La IA como oportunidad para superar el plagio en la universidad, transformando la educación

La IA como oportunidad para superar el plagio en la universidad, transformando la educación

En los últimos años, la inteligencia artificial (IA) ha generado debates profundos y transformaciones en diversos sectores, siendo la educación uno de los más impactados. En las universidades en particular, mientras que algunos la ven como una herramienta revolucionaria para potenciar el aprendizaje, otros la asocian con preocupaciones de integridad académica como el plagio. ¿Es la IA una amenaza para la producción ética de conocimiento, o es una oportunidad para repensar nuestras metodologías y hasta el concepto mismo de producción de conocimiento?

La preocupación por el plagio no es nueva en la educación superior, pero la IA ha ampliado y transformado esta problemática. Al mismo tiempo, su irrupción ha evidenciado la necesidad -una vez más- de repensar estructuras educativas actuales.

Surge entonces la cuestión de si las universidades deben enfocarse exclusivamente en controlar el uso de la IA, o si, por el contrario, es el momento de reconsiderar las concepciones tradicionales sobre el aprendizaje, el desarrollo de competencias y la evaluación.


Un debate antiguo en un contexto nuevo

El concepto de plagio ha sido una preocupación constante en las universidades, mucho antes de la llegada de la IA. Tradicionalmente, se define como la apropiación indebida de ideas o trabajos ajenos sin otorgar el crédito correspondiente. Con la irrupción de tecnologías digitales y el fácil acceso a información en línea, las instituciones educativas han incrementado sus esfuerzos para detectar y prevenir estas prácticas. Sin embargo, la llegada de la IA ha añadido una capa de complejidad al debate.

El verdadero debate sobre el uso de la inteligencia artificial en la academia no debe centrarse exclusivamente en el control del plagio, sino en cómo redefinimos la producción y validación del conocimiento académico en un contexto donde herramientas avanzadas pueden generar textos de gran precisión. La IA, al automatizar la creación de contenidos, nos obliga a cuestionar los métodos tradicionales de evaluación del aprendizaje y las formas en que verificamos la originalidad y el rigor en la producción intelectual. En lugar de enfocarnos únicamente en detectar prácticas deshonestas, el reto está en formar a los estudiantes para que utilicen estas herramientas de manera ética, fortaleciendo su capacidad crítica y su habilidad para crear conocimiento que realmente aporte valor, más allá de la mera reproducción de información.

Además, es crucial reflexionar sobre cómo se valida el conocimiento generado por los estudiantes cuando la IA está involucrada en el proceso de creación. ¿Qué parámetros o criterios de evaluación debemos establecer para asegurarnos de que, aunque una IA haya participado en la redacción, el contenido refleje un entendimiento profundo y una verdadera integración de ideas por parte del estudiante? Esto implica un replanteamiento de las formas de verificación del aprendizaje, pasando de la evaluación de productos textuales a una valoración más amplia de competencias, habilidades de resolución de problemas y la capacidad de aplicar el conocimiento en situaciones concretas, donde la intervención humana sea esencial y no reemplazable por una máquina.

¿Amenaza u oportunidad?

La introducción de la IA en el ámbito educativo ha dejado al descubierto las limitaciones y rigideces de las estructuras educativas tradicionales. En muchos casos, las metodologías de enseñanza y evaluación no se han adaptado a la rapidez con la que avanzan las tecnologías, lo que genera un desfase entre lo que los estudiantes necesitan aprender y lo que se les ofrece en las aulas. Este desajuste es particularmente evidente en la manera en que se abordan temas como el plagio y la integridad académica.

En lugar de ver la IA como una amenaza que pone en peligro los valores fundamentales de la educación, podríamos aprovecharla como una oportunidad para transformar estos valores y adaptarlos a las necesidades del siglo XXI. Esto implica repensar no solo las metodologías, sino también los resultados esperados del proceso educativo. ¿Estamos formando a los estudiantes para que memoricen datos y repitan conceptos, o para que piensen críticamente, resuelvan problemas y se adapten a un mundo en constante cambio?

