La irrupción de los métodos ágiles: una cuestión de adaptación más que de anticipación

La irrupción de los métodos ágiles: una cuestión de adaptación más que de anticipación

Por Marcelo Bonzón

Design Thinking, Business Model Canvas, Lean Canvas, Lean Startup, Scrum, Customer Development… y la lista sigue. Todos estos conceptos y neologismos son parte del lenguaje casi cotidiano de todos aquellos que nos apasionamos con la gestión de la innovación y el ámbito del emprendimiento. Cada uno de estos términos tiene algo en común y no se trata precisamente de que estén escritos en inglés. Son parte de un movimiento que llegó hace algunos pocos años para quedarse: los métodos ágiles.


¿Qué son en realidad los métodos ágiles?

Los métodos ágiles son una serie de técnicas que se emplean para la gestión de proyectos y que han surgido como contraposición a los métodos clásicos de gestión. Aunque nacieron en el ámbito del desarrollo de software, se han ido adaptando y aplicando a todo tipo de proyectos y sectores económicos.

Estas metodologías no son necesariamente mejores que las tradicionales. Como en muchas otras cosas de la vida, su empleo depende mucho del tipo de proyecto o negocio en el que se apliquen. Por lo general, las metodologías tradicionales funcionan muy bien en proyectos donde el problema es conocido y la solución al mismo está bien definida. En este entorno es fácil analizar, diseñar y ejecutar una solución, pero totalmente opuesto al entorno de un emprendedor o de una startup.

En pleno siglo 21, si un emprendedor o startup tiene que afrontar un entorno muy cambiante donde no está claro el problema a solucionar, ni la forma de hacerlo, entonces claramente son más eficaces los métodos ágiles ya que incorporan mecanismos de gestión del cambio que implican un menor esfuerzo y mejores resultados.

Los métodos ágiles para la gestión de proyectos y negocios, tienen como objetivo ofrecer garantías a las 4 demandas del sector económico en el que se desenvuelven: valorreducción del tiempo de desarrolloagilidad y fiabilidad.

 El Valor en los Métodos Ágiles

La gestión ágil de proyectos y negocios es realmente útil y necesaria en mercados rápidos, que cambian constantemente. Su objetivo es otorgar el mayor valor posible al producto o servicio; y en el mercado en el que se trabaja, este valor es directamente proporcional a la respuesta que se pueda ofrecer en innovación y flexibilidad.

¿Y por qué es importante incorporar la innovación? Porque la permanencia de las empresas depende cada vez más de su capacidad de innovación continua, del lanzamiento permanente de novedades, donde hay que competir con los productos de una competencia que a su vez también innova sus productos de forma continua. ¿Y por qué hablamos también de flexibilidad? Porque las circunstancias de velocidad que se exteriorizan en la vorágine de los mercados actuales, hacen que no sólo sea importante el valor en el momento del lanzamiento, sino también la capacidad de adaptación y evolución a través de versiones, modificaciones, actualizaciones o ampliaciones.

La Reducción del Tiempo de Desarrollo

Las cosas ya no son como en años atrás, en los que todo era estable y un buen modelo nos “aseguraba” el éxito y la permanencia de nuestra empresa en el mercado. Solo a modo de ejemplo: en la década de 1990 el promedio de salida de un nuevo producto al mercado en EE.UU. se redujo de 35,5 meses a 11 meses. Y esta reducción en el tiempo de desarrollo de un nuevo producto o servicio, se traduce en una fortaleza competitiva muy importante para determinados sectores económicos.

Las estrategias de la gestión ágil para producir resultados en menos tiempo que la gestión tradicional, pueden sintetizarse en:

• Solapamiento de las fases de desarrollo, en la que simultáneamente se desarrollan varias actividades; y

• Entrega temprana de los primeros incrementos funcionales de producto, que corresponden con las partes que con mayor urgencia necesita el cliente, de forma que pueda lanzar la primera versión de producto o el servicio con mayor rapidez.

Agilidad

La agilidad se relaciona con la capacidad de un emprendedor, startup o empresa, de adaptar el curso del desarrollo a la evolución de los requisitos y a las circunstancias del entorno.

Hoy se cae de maduro que no es lo mismo tomar decisiones en un entorno simple, que hacerlo en uno complejo, o en uno complicado, o en un contexto caótico o en uno desordenado. No solo las circunstancias cambian, sino que hay que estar preparados para actuar rápidamente.

Resultados Fiables

Los procesos que se emplean en la gestión de proyectos de manera tradicional tienen como finalidad la repetición de los resultados: conseguir que el trabajo planificado (y conocido de antemano) se realice en el plazo planificado y por el costo previsto. En cambio, la gestión ágil no tiene un carácter predictivo o de anticipación: no conoce de antemano el detalle del producto o servicio que se va a desarrollar.

Por eso, el objetivo de los métodos ágiles no está tan relacionado con la fiabilidad en el cumplimiento de los planes, sino en el valor del resultado y el tiempo de salida al mercado.

El desarrollo ágil parte de la visión, del concepto general del producto o servicio, y sobre ella un equipo va desarrollando pequeños incrementos en la dirección apuntada por la visión, y en el orden de prioridad que necesita el negocio del cliente.

Los procesos de la gestión tradicional son buenos cuando consiguen desarrollar de forma repetible los productos especificados en el tiempo y con los costos previstos; y los procesos de gestión ágil son buenos, cuando consiguen entregar de forma repetible valor innovador.

Con los métodos ágiles, hemos aprendido que los ciclos breves de desarrollo se organizan en “iteraciones” y se realizan hasta que se decide no evolucionar más el producto o servicio generado. 

¿Por qué emplear Métodos Ágiles?

Todo lo expuesto hace concluir que los métodos ágiles para la gestión de proyectos o negocios no son una gestión de anticipación (requisitos, diseño, planificación y seguimiento) sino de adaptación (visión, exploración y adaptación).

A partir de una serie de objetivos tales como el valor, la reducción del tiempo de desarrollo, la agilidad y la fiabilidad, y la aplicación de los principios del denominado “manifiesto ágil”, los métodos ágiles:

  • Se centran más en las personas y su interacción que en los procesos y las herramientas;
  • Se enfocan más en los resultados que funcionan que en la documentación exhaustiva;
  • Se orientan más a la colaboración con el cliente que en la negociación contractual; y,
  • Se basan más en la capacidad de respuesta al cambio que en el propio seguimiento de un plan.

Solo resta decir que debemos aprender a pensar con agilidad, pero por sobre todo, a actuar con agilidad. Solo así podremos mejorar nuestras capacidades para examinar “lo que es”, para explorar “lo que podría ser”, para juzgar “lo que debe ser”, para evaluar “lo que ahora es posible que sea”, para decidir “lo que vamos a comprometer a hacer ahora”, y para actuar en algo que se convierte en un nuevo “lo que es”.

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Muy interEsante este artículo Marcelo Bonzón, lo que si no me queda tan claro es la relación o "discrepancia" entre los casos (simples, complejos, caóticos, complicados) en cuanto la toma de decisiones y los métodos ágiles.

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