en un ejercicio puramente analítico, sino que están atravesadas por complejos juegos de poder, coaliciones, activismos, debates, conflictos de interés y confrontaciones. HBO nos dejó ver con "Succession" una hipérbole descarnada de las pasiones políticas corporativas en acción. La reciente crisis de liderazgo en OpenAI sacó el drama de la ficción a la realidad mediática.


¡Fugazi!: El Valor de la política

La historia no se puede contar tan rápido como sucedió. En menos de 72 horas, que es lo que dura el efecto de un buen desodorante, la startup más cool de Silicon Valley pasó de ser más valiosa que General Motors a ser una baratija con un producto extraordinario. Las confrontaciones internas le esfumaron a los inversionistas 86 mil millones de dólares de valor en un fin de semana: ¡Fugazi!


La historia dice que una facción de la junta directiva de OpenAI conspiró para deshacerse de su CEO, en un acto de insurrección que, para mantener el tenor dramático, no se veía desde el golpe de estado de Napoleón contra el Directorio Ejecutivo de Francia. Ni John Sculley se había atrevido a tanto cuando se deshizo de Steve Jobs. Al menos Sculley tenía a su favor que Jobs era percibido como un "asshole" por todos los que trabajaban con él.


Altman, en cambio, tiene el amor de más del 95% de la plantilla de trabajadores de OpenAI. Al tercer día de su destitución y en una analogía casi mesiánica, más de 700 empleados intentaron resucitarlo, haciendo proselitismo con una carta que demandaba a la junta su renuncia, la restitución de su CEO y también de su presidente, Greg Brockman, que había renunciado como gesto de solidaridad con Altman.


La sorpresiva destitución de Altman de OpenAI no solo revela las complejas dinámicas de poder internas, sino también cómo estas luchas pueden afectar la dirección y el valor de una empresa en el mercado y su estabilidad organizacional.

 I was happy on Friday: la política de los Stakeholders

En una entrevista para el podcast de Kara Swishher de Vox Media, Satya Nadella, el CEO de Microsoft, recordó que el 17 de noviembre solía ser un viernes feliz, justo antes de que la junta de OpenAI emitiera un comunicado escueto anunciando el despido de Altman por mentiroso. Nadella, que se enteró al mismo tiempo que cualquier persona, como quien no ha invertido miles de millones de dólares en la compañía, estaba furioso.


El domingo no hubo resurrección y el lunes, tres días después del exabrupto, internet se llenó de especulaciones no confirmadas sobre las razones detrás de la salida de Altman. Ese mismo día, Judas, interpretado brillantemente por Ilya Sutskeve, el presunto líder de la insurrección y cofundador de OpenAI, se ahorcó en la picota pública de X (antes Twitter), expresando su remordimiento por haber participado en la traición, en un giro de la historia que recuerda el arquetipo bíblico del Iscariote.


Cuentan las lenguas que Microsoft, junto a otra horda de inversionistas insatisfechos, estuvo haciendo lobby para que la junta de OpenAI volviera sobre sus cabales y renunciara. El viernes después de la destitución, Microsoft había perdido cerca de unos 10 mil millones de dólares en capitalización de mercado.


Nadella, que jugó a la política como Churchill, le ofreció a Altman y a su séquito de más de 700 empleados una unidad entera de investigación en Microsoft y salarios generosos para todos. De hecho, toda la industria intentó pescar en río revuelto para quedarse con el talento de OpenAI. Desde Salesforce hasta Inflexion AI, todos lanzaron ofertas.


Los mercados le dieron la razón a Microsoft, que el lunes alcanzó un máximo histórico de capitalización bursátil. La prensa especializada, toda al unísono, reconoció que Microsoft había jugado una partida maestra de la diplomacia corporativa, que le valió 63 mil millones de dólares en capitalización bursátil y, de paso, le puso precio a la cabeza de Altman.


En la mañana del miércoles 22 de noviembre, después de haber completado una nómina de tres CEOs en solo 5 días, incluyendo a Altman y a sus dos suplantadores, OpenAI anunció el regreso del jefe, so pena de investigación, completando así el arco narrativo del héroe clásico que enfrenta una crisis, encuentra aliados, lucha, triunfa y regresa para restablecer el orden de las cosas.

Un estratega es un político

Es ingenuo pensar que la política no hace parte de la estrategia. Las dinámicas de poder corporativas son una extensión de la naturaleza política del ser humano. Las personas en las organizaciones forman alianzas, compiten por recursos y posiciones, y buscan influir en las decisiones. Esa misma naturaleza es la que hace que las organizaciones configuren estructuras, jerarquías, equipos, redes de trabajo y, en el caso de OpenAI, bandos políticos.


Es cierto que un estratega tiene habilidades de análisis, pensamiento crítico, gerencia y resolución de conflictos, pero es fácil olvidar que un buen estratega es también un político consumado. Los manuales de estrategia, incluso los mejores, dedican poco espacio, o ninguno, a perfilar el lado político de la estrategia.


