"La felicidad no es un lugar donde puedas vivir, es un lugar que puedes visitar"

El viernes pasado, en una cena con personas mucho más experimentadas en la vida que yo y tras varios margaritas, la conversación giró hacia un tema profundo: LA FELICIDAD. Alguien que me acababa de conocer minutos antes, me preguntó directamente si yo era feliz. Mi respuesta, tras una pausa, fue clara: “No busco la felicidad; busco tranquilidad y control”.

Durante años, perseguí la idea de la felicidad, creyendo que era algo que podía alcanzar y mantener. Quizás influido por la familia o parejas que tuve, el colegio en el que estudié o las experiencias que viví en el balonmano… Pero con el tiempo entendí que la felicidad no es un estado permanente, sino una experiencia fugaz, una visita a un lugar especial. Es como la comida casera de los domingos en casa de mi madre, el "buenos días / tardes" de mis fieles escuderos laborales diarios Ana Luzuriaga Garcia , Sergio González , Hugo, Jorge, Lia, Sara, Silvia, Luca, Clau o el “¿qué pasa, jefe?” de Esperanza al llegar al club.

Es como esa botella de buen vino que descorcho un martes a las 21:00 para celebrar que algún cliente de entrenamiento personal está alcanzando sus metas gracias a mi ayuda; o la sonrisa que consigo sacar últimamente a Eva López Pérez , Sara, Gustavo, o incluso a Jorge después de 45 minutos de mentoría en gestión de liderazgo. Es como esa llamada o mensaje a horas extrañas que empieza con: "Calvo, te necesito", o ese correo de Jose Feliciano Álvarez Doallo con objetivos casi imposibles que en lugar de discutir tratamos de entenderlos y rápidamente nos ponemos en accion. Momentos que son pura felicidad en su sencillez y que aprendo a disfrutar sin obsesionarme con hacerlos durar. ( Me viene a la cabeza mi querido Francisco Fernando Lara Torres o una de las mujeres que mejor me conoce Sofía Castañon Pérez que seguro estará disfrutando de estas líneas ).

Vivimos en una sociedad que nos vende la felicidad como un destino. Pero quizás, en vez de perseguir esa ilusión constante, deberíamos centrarnos en construir una vida que nos permita encontrar esos momentos de paz y satisfacción en el camino, sabiendo que son pasajeros y únicos.

Porque la felicidad es como un paisaje hermoso al que regresamos de vez en cuando en moto. Lo importante no es quedarnos en él, sino aprender a apreciarlo cada vez que nos invita a visitarlo.

P.D.: Hoy es un domingo diferente, empezó antes de tiempo, continuo con incertidumbre pero como me conozco muy bien, seguiré paseando, escuchando, comiendo, escribiendo cuatro líneas y, sobre todo, reflexionando introspectivamente, como todos los domingos.