La historia, el Ego

La historia, el Ego

Si a mi me hubieran hablado del ego hace 25 años, me hubiera preguntado y eso ¿que es?. Ahora bien, si me hubieran hablado de la personalidad, quizás hasta hubiera dicho “Ummm….estoy contento con mi personalidad, ¿por qué tengo que cambiar?

Con 30 años, estaba moviéndome en entornos que muchos querrían y viviendo experiencias que muchos desearían. Tenía dinero y el dinero me hacía sentir que tenía poder.

En aquellos momentos y dentro de los entornos que me movía el dinero podía comprarlo todo o casi todo. Al menos eso creía yo. Lo cierto es que el dinero y el poder mal gestionado crea la ilusión de que podemos controlar todo y a tod@s. Nada más lejos de la realidad.

En aquel momento solo existían dos tipos de personas y relaciones. L@s amig@s o soci@s que te ayudaban a generar más dinero y l@s competid@res que se convertían automáticamente en tus enemig@s. O estás conmigo o estás contra mí.

La competición formaba parte de la vida diaria, en vez de pensar en superarme a mi mismo, solo pensaba en competir.

Por otra parte los competidores eran enemigos, al igual que aquellos que no aceptaban mis ideas o formas de pensar, los cuales eran automáticamente catalogados también como enemigos.

Las amistades se ceñían casi exclusivamente a ese grupo de personas que me podían ser de interés, si bien existían otros “satélites”, yo me incluía entre ellos, que como en todos los sitios donde existe dinero y poder, buscábamos estar cerca de la persona con mayor poder de influencia económica o política.

Las relaciones con la familia eran prácticamente nulas salvo las que mantenía con la pareja. 

La agenda era lo más importante, y siempre estaba llena de reuniones y negocios que realizar.

Lo que yo entendía por felicidad se limitaba a un futuro por llegar y siempre me decía a mi mismo que:

“Sería feliz cuando encontrara a la mujer de mi vida”.

“Sería feliz cuando me casara y tuviera hijos”.

“Sería feliz cuando tuviera mi propia casa”.

“Sería feliz cuando consiguiera ese trabajo o negocio”.

“Sería feliz cuando me comprara la moto o el nuevo coche”.

“Sería feliz cuando ganase 6,000 € mensuales”.


Claro, que las preguntas que no me hacía eran...

¿Cuánto me duro la felicidad con esa pareja que considere que iba a ser el amor de mi vida?

¿Cuánto me duró la felicidad de mi matrimonio?

¿Cuánto me duró la felicidad por comprarme mi primera casa?

¿Cuánto me duró la felicidad por comprarme el coche anterior?

¿Cuánto me duró la felicidad al realizar ese trabajo o negocio?

¿Cuánto me duró la felicidad por haber ganado 4,000 € mensuales?


En aquello momentos buscaba el placer y la felicidad desesperadamente.

Tenía todo el dinero y todo lo material que quería y deseaba, aunque cuanto más dinero tenía, más vacío me sentía y cada vez más dolorosa me resultaba la situación.

Pues bien, he de informales que la felicidad que viene del exterior o de objetos externos, incluyendo las personas, tiene fecha de caducidad, y suele llevarnos a una situación en la que cada vez estamos más insatisfechos y a su vez más infelices.

Aparte, la felicidad al igual que el propósito son un camino y nunca un destino.

Enseguida entendí y aprendí que la felicidad viene del interior de uno mismo y que nunca podremos ser felices en base a lo que viene del exterior, dinero, trabajo, drogas, fama, popularidad, ni siquiera parejas, amig@s, familia, hijos, etc.

Por otra parte el querer tener razón, el defender lo que yo consideraba que era la única verdad, el querer controlar las situaciones y las personas, así como discutir defendiendo lo que consideraba la “única verdad” formaban parte de la tónica de mi vida.

Claro, como sabía yo por aquel entonces que según el Eneagrama de la personalidad, el ser humano esta condicionado por varias pasiones que distorsionan la forma en que se percibe la realidad.

Que a su vez éstas pasiones o distorsiones, conjuntamente con el entorno condicionan nuestros instintos básicos dejando a estos distorsionados y que el conjunto de todo ello era lo que creaba nuestro ego o personalidad, El cual controlaba y dirigía plenamente nuestros hábitos y conductas. 

La personalidad y el ego nos hace ser infelices y normalmente no somos conscientes de ello.

Yo, como el 90 % de las personas ni si quiera me daba cuenta de ello. 


@el despertar, descubriendo mi propósito Acto I

Julio Sanchidrián Polo

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

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