Antes de su destitución, la agenda de Altman no fue la de un CEO, sino la de un canciller. Durante el último año se embarcó en una gira por varias capitales europeas. Su agenda incluyó reuniones con jefes de gobierno de España, Polonia, Francia y el Reino Unido, en las que se discutía sobre la regulación de la IA y el impacto potencial en las operaciones de OpenAI. En mayo, Altman testificó voluntariamente ante un subcomité del Senado de los EE. UU. sobre la necesidad de regular los poderes de la inteligencia artificial.


Según Emmett Shear, que fue CEO de Twitch y uno de los CEO interinos de OpenAI durante un día, el superpoder de Altman es el de “hacer que las personas se pongan de su lado, modelando narrativas de la forma que mejor le funcionan”. Altman tiene una influencia increíble sobre el ecosistema de negocios de Silicon Valley, porque tiene conexiones con figuras influyentes de las compañías más poderosas de la industria y de decenas de startups que ayudó a crecer en su vida anterior.


Por otro lado, la junta de OpenAI actuó torpemente. Existen pocas dudas de que se trata de personas brillantes. Pero la gestión de la salida de Altman, su forma de comunicarse con los inversionistas, sus empleados y la prensa parecía errática. Como si al lado de su CEO, también se hubieran deshecho de su director de relaciones públicas y del sentido común.


La crisis en OpenAI resalta la importancia crítica de la gestión de la comunicación y la percepción pública. En un mundo donde la información se difunde rápidamente, una comunicación efectiva y transparente es esencial para mantener la confianza de los inversores, clientes y empleados. La situación de OpenAI ilustra cómo la percepción pública puede cambiar rápidamente y tener efectos tangibles en el valor de mercado y la reputación de una empresa.

Política, estrategia y propósito

La teoría más difundida por la prensa sobre la destitución de Altman sugiere que al interior de la compañía existe una lucha ideológica entre la responsabilidad corporativa y la ambición capitalista; entre la ética y la comercialización.


Esa disyuntiva está en el corazón de la estrategia de OpenAI, porque su misión, sin ánimo de lucro, es desarrollar la navaja suiza de las inteligencias artificiales, capaz de escribir texto, crear imágenes y conducir automóviles, al mismo tiempo.


Pero además quieren que esa superinteligencia esté alineada con los mejores intereses de la humanidad y que su acceso sea amplio. En otras palabras, quieren crear un Terminator amigable, que se parezca más a un tamagotchi inteligente y menos a Arnold Schwarzenegger. Hay quienes piensan que, para llegar a ese punto, uno necesita un nuevo paradigma de innovación diferente al que ha seguido la industria. Otros, como OpenAI, piensan que lo que se necesita es una computadora con esteroides capaz de consumir muchos más datos y menos agua. El progreso reciente de OpenAI parece darles la razón.


El problema es que tener a disposición esa capacidad de cómputo necesita un bolsillo profundo, que una organización sin ánimo de lucro no puede costear. Por eso, en 2019 OpenAI se dejó crecer un brazo con ánimo de lucro. Al compartir su visión de 2020 con los empleados, el mensaje de Altman fue claro: “OpenAI necesita ganar dinero para poder investigar, no al revés”. A falta de mecenas millonarios, la compañía tomó una decisión estratégica costosa. Una que parece haber causado un cisma interno, del que no se recuperan.


La naturaleza mestiza de OpenAI, parte altruista, parte capitalista también resultó lesionada por la crisis. Algunos especulan que el hecho marca un serio antecedente para disuadir a los inversionistas de arriesgar su capital en entidades con estructuras de gobierno parecidas. Satya Nadella ha pedido que se establezca un modelo de gobernanza diferente, uno que sea compatible con el propósito mixto de la compañía y sea más amigable con los inversionistas.


La historia de OpenAI es un recordatorio de que la política y la estrategia corporativa están intrínsecamente entrelazadas. Las alianzas, las rivalidades y las decisiones tomadas en los pasillos de poder pueden tener un impacto significativo en el destino de una organización, su liderazgo y su capacidad para mantenerse en la vanguardia de la industria.


Pero también señala una lección todavía más profunda, y es que la creación de valor, tanto social como económico, es inherentemente un proceso político. Más allá de las contiendas y luchas de poder, la política en las organizaciones juega un papel fundamental en alinear recursos, talentos y estrategias hacia la consecución de objetivos comunes. Esto subraya la verdadera esencia de la política corporativa: no solo avivar el fuego de la competencia interna, sino orquestar armónicamente diversas fuerzas para forjar innovaciones y soluciones que benefician tanto a la empresa como a la sociedad en general. La política, por lo tanto, no es solo un campo de batalla, sino un terreno fértil para la colaboración, la visión compartida y el progreso colectivo.

José I. Conde

Helping people & business to success in their growth | Lifelong learner | Entrepeneur | Aerospace eng

1 año

Fantástico artículo, David. Tanto en la historia que cuenta, que creo que da para una película, como en tus conclusiones, con las que coincido plenamente. ¡Muchas gracias por compartirlo!

José Sánchez ™️

SEO Content Strategist | Bilingual Copywriter | CRO & Inbound

1 año

Bravo. Mi opinión: Familia solo hay una, y no es tu empresa.

Inicia sesión para ver o añadir un comentario.

Otros usuarios han visto

Ver temas