Esto implica no solo modificar los planes de estudio, sino también los métodos de evaluación, que deben enfocarse más en la aplicación práctica de conocimientos y en el desarrollo de competencias que en la mera reproducción de información. La clave está en crear un entorno educativo flexible, que fomente la creatividad y el aprendizaje basado en proyectos, donde la intervención humana y el pensamiento crítico sean esenciales.

¿La responsabilidad es del martillo?

Un martillo se puede usar para romper un vidrio o para arreglar una silla. Está afirmación funciona como metáfora que nos invita a reflexionar sobre la relación entre la tecnología y el ser humano. La IA es como el martillo, una herramienta poderosa que puede ser usada tanto para construir como para destruir. Cuando un estudiante utiliza la IA para generar un trabajo académico, el problema no radica en la herramienta en sí, sino en cómo se utiliza. Al igual que el martillo, la IA no es inherentemente buena o mala, su valor depende de las intenciones y habilidades de quien la maneja.

Sin embargo, en muchos contextos educativos, se sigue viendo la IA como una amenaza, una fuente potencial de trampa y plagio. Esta visión ignora el hecho de que la verdadera responsabilidad recae en el usuario, en este caso, los estudiantes y docentes. La pregunta no debería ser si la IA fomenta el plagio, sino si estamos formando a los estudiantes para que la usen de manera ética y efectiva. Y si como educadores estamos proponiendo nuevas instancias que trasciendan el copiar y pegar de los alumnos. En lugar de prohibir su uso, es necesario enseñar cómo aprovecharla para mejorar el aprendizaje.

Esta reflexión también se extiende al ámbito docente. Si un profesor utiliza IA para planificar sus clases, generar materiales o corregir exámenes, ¿está también plagiando? En este caso, el argumento es que el docente tiene criterio y capacidad para discernir lo correcto, y que eventualmente contextualizó la orden para interactuar con la IA generativa. ¿Los estudiantes no lo tienen? Si la respuesta es no, quizás debamos revisar qué formación le brindamos o qué propuestas les hicimos en su recorrido de aprendizaje.

Cuando la IA no puede controlar lo que genera la IA

Los detectores de plagio basados en IA han surgido como una respuesta ante el creciente uso de herramientas de inteligencia artificial para generar contenido académico. Sin embargo, presentan importantes limitaciones que los hacen poco confiables en su tarea.

En primer lugar, no siempre son precisos en su evaluación: a veces indican que un texto fue creado por un ser humano cuando, en realidad, fue generado por IA, y viceversa. Esto se debe a la complejidad de los modelos de IA, que imitan con gran precisión los patrones lingüísticos humanos, haciendo difícil para los algoritmos de detección distinguir entre un texto auténtico y uno producido por una máquina. Esta falta de precisión genera confusión tanto en docentes como en estudiantes, poniendo en duda la fiabilidad de estos sistemas.

Otra limitación significativa es que los resultados proporcionados por los detectores de plagio basados en IA no siempre son consistentes. Un mismo texto puede ser evaluado de manera diferente dependiendo de la plataforma o el algoritmo que se utilice, lo que genera inseguridad respecto a la veracidad de los resultados. Esta variabilidad en los dictámenes es problemática en un contexto académico, donde la consistencia y la fiabilidad son esenciales para garantizar la justicia en la evaluación. Si los detectores de IA no pueden ofrecer resultados uniformes, se compromete la integridad de los procesos educativos y evaluativos, poniendo en riesgo la confianza en estos sistemas como herramienta de verificación.

Además, estos detectores suelen presentar sesgos en sus resultados, los cuales pueden estar influenciados por el tipo de texto, el idioma o incluso las estructuras gramaticales utilizadas. En muchos casos, los algoritmos de IA están entrenados con bases de datos limitadas o sesgadas que no reflejan adecuadamente la diversidad lingüística y estilística del mundo real. Esto puede llevar a que ciertos tipos de escritura sean erróneamente catalogados como generados por IA o, por el contrario, que textos generados por IA pasen desapercibidos por estos detectores. Estos sesgos no solo afectan la precisión del análisis, sino que también perpetúan inequidades, especialmente cuando se trata de estudiantes que utilizan formas de expresión menos comunes o alternativas.

