La etimología de la palabra “Feminicidio”
A propósito del Día Distrital contra el feminicidio, que en Bogotá se conmemora hace siete años todos los cuatro de diciembre y que este año rindió un homenaje a las víctimas de este flagelo en compañía de sus familiares, desde la Secretaría Distrital de la Mujer quisimos hacer un recuento sobre la etimología de la palabra “feminicido”.
Aunque en la práctica la violencia ejercida contra las mujeres no es nueva, por el contrario, es milenaria, fue hasta hace relativamente poco que esta forma extrema de violencia se enmarcó en esta palabra que hoy ha logrado abrirse paso en el léxico cotidiano, y ya está plenamente reconocida por el grueso de la sociedad. No obstante, y pese a su uso constante, cuesta recordar cuando abandonó el mundo del lenguaje y se materializó en el mundo jurídico y legal.
Adentrarse y entender la etimología de una determinada palabra es, en esencia, entender a fondo lo que esa palabra significa, sus dimensiones y sus alcances reales, y llegar a la palabra feminicidio, fue llegar a una descripción mucho más verídica y real de lo que es esta forma extrema de violencia contra las mujeres.
En una primera y arcaica definición, la palabra que códigos como el de Hammurabi, el Fuero Juzgo y el Fuero Real Español encontraron para diferenciar los delitos fue el de uxoricidio. Del latín uxor, ‘esposa’ y cida, del latín caedere, ‘matar’, esta fue una primera definición que aludió al homicidio o asesinato de la esposa por parte del marido. No obstante, esta definición estuvo íntimamente relacionada con el adulterio, lo que suponía una serie de limitaciones sustanciales.
Completamente relacionada con el adulterio, esta definición fue incorporada en el Código Penal colombiano en 1938, en el artículo 382. Eventualmente esta norma fue deroga, y desde entonces los homicidios por ellos cometidos contra las mujeres fueron penados como delitos agravados por razones de parentesco, de consanguinidad o de afinidad.
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Otro de los términos que ha precedido al de feminicidio fue el de conyugicidio que, por definición del diccionario prehispánico del español jurídico, fue definido como la muerte que un cónyuge, hombre o mujer, causa al otro.
Pero, en esencia, estas expresiones eran limitadas a la hora de poner en evidencia que las mujeres pueden ser asesinadas por el sencillo hecho de haber nacido mujeres, razón por la cual las feministas Diana Russell y Jill Radford acuñaron el término femicidio/feminicidio primero en 1976 en la ciudad de Bruselas (Belgica) ante el Tribunal Internacional sobre Crímenes contra las Mujeres, y luego fue incorporado por Mary Anne Warren en 1985 en su libro Gendercide: The Implications of Sex Selection.
En la escena latinoamericana, la política, académica, antropóloga e investigadora mexicana, especializada en etnología y representante del feminismo latinoamericano, Marcela Lagarde, terminó de consolidar y acuñar el termino de feminicidio en lengua castellana, enmarcando su definición en un cuadro de colapso institucional y de impunidad.
El femicidio recoge, en su concepto más amplio, el asesinato de fetos femeninos (feticidio), niñas (infanticidio), adolescentes y mujeres por el solo hecho de serlo y es clave en su definición que este mismo es el extremo final del terror contra las mujeres, precedido por una gran variedad de abusos verbales y físicos, como la violación, la tortura, la esclavitud sexual, el incesto y el abuso sexual infantil extrafamiliar, al igual que la agresión psicológica.
Aunque el termino como tal no ha sido incluido en las leyes ni códigos penales en la mayoría de los países latinoamericanos y ha habitado los terrenos feministas, políticos y académicos, Colombia es una excepción brillante, con la expedición de la Ley 1761 del 2015 o Ley Rosa Elvira Cely, por medio de la cual se creó el tipo penal autónomo de homicidio de género o feminicidio que, por la vileza de los móviles y el exagerado abuso de las condiciones de indefensión y vulnerabilidad de la mujer, surgió en la historia como uno de los más graves atentados contra la humanidad.