La Foresta es Femenina
La Foresta y la Mujer son una moneda de doble cara, que por un lado acoge y por el otro encanta y sorprende. Si, esa moneda de encantos yuxtapuestos es capaz de acoger la vida misma y dentro de ella cuidarla y protegerla; así tambien, el encanto que encierran es capaz de atraer, cautivar y sorprender a quienes deciden habitarlas.
Durante los ultimos años he compartido foros, visitas de campo, encuentros técnicos y otros eventos de conocimiento con Mujeres profesionales, artesanas, operadoras de campo, investigadoras y científicas, de quienes he aprendido la concepción mística con la que se tiene que abordar a la Foresta; un factor común que reconozco en ellas es que, previo el inicio de sus actividades, en las diferentes áreas de competencia forestal, ejercitan un proceso contemplativo de las interacciones que se dan en la naturaleza, de manera de no alterar con su trabajo los ciclos armónicos dentro del bosque, sino más bien construir en conjunto un nuevo espacio de convivencia.
En un breve recorrido mental de actoras relevantes en el cuidado de la naturaleza fijo inicialmente la mirada en las hermanas Marcela y Magdalena Machaca, líderesas de Quispillacta (Ayacucho, Perú), quienes son herederas de una práctica milenaria para “siembra y cosecha de agua” en ecosistemas degradados. Sus conocimientos ancestrales, de soluciones basadas en la naturaleza, actualmente se han trasferido a varios países de Latinoamérica para generar procesos de adaptación al cambio climático. Desde su rol como mujeres y bajo su cosmovisión andina, haciendo un claro simil con la Foresta, definen a la mujer como “regeneradora”, y no hacen alusión a su capacidad física reproductora, sino a la crianza que implica suficiencia, determinación y armonía.
Me he referido antes a las “Mujeres de Madera”, aquellas artesanas del resinto La Sexta (en Pichincha, Ecuador), quienes son también conocidas como las Cosedoras de Almas, seres humanos que han aprendido a sustraerse de sus vidas presentes y pasadas y mezclarse mágicamente con el universo de la madera, aquella que proviene de los bosques del chocó, y darle una nueva vida en sus artesanías, convirtiéndolas en una porción tangíble del entorno que las rodea.
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Los árboles, y la fauna que con ellos conviven, simbolizan la religión viva de la Naturaleza, eso lo aprendí de la historia de Ana, una pequeña líderesa forestal cuyo hogar está en la biosfera maya, un lugar ubicado en el corazón de Uaxactún – Petén, Guatemala, y que ella lo define “como el lugar que los rodea y los protege”. Su historia evoca la escencia del concepto del refugio, pues dentro de la circunscripción del bosque en el que habita su comunidad, también convive una gran cantidad de fauna silvestre que es acogida y protegida con esmero por las mujeres del Petén.
Somos privilegiados al ser herederos de las sabias Madre y Naturaleza, capaces de acoger la vida misma y dentro de ellas cuidarla y protegerla; En el contexto de esta narrativa recuerdo la frase: “La Foresta es Femenina”, que la escuché de la Ex Presidenta del Ecuador y Ex Secretaria General de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica, Doctora Rosalía Arteaga, durante el taller de manejo sustentable de bosques amazónicos en Pucallpa, Perú, en el año 2006, y conociendo de cerca el trabajo de las mujeres dentro del sector forestal, puedo dar fe que la Foresta es Femenina.
Juan Carlos Palacios Burneo
Artesano de relatos