Finalmente, uno de los problemas más críticos de los detectores de IA es que no ofrecen una forma clara de verificar los porcentajes de supuesta generación automática de un texto. Estos sistemas proporcionan un dictamen sin transparencia en cuanto a cómo llegaron a esa conclusión, lo que deja a los usuarios sin la capacidad de comprender ni cuestionar los resultados. Esta opacidad genera desconfianza y dificulta que los docentes tomen decisiones informadas basadas en los reportes de IA. Sin una forma de corroborar la precisión de estos dictámenes, depender de estos detectores como única medida para identificar el uso de IA en la producción de textos no es una opción viable ni justa en el contexto académico.

Diseñando estrategias con IA que trascienden el plagio

El desafío radica entonces en desarrollar estrategias pedagógicas que integren conscientemente la IA mientras promueven un aprendizaje auténtico y significativo. Esta transformación requiere un cambio de paradigma donde la IA se convierte en una herramienta visible y valorada del proceso educativo, en lugar de ser percibida como una amenaza a la integridad académica.

La clave está en diseñar actividades donde copiar sea más complejo que crear y pensar. Esto implica desarrollar consignas que requieran la aplicación contextualizada del conocimiento, donde los estudiantes deban relacionar los contenidos teóricos con situaciones específicas de su entorno o experiencia personal.

Por ejemplo, en lugar de solicitar un resumen sobre teorías económicas, se puede pedir un análisis de cómo estas teorías se manifiestan en el comercio local de su ciudad, incluyendo ejemplos concretos y observaciones directas. En este proceso, la IA puede funcionar como un asistente de investigación inicial, ayudando a explorar diferentes perspectivas sobre el tema y generando preguntas provocadoras que estimulen el pensamiento crítico.

La incorporación de elementos procesuales y evolutivos en las actividades académicas resulta fundamental. Los portfolios de aprendizaje, donde los estudiantes documentan su proceso de pensamiento y desarrollo a lo largo del tiempo, pueden enriquecerse con el uso transparente de la IA. Los estudiantes pueden registrar cómo y por qué utilizaron la IA en diferentes etapas de su trabajo, reflexionando críticamente sobre las limitaciones y sesgos de las respuestas generadas, y demostrando cómo la tecnología complementó su proceso de aprendizaje sin reemplazar su propio criterio y creatividad.

Las estrategias colaborativas y de aprendizaje entre pares adquieren una nueva dimensión con la integración de la IA. Al estructurar actividades que requieren interacción constante, debate y construcción conjunta del conocimiento, la IA puede funcionar como un miembro adicional del equipo que proporciona perspectivas alternativas o ayuda a identificar posibles inconsistencias en el razonamiento del grupo. Los proyectos con roles rotativos, presentaciones cruzadas y sesiones de retroalimentación grupal pueden enriquecerse con análisis generados por IA, que sirven como punto de partida para discusiones más profundas y críticas.

La evaluación auténtica basada en desempeños complejos representa el escenario ideal para la integración ética de la IA. Cuando se pide a los estudiantes que demuestren su comprensión a través de la creación de productos o soluciones originales que respondan a problemas reales de su campo profesional, la IA puede convertirse en una herramienta valiosa para optimizar procesos específicos. Por ejemplo, en el desarrollo de prototipos, la implementación de intervenciones comunitarias o la producción de contenido multimedia, se puede permitir y valorar el uso estratégico de la IA para tareas como la optimización de código, la revisión de estilo o la verificación de datos, siempre que los estudiantes justifiquen sus decisiones y demuestren comprensión de cómo la tecnología complementa su trabajo.

El éxito de estas estrategias radica en hacer explícito y transparente el uso de la IA como parte integral del proceso de aprendizaje. En lugar de intentar detectar o prevenir su uso, los educadores deben enfocarse en enseñar a los estudiantes cómo utilizar esta tecnología de manera ética y efectiva para potenciar su aprendizaje. Esto incluye desarrollar criterios para evaluar la calidad y relevancia de las respuestas generadas por IA, comprender sus limitaciones y sesgos, y reconocer cuándo y cómo su uso puede enriquecer el proceso educativo sin comprometer la autenticidad del aprendizaje.

Este enfoque no solo desalienta el plagio, sino que también prepara a los estudiantes para un futuro profesional donde la colaboración con sistemas de IA será cada vez más común. Al integrar la IA de manera transparente y ética en el proceso educativo, formamos estudiantes que no solo son competentes en el uso de tecnología, sino que también son capaces de pensar críticamente, crear contenido original y resolver problemas complejos en colaboración con herramientas digitales avanzadas.

“Usemos IA para producir conocimiento”: un ejemplo en posgrado

Imaginemos un escenario en un curso de posgrado donde se asigna a los estudiantes la redacción de un ensayo original sobre un tema específico. Desde el inicio, se asume que los estudiantes utilizarán herramientas de IA para generar los borradores de sus trabajos. En lugar de penalizar su uso, se les anima a emplear la IA como punto de partida para el desarrollo de sus ideas.

Una vez generado el texto inicial, el siguiente paso es un ateneo de debate oral en el que los estudiantes discuten los temas de sus ensayos, intercambiando opiniones y críticas constructivas. Esta conversación es grabada, y luego, mediante IA, se transcribe y se organiza para su análisis.

Posteriormente, la transcripción se utiliza como base para la creación de un artículo colectivo, también generado en parte con IA, donde se integran las diversas perspectivas debatidas en el ateneo.

Este único documento, creado y compartido colaborativamente, es corregido y editado por cada estudiante, refinando las ideas con sus propias aportaciones y ajustes críticos, con una nueva discusión conceptual.

El resultado final es un artículo académico colectivo, pulido por el trabajo humano, a partir del análisis crítico de la bibliografía, y potenciado por la tecnología de IA. ¿Hubo plagio en este proceso? No. Lo que ocurrió fue una producción colectiva de conocimiento, en la que la IA fue una herramienta al servicio de la creatividad, el debate y la reflexión académica. La verdadera originalidad del trabajo radica en la interacción de las mentes humanas, mediada y ampliada por la IA, que permite una colaboración más rica y eficiente.

En este escenario, el rol del docente se transforma profundamente, pasando de ser un mero evaluador del producto final a convertirse en un facilitador del proceso de aprendizaje y producción de conocimiento. El profesor actúa como guía en la utilización ética y crítica de la IA, incentivando la reflexión y el diálogo entre los estudiantes, en lugar de concentrarse únicamente en el control o la detección de plagio.

Para el docente, este ejemplo de trabajo con IA puede generar una percepción renovada sobre el uso de la tecnología: en lugar de verla como una amenaza que desvirtúa la originalidad, la reconoce como una herramienta que potencia la creación colectiva y el pensamiento crítico. A través de este enfoque, el profesor no solo fomenta la autonomía de los estudiantes en la producción intelectual, sino que también los forma en el uso responsable y colaborativo de tecnologías que estarán presentes en su vida profesional.

Una clave: el prompt

La interacción con modelos generativos de texto ha introducido una nueva dimensión en la discusión sobre integridad académica. Más allá del debate sobre si constituye o no plagio, emerge una oportunidad única: convertir la construcción del prompt en evidencia del proceso de aprendizaje. Esta perspectiva transforma la preocupación por el control en una oportunidad para desarrollar y evaluar competencias fundamentales, ya que un estudiante solo puede formular una instrucción precisa y contextualizada si domina los conceptos fundamentales de la materia.

La construcción de prompts efectivos desarrolla habilidades críticas que trascienden el mero uso de la tecnología. El proceso requiere pensamiento estructurado para organizar ideas coherentemente, capacidad de contextualización para adaptar el conocimiento a situaciones específicas, evaluación crítica para analizar la calidad y relevancia de las respuestas, y metacognición para reflexionar sobre el propio proceso de aprendizaje. Estas competencias son fundamentales en la formación académica y profesional, independientemente de la herramienta tecnológica utilizada.

La evaluación de estas actividades requiere una mirada integral que considere múltiples dimensiones: la calidad técnica del prompt, la pertinencia de las instrucciones para el contexto específico, la capacidad de análisis crítico demostrada en la iteración y refinamiento del proceso, y la habilidad para aplicar el conocimiento de manera contextualizada. Este enfoque evaluativo trasciende la mera detección de plagio para centrarse en el desarrollo de competencias verificables y significativas.

Consideremos un ejemplo de prompt que evidencia dominio del tema en un curso de política monetaria: "Analiza la decisión del Banco Central Europeo de mantener las tasas de interés en 4.5% en marzo 2024. Considera: a) los indicadores macroeconómicos clave del último trimestre (especialmente la inflación subyacente del 3.1% y el crecimiento del PIB del 0.5%), b) el impacto en los mercados financieros europeos, particularmente en el sector bancario y el mercado inmobiliario, c) las implicaciones para las economías emergentes, especialmente en términos de flujos de capital y tipos de cambio, d) compara esta decisión con las políticas actuales de la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra, e) evalúa posibles escenarios para el segundo semestre de 2024 considerando las tensiones geopolíticas actuales y las proyecciones de precios de commodities. Estructura el análisis en secciones claramente definidas, incluyendo gráficos relevantes, y concluye con recomendaciones de política monetaria basadas en los datos presentados."

Este tipo de prompt demuestra no solo conocimiento técnico específico, sino también comprensión de las interrelaciones entre variables económicas, contexto global y capacidad de análisis crítico. La especificidad de los datos, la estructura solicitada y el nivel de análisis requerido hacen muy complejo que un estudiante que no domine la materia pueda formularlo. Así, la construcción del prompt se convierte en sí misma en una evidencia de aprendizaje, transformando la preocupación por el plagio en una oportunidad para desarrollar y evaluar competencias esenciales en la educación superior contemporánea. Luego, el producto generado por IA puede ser el punto de partida para otra actividad de análisis o aplicación.

Más allá del control, la pedagogía

Hay que decirlo con todas las letras para evitar confusiones: la promoción de la integridad académica sigue siendo un pilar fundamental de la educación universitaria, y la llegada de la IA no cambia esta realidad. Sin embargo, debemos poner sobre la mesa que no hay una única forma -punitiva- de asegurarlo. Y que ello exige repensar las consignas y la forma de valorar el las producciones de los estudiantes.

Promover un aprendizaje basado en competencias, proyectos y resolución de problemas es clave para enfrentar los desafíos educativos en la era de la inteligencia artificial. Este enfoque coloca al estudiante en el centro del proceso, permitiéndole desarrollar habilidades prácticas y aplicables en contextos reales. En lugar de limitarse a memorizar información, los estudiantes trabajan en proyectos que requieren creatividad, análisis crítico y la capacidad de resolver problemas complejos. En este marco, la intervención humana se vuelve esencial, ya que los estudiantes deben tomar decisiones, adaptarse a nuevas situaciones y colaborar con otros para lograr resultados. Así, la IA se convierte en una herramienta que apoya y amplía estas capacidades, pero no sustituye el valor del pensamiento y la interacción humana.

La IA está pensada para transformar el panorama educativo, pero su potencial solo se materializa cuando es acompañada de una pedagogía innovadora y flexible. Si se mantienen estructuras rígidas y enfoques de enseñanza desactualizados, se corre el riesgo de queda atrás en la preparación de estudiantes para un futuro laboral y social altamente tecnológico.

Por ello, es fundamental que el sistema educativo no solo integre la IA como herramienta, sino que también revise profundamente sus métodos y objetivos. La educación del siglo XXI requiere un enfoque donde la intervención humana sea el factor diferenciador, promoviendo la creatividad, la ética y la capacidad de adaptación frente a los rápidos cambios tecnológicos. Al superar las resistencias y aprovechar la IA para impulsar un aprendizaje más dinámico y relevante, se puede garantizar la formación de ciudadanos y profesionales preparados para un mundo en constante evolución.

Aprender (finalmente) la lección

Si mañana desapareciera la inteligencia artificial o fuera reemplazada por otra tecnología, lo ideal sería que el debate actual sobre su uso en la educación no se repitiera. A lo largo de la historia, hemos presenciado la aparición de diversas herramientas tecnológicas que generaron grandes controversias en el ámbito educativo. Desde la calculadora hasta internet, cada una de estas tecnologías suscitó debates sobre su impacto en el aprendizaje, y en muchos casos, se enfocaron en las restricciones y prohibiciones en lugar de en cómo integrarlas de manera productiva.

Sin embargo, con cada avance, deberíamos haber aprendido que el verdadero desafío no reside en la tecnología en sí, sino en cómo la adaptamos a las prácticas pedagógicas. El cambio en educación debe comenzar por una reflexión profunda sobre los métodos de enseñanza y los objetivos de aprendizaje, antes de incorporar cualquier nueva herramienta.

Uno de los problemas recurrentes en estos debates es que la educación tiende a reaccionar ante la tecnología en lugar de anticiparse a ella. La resistencia al uso del teléfono celular en las aulas, por ejemplo, sigue siendo un tema en muchas instituciones. Pero si aprendemos la lección de que la pedagogía debe liderar el cambio, podríamos evitar caer en el mismo ciclo de debates y prohibiciones con cada nueva tecnología que aparezca en el futuro.

La clave está en entender que la tecnología es un recurso al servicio de un fin educativo, no el fin en sí mismo. Si desarrollamos un enfoque pedagógico centrado en la formación de competencias, el pensamiento crítico, la colaboración y la creatividad, cualquier herramienta tecnológica puede adaptarse a esos objetivos, ya sea la inteligencia artificial o cualquier otro avance futuro. En lugar de temer su impacto, deberíamos preparar a los docentes y estudiantes para utilizar la tecnología de manera estratégica, como una extensión de las metodologías de aprendizaje. Si la pedagogía guía el uso de la tecnología, nos aseguramos de que las herramientas se integren de manera fluida en el proceso educativo, sin necesidad de reflotar los mismos debates cada vez que surja una nueva innovación.

Por tanto, el verdadero aprendizaje no radica en cómo manejar una tecnología específica, sino en cómo adoptamos una mentalidad flexible y adaptativa en el ámbito educativo. Si comprendemos que el cambio en la educación debe ser primero pedagógico y luego tecnológico, podremos enfrentar cualquier avance futuro sin perder de vista nuestros objetivos fundamentales.

La cuestión de fondo

Claro que no se trata de permitir que todo se copie o se haga con inteligencia artificial sin ningún tipo de criterio o control. Pero lo que necesitamos es un cambio profundo en las concepciones pedagógicas y didácticas que rigen la educación actual. En lugar de seguir evaluando el aprendizaje con métodos tradicionales que priorizan la memorización y la reproducción de contenidos, debemos centrarnos en metodologías que fomenten la creatividad, la resolución de problemas y la capacidad crítica.

El uso de la IA en este nuevo contexto no sería visto como una amenaza o una vía para el plagio, sino como una herramienta que los estudiantes podrían integrar de manera productiva en su proceso de aprendizaje. El verdadero desafío está en reformular las estrategias pedagógicas, diseñando actividades en las que la originalidad y la intervención humana sigan siendo elementos esenciales.

Es imperativo que las políticas tecnológicas dentro del sistema educativo se alineen con este nuevo enfoque pedagógico. Los métodos de control y prohibición del uso de IA pueden ser efectivos en el corto plazo, pero no resuelven el problema de fondo: la falta de adaptación del sistema educativo a la realidad contemporánea.

En lugar de enfocarnos en bloquear la IA, debemos trabajar en crear entornos de aprendizaje en los que su uso sea una parte natural y ética del proceso educativo. Esto incluye formar a los docentes para que comprendan cómo utilizar la IA no solo como una herramienta de apoyo, sino también como un medio para facilitar el desarrollo de competencias clave en los estudiantes, como el pensamiento crítico, la capacidad de discernir información y la resolución creativa de problemas.

El verdadero reto está en modernizar y flexibilizar las estructuras educativas para que estén alineadas con las demandas de la era digital. El foco no debe estar en cómo evitar que la IA haga el trabajo por los estudiantes, sino en cómo garantizar que el uso de la IA promueva la formación de habilidades que no pueden ser sustituidas por máquinas: la creatividad, el pensamiento crítico, la ética profesional y la capacidad de adaptación a un mundo en constante cambio. Así, la educación no solo se adecuará al uso de tecnologías como la IA, sino que también preparará a los estudiantes para ser ciudadanos responsables y competentes en un futuro altamente tecnológico.

Cristina Beurnel

Ex Asesora pedagógica en Ministerio de Educación

1 mes

Muy claro artículo donde se pone el acento en la apertura de nueva agenda educativa con temáticas que, si bien son clásicas en la pedagogía como lo son la didáctica y la evaluación, dan un giro profundo y se cuestiona el modo de evaluar, para citar un ejemplo. La evolución de nuevos tópicos como la IAG lejos de asustar a los docentes, puede convertirse en un recurso más que puede tomarse como un aliado para evaluar nuevas competencias

Andrea Emilia Guzmán

Lic. en Instrumentación Quirúrgica. Profesora Universitaria

2 meses

Excelente artículo que nos invita a reflexionar acerca de las oportunidades de cambio que se presentan en la educación, como incorporar las herramientas tecnológicas sin que estas se transformen en el eje de los procesos.

Vilma Gladis Corvalán

Servicio de diseño e-learning , asistencia técnica - administrativa de cursos a distancia - desarrollo de contenidos multimedia

2 meses

Excelente Pedro Luis Figueroa Creo que es un poco un mito o un prejuicio generado en torno a la IA por docentes y usuarios limitados en el uso de las herramientas tecnológicas. Si bien es una herramienta magnífica tampoco es tan mágica, más con la escritura… Yo trabajo y produzco contenido con IA y a veces laburo el doble con las correcciones, o sea, yo no produzco y tomo a ciegas lo que me ofrece la IA, más que ya se que tiene sesgos y en algunos casos alucina también y por supuesto esto de los prompts es un verdadero ejercicio lingüístico para obtener los productos que uno necesita. Hace muchos años atrás en un apoyo escolar… cuando recién habían entregado las netbook a los colegios, me tocó un grupo de chicos que con respecto a mí eran una luz… francamente estaba con un grupo de adolescentes que dominaba ampliamente los recursos multimedia y eso no me impidió coordinarlos con una tarea “x”, Yo los guié para que cumplan los objetivos y que les pedía la profe y ellos me guiaron a mi en la producción multimedia, y todos felices! No decayó mi autoridad y les di a ellos su lugar de expertos digitales. Coincido que mejor blanquear la situación, sino se está dando más dimensión al tema del plagio del que realmente tiene.

luis josué lugo sánchez

Investigador asociado en Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)

2 meses

Encontrar nuevos procesos de enseñanza|aprendizaje que vuelvan a generar afectos en la educación. Saludos y gracias por compartir.

Hugo Andres Belalcazar Ceron

Educación y Tecnología | Educador Innovador | Analista de Datos

2 meses

Muy didáctico, muy bien enfocado y de gran aporte para todos los educadores

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